Un paso clave para crear una vida extraordinaria es saber con detalle qué es lo que nos gusta, y qué no. El problema está en que conocer nuestros gustos no es fácil. Tendemos a pensar que sabemos este tipo de cosas desde un principio, pero no es así. Somos seres complejos con preferencias que van cambiando con el tiempo. Preferencias que son difíciles de descubrir.
Hay que destinar tiempo en solitud para pensar y explorar qué es lo que realmente queremos hacer con nuestro tiempo para alcanzar una vida extraordinaria.
Sólo pregúntate, ¿Cuántas horas al día pasas en actividades que te hacen sentir aburrido? ¿Cuántas horas al día pasas en actividades que no te gustan, sólo para formar parte de la sociedad? ¿Cuántas horas al día pasas en actividades que te hacen sentir vivo? ¿Cómo podrías pasar más tiempo en lo último, y menos en las primeras dos?
Viaja sólo para descubrir qué es lo que realmente te gusta.
Cuando estás en otro país por tu propia cuenta, y nadie a tu alrededor te conoce, tienes espacio para ser tu mismo, sin la presión de tener que actuar de cierta forma para cumplir con la sociedad. Ya no hay nadie a quien engañar. Te sacas la máscara que usas en el día a día, y empiezas a actuar como siempre quisiste hacerlo.
Quizás, viajando solo, descubres que en realidad no te gusta ir a fiestas y emborracharte, y que lo hacías sólo para cumplir con tus amigos. Y que te vendría bien un cambio.
Quizás descubres que en realidad te encanta la vida tranquila del campo, y que estabas aceptando un trabajo en un banco sólo para cumplir con la presión de tu familia y amigos.
Quizás descubres que vives más que contento en una casa rodante, y no necesitas una mansión o un auto de lujo para ser feliz.
Quizás descubres que lo más importante para tí es vivir en conexión con la naturaleza, y que estás dispuesto a tener un trabajo que pague poco, siempre y cuando no te alejen de la Madre Tierra.
Quizás descubres que hacer spinning te gustaba sólo porque no habías probado lo que increíble que podía ser moverte de lugar en lugar con una bicicleta. Y ahora que te han abierto los ojos, jamás podrías volver a esa rueda de ratón.
O quizás descubres que, si nadie te regaña, te la pasas todo el día tirado en la cama comiendo comida chatarra. Y ahora sabes lo importante que es rodearse de buena gente, o al menos trabajar la disciplina.
Lo que sea que descubras, te ayudará a crecer como persona. Sabrás qué te falta mejorar, a qué actividades dedicarle más tiempo, y qué actividades evitar. Sabrás con quién quieres juntarte, y con quién no.
Te estarás acercando cada vez más a tu vida extraordinaria.
Disfrutar de estar solo es una habilidad muy útil que se puede aprender. Es entrenable.
Sé lo que te estás preguntando. ¿Por qué alguien querría aprender a estar solo? Suena egoísta. Como si nuestra intención fuera alejarnos de la sociedad y ir a vivir como ermitaños en el bosque. Todo lo contrario. Uno no aprende a estar solo para alejarse de los demás. Uno aprende a estar solo para no necesitar compañía desesperadamente. Sólo así, tenemos la libertad de elegir a esa compañía. Sin tener que forzarte a sociabliziar con tal de escapar de la soledad.
Cuando aprendes a estar solo, no aguantas pasar tiempo con esos amigos que te parecían aburridísimos. Porque sabes que lo pasas mejor solo.
Cuando aprendes a estar solo, no aguantas pasar tiempo con esos amigos que te hacían sentir mal, o que se lo pasan criticando a otros. Porque sabes que prefieres no hablar con nadie, que hablar con gente tóxica.
Cuando aprendes a estar solo, te das la oprtunidad de elegir mejor tu próxima relación amorosa. Ya no estás dispuesto a conformarte con alguien que no te tiene convencido, porque sabes que es mejor estar solo. La pareja que elijas tiene que cumplir el criterio de que pasar tiempo con ella sea mejor que pasar tiempo solo.
Cuando aprendes a estar solo, no dependes de otras personas para hacer eso que tanto querías. Si quieren sumarse, bien. Si no, no importa. ¿Ir al cine? ¿Salir a comer? Ir a una exposición de arte? ¿Hacer deporte? ¿Viajar? Lo que tú quieras, ahora puedes hacerlo. Si sabes estar solo, tus opciones aumentan al infinito. Ya no dependes de la agenda o gustos de otra persona. Retomas control de tu vida.
Sólo pregúntate: ¿Cuantas de esas cosas que te interesan estas dejando de hacer porque nadie te acompaña?
Saber estar solo es uno de los mejores filtros que tu vida puede tener. Una vez que sabes estar solo, no estas dispuesto a aguantar lo malo. Te juntas solo con la gente que realmente quieres juntarte, y haces lo que realmente quiereshacer . Es una de las mejores habilidades que puedes aprender para mejorar tu vida.
Síntomas de que no sabes estar solo
Si te pasa algo de lo que mencionaré a continuación, te vendría bien aprender a estar solo:
Hay algo que quieres hacer hace mucho tiempo, pero no lo haces porque nadie te acompaña.
No eres capaz desconectarte del celular y pasar unas cuantas horas sin contacto humano, porque te dan miedo tus propios pensamientos.
Te aterra imaginar un futuro en el que estás solo, porque crees que sería terrible.
Hay muchas formas de aprender a estar solo.
Lo más importante, es que el camino que elijas para aprender esta habilidad te lleve a estar solo durante muchas horas. Suena un tanto obvio, lo sé. Pero no hay mejor forma de aprender que con la práctica.
¿Y qué mejor forma de forzarte a estar solo que salir a viajar solo?
Es como cuando las aves aprenden a volar. Se tiran desde lo alto, y una vez en el aire están obligadas a aprender. Si no, mueren. Cuando viajas solo no tienes a tus amigos y tu familia para refugiarte. Muchas veces estás con gente que conoces en el camino, pero muchas veces no. Y estás obligado a aprender a estar bien con ello, porque sino, eres miserable.
A veces, es necesario alejarnos por un tiempo de nuestras vidas cotidianas por nuestro propio bien.
Sólo cuando estamos lejos de nuestra familia y amigos, lejos de nuestro hogar, y lejos de nuestra rutina, tenemos el espacio y tiempo necesarios para pensar en cómo podríamos mejorar nuestras vidas.
Es como cuando un equipo de fútbol está jugando un partido, y los jugadores están tan inmersos en su propio trabajo, que no tienen ni el tiempo ni el espacio necesario para entender todo lo que está pasando en la cancha. Necesitan del punto de vista del entrenador, desde fuera de la cancha, quien observa el panorama completo y piensa cómo su equipo puede ganar el partido. El entrenador tiene una perspectiva externa al partido. Tiene el tiempo y el espacio necesario para pensar en cómo sus jugadores podrían jugar mejor, y ganar el partido. Tiene el tiempo para pensar en estrategias ganadoras, y en cómo prevenir posibles derrotas.
Viajar solo por un tiempo prolongado te entrega la perspectiva del entrenador, pero para tu vida. Te da tiempo y distancia para pensar sobre tu vida cotidiana. Te da ese respiro necesario para darte cuenta de qué es lo bueno de tu día, y qué es lo malo. Sólo así, sabes qué debes hacer para corregirla.
Quizás, mientras viajas solo, te das cuenta que habían cosas muy importantes para ti, y que no les estabas destinando suficiente tiempo y/o atención: tu familia, tus amigos, tu mascota, un pasatiempo, horas de relajo, horas de aprendizaje, cuidar de tu salud, cuidar de tus ahorros, etc. A la vuelta de tu viaje, sabes los cambios que tienes que hacer para enfocarte en eso que era importante.
Quizás, mientras viajas solo, te das cuenta que habían cosas muy malas para ti, y que no estaba haciendo nada por intentar evitarlas: gente negativa, malos hábitos, estrés, aburrimiento, trámites innecesarios, tráfico, cientos de emails sin leer en cada momento, etc. A la vuelta de tu viaje, sabes que tienes que hacer todo lo posible por rechazar eso que te está haciendo tan mal. Porque ahora que has pasado un tiempo lejos de ese mal, volver a él se sentiría como inyectarse veneno.
Quizás te estás preguntando, ¿Pero por qué tengo que viajar solo para pensar en cómo mejorar mi vida? ¿Por qué no puedo hacerlo sentándome a pensar en mi casa? Sí, lo puedes hacer pensando en tu casa. Probablemente tendrás buenos resultados. Pero la chance de que te sientes a pensar en estas cosas es baja.
¿Cuándo fue la última vez que te sentaste en un escritorio, con lápiz y papel, a pensar en cómo podrías mejorar tu vida? Si eres como muchos de nosotros, no lo has hecho nunca. Estás tan inmerso en la rutina, que pensar en profundidad no es una opción. Y si tienes tiempo libre para hacerlo, prefieres gastarlo viendo series en Netflix. Viajando solo, pensar es más fácil. Lejos de tu rutina, no tienes distracciones. No tienes deberes que cumplir, ni amigos que te invitan a hacer algo en tu tiempo libre. Apagas tu celular, y tu cerebro se pone de inmediato en modo filosófico para ganar esa perspectiva que estás buscando. Te estás dando la oportunidad para pensar. Estás facilitando tu situación para inclinarte a profundizar en tu vida.
¿Has pensado alguna vez en lo increíble que es tener una cama? ¿La comodidad que esta te entrega? ¿El dolor de espalda que tendrías si no la tuvieras? Aun así, dudo que cada vez que te acuestes en ella agradezcas al cielo por ese privilegio. Disfrutas de dormir en ella, pero no tanto como realmente debería ser.
Y no solo tu cama. Piensa en lo maravilloso que es tener familia, o amigos, o comida en la mesa, o una ducha caliente, o calefacción en el invierno, o todas aquellas comodidades que entrega el primer mundo.
No aprecias todo eso que ya tienes, porque estás demasiado acostumbrado. No sabes cómo es la vida sin esos privilegios, y por lo tanto no sabes lo agradecido que deberías estar por tenerlos. La costumbre puede ser buena, si es que te permite aguantar mejor algo malo en tu vida que no puedes evitar. Pero también puede ser un veneno, si te hace disfrutar menos esos detalles que nos deberían dar tanta alegría.
Cada cierto tiempo, es necesario alejarnos de nuestros privilegios. Sólo privándonos de ellos podemos recordar lo valiosos que son, y disfrutarlos como se merecen.
Es como cuando te resfrías, y te sientes mal por unos días. Sólo cuando pierdes tu salud te das cuenta de lo maravilloso que es sentirse bien. Lo bueno, es que no necesitas resfriarte voluntariamente para agradecer tener salud, o alguna otra estupidez similar.
Hay ejercicios prácticos que podemos hacer para aprender a disfrutar todos esos detalles que nos dan tanta alegría.
¿En qué consisten estos ejercicios? Son muy distintos unos de otros, pero todos comparten el mismo concepto: alejarse por un tiempo de aquello que quieres volver a disfrutar.
Acá vamos:
Para disfrutar más tener cama y calefacción:
Sal a acampar a una montaña, sin colchón inflable. Pasa frío en las noches. Mójate con la lluvia. Cánsate caminando a todos lados. Si te suena como una estupidez, como masoquismo voluntario, sólo espera a cuando vuelvas a tu casa. Los resultados hablarán por sí solos.
Para disfrutar más la comida:
Opción 1: pasa un par de semanas comiendo platos sencillos y con poco sabor, dejando de lado todo lo que te gusta. Nada de café, alcohol, comida chatarra, azúcar, etc.
Opción 2: haz mucho deporte, a tal punto de que te sientas agotado.
Por ejemplo: ni te imaginas lo placentero que es comer tallarines con salsa de tomate después de un día de más de ocho horas de ciclismo/caminata.
Para disfrutar de una ducha caliente:
Opción 1: empieza todas tus duchas con agua fría. Y cuando digo fría, me refiero a lo más fría posible. Permítete cambiarla a caliente cuando seas capaz de controlar tu cuerpo bajo el agua helada, respirando profundo y sin tiritar.
Opción 2: pasa varios días sin ducharte. Suena asqueroso. Pero a veces, cuando estás acampando, no hay opción. Mi récord sin una ducha fue cuando hice el Everest Base Camp en invierno. El agua estaba literalmente congelada, así que tuve que esperar hasta estar bajo 3000 metros para ducharme. Total: 16 días.
Para disfrutar de todos los demás necesidades básicas que no estoy mencionando:
Sal a viajar a un país del tercer mundo. Si vas a India, te darás cuenta lo valiosos que es caminar por una calle que no tiene basura o caca en todos lados. O algo tan simple como encontrar un basurero.
Para disfrutar de tus amigos y familia:
Sal a viajar a donde quieras, pero solo. No es necesario que sea otro país. Lo importante es que sea solo, y con mínimo contacto de tu familia y amigos. Mientras más tiempo lo hagas, mejor. Meses, o hasta incluso años. Si es que realmente disfrutabas de pasar tiempo con tus seres queridos, los extrañarás tanto, que cuando vuelvas no querrás separarte nunca más.
Para disfrutar más de tener salud:
Esto es un poco más complicado, porque no te voy a recomendar que te enfermes a propósito, o que te pongas un yeso en la pierna para saber cómo sería estar lisiado. La alternativa, es pasar tiempo con gente que tiene menos salud que tú: ancianos y/o enfermos. Observa las dificultades que tienen para realizar tareas simples, como moverse de un lugar a otro, comer, ir al baño, etc. Quizás no será tan eficiente como los ejercicios anteriores, ya que no estarás sintiendo la incomodidad tú mismo. Pero aun así es un recordatorio potente.
Para disfrutar más de tener libertad:
Tampoco te voy a recomendar que busques encarcelarte, o que encuentres un trabajo esclavizante. Mi propuesta, es que pases un tiempo con gente con menos libertad que tú. Por ejemplo, pasa tiempo con gente que tiene que trabajar todo el día para mantener a su familia.
Ojo:ninguno de estos ejercicios entregan resultados eternos. Tarde o temprano, uno se vuelve a acostumbrar. Por ejemplo, si sales a acampar a la montaña, cuando vuelvas disfrutarás de tu cama por unos días. Pero al par de semanas te volverás a acostumbrar. Es por eso que tienes que ir diariamente observando cómo te vas sintiendo, y privarte de aquél o aquellos privilegios que ya no estás disfrutando.
En el momento en que te des cuenta que no estás disfrutando de una taza de café, deja de tomar por un tiempo. En el momento en que no disfrutes de acostarte en tu cama, sal a acampar. En el momento en que no estés disfrutando de una ducha caliente, cámbiala a fría. Es un juego de equilibrios, de luchar constantemente en contra de esa costumbre tan venenosa.
Hasta el momento, he descubierto un solo ejercicio que logra, al mismo tiempo, alejarte de todas aquellas cosas buenas a las que uno suele acostumbrarse: Viajar solo, idealmente trasladándote de un lado a otro con tu propio esfuerzo físico, y durmiendo en carpa.