Aprendizajes de cicloturismo, parte I: Una vida de altibajos

Un primer aprendizaje que me ha dado viajar en bicicleta:

Mientras más subidas y bajadas tiene el camino, más entretenido es el viaje.
Visto por el lado contrario: mientras más plano es el camino, más aburrido es.

Sí. Las subidas son difíciles, y se sufre. Pero ese sufrimiento es el precio a pagar para disfrutar cuando se llega a la cima.
Sufrimiento voluntario para ser feliz.

Cuando estás en medio de una subida, te olvidas de todo lo demás. Estás en un estado de concentración absoluta, tratando de salir de una cueva mental de dolor. El tiempo pasa lento, demasiado lento. Pero sabes que, tarde o temprano, llegarás al final.

Llegas a la cima, y te sientes en paz. Sabes que acabas de completar algo difícil. Miras hacia abajo, contemplando todo lo que has avanzado. A veces, tienes la suerte de ver el inicio del camino, y se ven personas de pie, pequeñas como hormigas. No importa si has hecho una, dos, o cientos de subidas. Uno nunca se acostumbra a esa sensación de paz.

Paz al llegar a la cima

Y luego, la bajada. El premio. Una mezcla de libertad absoluta y relajo.

Los caminos planos, en cambio, son aburridos.
Eficientes, pero predecibles.
Llegas rápido a tu destino, pero nunca te sientes desafiado.
No pasas por el infierno de la subida, ni la calma de la cima, ni la libertad de la bajada.
Es solo avanzar, avanzar, y avanzar.
Cuando llegas al destino, tienes un gusto amargo. Todo fue muy fácil.

Caminos planos. Eficientes, cómodos, y muy aburridos

Entonces, cuando estés viajando en bicicleta, y tengas que decidir entre una carretera rápida y plana o un camino montañoso, elige el montañoso.

¿Lo que más me gusta de este aprendizaje?

Que no solo es una lección de cicloturismo. Es una lección de vida.

Piensa en tu día a día. Fíjate en qué dirección vamos como sociedad.
Todo lo que hacemos y pensamos va en dirección a un camino plano.
Evitamos el camino con subidas y bajadas siempre que tenemos la oportunidad.
Justo lo contrario a lo que se hace cuando se viaja en bicicleta.
Buscamos constantemente crear una rutina para aprovechar el tiempo al máximo y asegurarnos que todo funcione perfecto.
Hacemos todo lo posible por evitar nuestros problemas.
Leemos libros de productividad personal para ser más efectivo y eficiente.
Entramos a trabajar en una empresa donde haremos lo mismo todos los días, sentados en una silla frente al computador.
Ahorramos para tener una jubilación decente.
Anotamos todo lo que haremos en una agenda que está llena a todas horas.
Seguridad. Eficiencia. Rutina.

No digo que nuestras vidas sean perfectas. Están lejos de serlo.
Lo que sí digo, es que estamos buscando que lo sean.
Queremos evitar la incomodidad y la incertidumbre a toda costa.
Todo está dirigido a tener más seguridad, menos incertidumbres, y menos problemas.
Si nos dieran los poderes que recibió Bruce en «Todopoderoso», lo primero que haríamos sería pagar nuestras deudas, obsequiarnos una casa perfecta y un auto perfecto, agregar $10 millones de dólares al banco, y eliminar todos nuestros problemas existentes. Porque ese es nuestro ideal de vida perfecta.
Se nos olvida que necesitamos problemas para sentirnos vivos.

Durante el 2020, aprovechando que no se podía salir de la casa debido a la pandemia, me fijé como objetivo armar la rutina perfecta.
La idea detrás era no perder ningún minuto de mi vida, haciendo actividades útiles o entretenidas.
Meditación.
Duchas frías.
Escritura.
Trabajo.
Deporte.
Elongación.
Lectura.
Pasar tiempo con la familia.
Si me preguntas cómo es mi rutina perfecta, yo te respondo que era la que tenía el 2020.

Todos los días eran iguales. Hacía el mismo listado de cosas a la misma hora en los mismos lugares.
Era capaz de decir con seguridad qué estaría haciendo el lunes a lsa 17:00 horas en tres semanas.
Una rutina perfecta me llevó a una vida predecible.

Durante ese año, aproveché el tiempo al máximo.
Y como resultado final, me encontraba…aburrido.
Por tener tanto orden, no tenía espacio para las sorpresas.
Por tener tanto orden, no tenía problemas que solucionar.

Ya no pasaba por momentos terribles, lo cual es bueno.
Pero tampoco pasaba por aquella alegría que tienes cuando sales del infierno.
Elegir una vida plana me dio un estado anímico plano. Sin sufrimiento. Sin alegrías.
A esto, yo le llamo una «vida carretera».

No estoy diciendo que una vida carretera sea completamente mala.

Tiene muchos beneficios: sufres menos, pierdes menos el tiempo, tienes más resultados.

Pero una vida carretera también tiene problemas:
Sufrir menos lleva a alegrarse menos por lo bueno
Es aburrida.
Es predecible.
Además, como todos tus días son iguales, el tiempo pasa volando. Al final del año, con suerte te acuerdas de un puñado de eventos importantes.

Mi vida, ahora que viajo en bicicleta hace varios meses, es distinta.
La rutina es inexistente. Todos los días son distintos. Conozco nuevos lugares y nuevas personas, y pruebo nuevas comidas. Estoy en un estado de asombro constante.
Nunca sé dónde dormiré antes de que empiece a ponerse el sol.
Tengo problemas que solucionar casi todos los días. Y cuando los arreglo, grito de alegría.
Tengo desafíos físicos todos los días. Montañas que cruzar, viento en contra, frío/calor, lluvia, caminos malos, y otros.
Paso por el infierno, para disfrutar más del cielo.
Sufrimiento voluntario para ser feliz.

La vida de un cicloturista está llena de altibajos. No solo estoy hablando de la pendiente del camino, sino que también de mis emociones.
Y pasar por las emociones malas es, precisamente, lo que me lleva a disfrutar de lo bueno.

A esta vida, yo la llamo «vida montañosa».

Al igual que la «vida carretera», la vida montañosa también tiene dificultades:
Sufres más
Es más fácil perder el tiempo
Cuesta obtener resultados en algo que requiere rutina (buena salud, trabajo, etc)
Y a veces un exceso de incertidumbre puede ser agobiante.

Y también tiene inmensos beneficios:
Los momentos alegres son más alegres.
Es emocionante.
Es impredecible. Nadie quiere ver una película en donde sabes qué pasa al final.
Estas inmerso en una aventura. Y como todos los días son distintos, sientes que el tiempo pasa más lento, y tu memoria funciona mejor.

¿Cuál vida es mejor? ¿La «vida carretera» o la «vida montaña rusa»?

No sabría decir cuál es mejor. Como dije anteriormente, ambas tienen cosas buenas y cosas malas.

Me gusta pensar que existe un balance intermedio entre una «vida carretera», y una «vida montañosa».
Una vida en la que no buscamos alcanzar orden y perfección, sino una mezcla entre estabilidad y desorden.
En donde tenemos rutina, y a la vez incertidumbre.
Una en la que tienes tiempo para trabajar, leer, y esas actividades cotidianas que te gustan. Pero a la vez tienes desafíos que no sabes si serás capaz de controlar.
Una vida con aventuras todos los días aventuras a diario.

No busquemos una «vida carretera». Es imposible de alcanzar, y muy aburrida.
Busquemos un balance entre «vida carretera» y «vida montañosa».
Ese balance nos llevará a una vida extraordinaria.

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Juan Pablo Toro
Juan Pablo Toro

Autor Deportista Nómade

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