Mi amigo Calamardo

Antes de viajar, prometí que jamás sería de esas personas que le ponen nombre a su bicicleta. No quiero encariñarme con cosas materiales.

Pero no pude evitar darle nombre a esa voz negativa que vive dentro de mi cabeza: mi amigo Calamardo.

Mi amigo Calamardo es todo un personaje. Aquí va una pequeña descripción de él:

Calamardo es una de las muchas voces que viven dentro de mi cabeza. Se comporta sorprendentemente parecido al calamar de Bob Esponja (de ahí el nombre), y es posiblemente la voz más poderosa de todas.

Mi amigo Calamardo. Un tipo difícil de soportar

Acepté a Calamardo como mi amigo por la única razón de que vive dentro de mí, y jamás me podré deshacer de él. Es parte de mi esencia.
Pero más que nada es uno de esos amigos que estoy obligado a tener, más que un amigo que quiero tener.
El tipo es un desagrado. Su misión en la vida es recordarme una y otra vez que todo me sale mal, que soy un fracasado, y que nunca lograré alcanzar mis metas.
Si llega a surgir una señal de optimismo por parte de alguna otra voz de mi cabeza, Calamardo se asegura de entrar en la escena y darle una paliza. Cualquier idea o plan que se me ocurra, a Calamardo le parece una estupidez.

Además, Calamardo se siente incómodo todo el tiempo: se queja frente al más mínimo dolor, se preocupa por la más ridícula de las noticias, y se impacienta por todo. Podría pasar todo el día quejándose por problemas que no existen.
¿No dormí suficiente? Calamardo se hace cargo.
¿No he comido en horas? Bienvenido Calamardo.
¿El sillín de la bicicleta es incómodo? Seguro Calamardo tiene algo que decir.

Una de las cosas que menos me gusta de Calamardo, es que muchas veces no me permite apreciar los buenos momentos.
A veces me encuentro pedaleando en medio de un paisaje increíble. Campo, montañas y un cielo despejado. Pero como hay viento en contra, Calamardo grita y grita sin parar, impidiendo que pueda parar a disfrutar de mi entorno por un segundo.

¿Que qué cara pongo cuando Calamardo se adueña de mi cabeza?

Otra cosa que no me gusta de Calamardo: no sé qué es lo que quiere. No sé cómo llegó a mi cabeza, ni tampoco sé por qué está ahí.
Me encantaría saber cuáles son sus motivaciones. A veces pienso que su misión en la vida es destruirme.
Lo que sí sé, es que, si escucho sus consejos, siempre me recomienda hacer cosas que me hacen sentir pésimo: quedarme sentado en el sillón viendo tele, perseguir sueños que no me apasionan, buscar un trabajo seguro y una vida aburrida, rendirme en medio de un desafío físico, y muchas otras.

No hay nada peor en mi vida que hacerle caso a Calamardo. Cada vez que lo escucho o sigo sus consejos, me siento enfermo. Siento como que estoy yendo por un mal camino. Me convierto en un idiota nivel Peter Parker cuando se pone el traje de Venom.

Director Sam Raimi Thinks Spider-Man Memes Are Hysterically Funny
Cuando Calamardo se apodera de mí soy como Peter Parker malvado en SpiderMan 3. Pero sin bailar tan bien.

Cada vez que Calamardo gobierna mis pensamientos y acciones, soy una persona que sufre. No soy feliz. Así que si me preguntas si soy una persona feliz, yo te respondo “Sí. Soy feliz. Siempre y cuando Calamardo no esté presente”.

me sacaron esta foto una vez cuando Calamardo no estaba en mi cabeza

Dicho todo esto, siendo que soy una persona tan feliz cuando Calamardo no gobierna mis pensamientos, hace un par de meses decidí fijar un nuevo objetivo para mi viaje actual: derrotar a Calamardo a como dé lugar.

Mis horas de bicicleta por el desierto de Irán se convirtieron en un estudio de la mente. El paisaje, aburrido como zapato, ayudaba al no tener vistas que me pudieran distraer de mi análisis.
Empecé a observar a Calamardo en detalle.
Escuché cada basura que salía de su boca.
Estudié su rutina. Por qué algunas veces aparece a molestar, y otras veces no.
Qué es lo que me ayuda a que no esté.
Poco a poco fui descubriendo secretos de él.

Lo aburrido es que es pedalear por Irán permite observarse a uno mismo en detalle

Mis descubrimientos preliminares sobre Calamardo:

1)Existen prácticas básicas que previenen que Calamardo tome el poder.

Hay ciertas prácticas saludables que, si me preocupo de llevar a cabo todos los días, Calamardo se va de vacaciones:
Dormir.
Comer saludable.
Actividad física moderada.
Meditar.
Escribir en un diario.
Juntarme con buena gente.

Pero esto lo sabía desde antes del viaje. No es interesante.
Lo que yo quería, era saber cómo derrotar a Calamardo cuando estoy fuera de mi zona de comfort. Cuando las cosas me están saliendo mal.
Cuando llevo ocho horas seguidas pedaleando con viento en contra.
Cuando no siento mis pies por el frío que hace.
Cuando estoy mojado por la lluvia.
Cuando me duele el culo por el sillín.
Cuando tengo una herida por el roce en esos sectores donde nunca llega el sol.
Cuando tengo hambre y/o sueño.
Cuando tengo un problema difícil de resolver.

Es super fácil controlar a Calamardo cuando todo está saliendo bien. El verdadero desafío es controlarlo cuando las cosas están saliendo mal.

2) A Calamardo le gusta la rutina.

Durante mi viaje en bicicleta, siempre aparece en las mismas situaciones: Cuando despierto en las mañanas
Cuando hay viento en contra.
Cuando estoy en medio de una subida.
Cuando estoy en un camino malo.
Cuando hace frío, cuando tengo hambre.
Cuando hay muchos camiones en el camino.
En otras palabras, Calamardo aparece cada vez que las cosas no están tan bien como a mi me gustarían. Sólo basta con una cosa que esté saliendo mal para que él empiece a quejarse.

3)Nunca podré deshacerme completamente de Calamardo

Este fue un descubrimiento difícil de aceptar.
Me hice la siguiente pregunta: ¿Qué pasa si deshacerse de Calamardo para siempre es una tarea biológicamente imposible de lograr?

Sin contar esas historias de monjes budistas legendarios que se iluminan en las montañas, nunca he escuchado de una persona libre de sufrimiento.
¿Qué me hace pensar que yo seré el primer occidental de la historia en dejar de sufrir?
Hasta el Dalai Lama dice en su libro «El arte de la felicidad» que una de las mejores decisiones que podemos tomar es aceptar el sufrimiento como parte de nuestras vidas en vez de tratar de evitarlo.

Al buscar derrotar a Calamardo para siempre, me estaba fijando una meta imposible de lograr.
Consideré la opción de irme por un par de décadas a meditar a una cueva del Himalaya con una túnica roja, pero la descarté de inmediato. Me gusta demasiado la cultura occidental y los tallarines con salsa de tomate como para hacerme monje.

Decidí fijarme una nueva meta: ¿Qué pasa si, en vez de buscar derrotarlo para siempre, diseño una estrategia para vencerlo cada vez que aparezca?

Eso me gustó más. Aprender a pelear contra Calamardo para ganarle todos los días.

Descubriendo la estrategia final para derrotar a Calamardo

Pasaron semanas en las que probé todo tipo de tácticas.
Sonreír y mantener lenguaje corporal positivo.
Repetir Mantras.
Meditación sobre la bicicleta.
Cantar en voz alta.
Etc.
Algunas de esas tácticas le hacían daño a Calamardo, pero ninguna de ellas lo mandaba a dormir por el resto del día.

Finalmente, descubrí un nuevo patrón.
Todos los días, a las 5 de la tarde, cuando ya llevo horas y horas andando en la bicicleta y estoy cerca de parar a descansar, Calamardo no está.
Lo sé. Es algo difícil de creer. Justo en la hora en la que estoy más cansado y me siento más incómodo, Calamardo se va a dormir.
Hace frío, estoy cansado, y me duele todo, pero no hay una voz quejándose en mi cabeza.
Cuando Calamardo no está, pierdo la noción del tiempo. Me enfoco más en los detalles. Siento paz. Fuerza. Como si nada me pudiese vencer. Veo a mis alrededores, y disfruto del atardecer.
Cuando Calamardo no está, la vida es buena.

Este descubrimiento fue la pieza que faltaba en el puzzle.
Existe una sola forma de derrotar a Calamardo: mediante el agotamiento.

En otras palabras: enfrentarlo, y permanecer en la pelea hasta que él se rinda por lo cansado que está. Y se vaya a dormir.

En el momento que se me ocurrió esta estrategia, supe que era la correcta. Hacía sentido. Desde ese entonces la aplico todos los días, y funciona.

Ganar por agotamiento me gusta por dos razones.
La primera razón, es que se siente bien no estar tratando de encontrar atajos cuando se trata de algo tan importante como dominarse a uno mismo.
La segunda, es que ganar por agotamiento es la estrategia que usa mi ídolo Rocky Balboa para ganar sus peleas de box. Llevar al rival hasta el último round. “Going the distance”.

Rocky Balboa en el round 14, agotando a su rival

¿Pero cómo se le gana a Calamardo por agotamiento?

Muy simple. Lo único que tienes que hacer es lograr que Calamardo se sienta “escuchado”, al mismo tiempo recordando que nada de lo que tiene para decir es relevante. Continúas con tu vida, confiando en que lo que haces está bien.
Es la misma actitud que tiene un papá cuando está escuchando la historia sin sentido que le está contando su hijo de cinco años.
Es la misma actitud que tiene esa señorita del Servicio al Cliente cuando tú le cuentas todos tus problemas. Ella te escucha, pero al final del día no hace nada por ti.

Lo que sea que Calamardo diga, tú te sigues moviendo.
Llega un minuto al final del día en el que Calamardo no tiene más energía. Lleva todo el día gritando, y tú no le has hecho caso en nada de lo que dice. Se da cuenta que no le conviene seguir peleando, porque sabe que no va a ganar. Decide ir a acostarse, y despertar energizado al día siguiente. Quizás mañana tú despertarás cansado y más débil, y él te destruirá.

El día de molestar a Calamardo, llegó el 15
Calamardo cuando ya lleva todo un día quejándose sin que yo lo escuche

Nunca venceré de una vez por todas a Calamardo. Es una batalla de todos los días. Una de las pocas batallas que vale la pena pelear para ganar a como dé lugar. Porque ese es el camino para una vida extraordinaria.

Así que, desde que sé que tengo que pelear contra él todos los días y que también sé cómo ganarle, mi día a día mientras viajo en bicicleta es más o menos así:

Despierto en la mañana. Estoy cansado por el día anterior. Calamardo aparece de inmediato, y me sulica que descanse. Yo le respondo que no, y me levanto. Él me deja tranquilo hasta que preparo todo y empiezo a pedalear.

Frente a la más mínima molestia, Calamardo aparece de nuevo. Yo sufro y sufro, hasta que noto su presencia, y recuerdo que tengo que vencerlo. Le digo “¡¡HOLA CALAMARDO!!, y eso suele comenzar la batalla.

La pelea dura todo el tiempo que esté sobre la bicicleta. A veces, me deja descansar cuando paro a almorzar. Otras veces no.

Las tardes son más fáciles. Mi cuerpo está más cansado, pero Calamardo también. Su voz es más y más débil. Leva todo el día tratando de tomar el poder, pero no le he hecho caso.

Finalmente, Calamardo se rinde. Se da cuenta que le conviene ir a acostarse y tratar de vencerme al día siguiente.
Por mi parte, no sé si seré capaz de ganarle o no mañana. Quizás despertaré más fuerte. O quizás despertaré débil, y él ganará. Pero no importa. Es momento de celebrar mi victoria.

Esas horas en las que Calamardo no está son lo mejor de mi vida. Se siente como que tuve una victoria no sólo física y mental, sino también espiritual. Salí de mi zona de confort, y triunfé. Ahora toca disfrutar del premio.
Disfruto de la calma que siento dentro de mí.
No importa si hace frío o calor. Ya nada molesta.
Disfruto de la naturaleza a mi alrededor. Me fijo en el viento, en el cielo, en los árboles, en los pájaros.
Me digo a mí mismo: “Aaaaaah, así que así de linda es la vida cuando no tienes una voz que se queja todo el tiempo”.

Una foto mía post derrota de Calamardo. El físico está destruído, pero el espíritu intacto

Sé lo que estás pensando, querido lector.
¿Por qué alguien se molestaría en vencer a una voz tan insoportable?
¿Tantas horas de pelea y de incomodidad, solo para sentir un poco de calma al final del día?
¿No es más fácil quedarse en la casa, cómodo, con una mente más estable?

Te respondo con otra pregunta:

¿Existe otra pelea más importante de ganar que la que tenemos dentro de nosotros?

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Juan Pablo Toro
Juan Pablo Toro

Autor Deportista Nómade

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3 comentarios

  1. Morí de la risa con el ejemplo de la señora que te escucha en atención al cliente jajaja «Ella te escucha, pero finalmente no hace nada por ti», completamente cierto y chistoso. Quizás no hace nada concreto, pero el solo hecho de escucharte o hacer como que te escucha puede que sea un avance o aporte importante.

    Sobre Calamardo, sorprende saber que todos tenemos uno. A veces podemos pensar que es algo individual, pero conversando con más personas uno sabe que todos tienen sus propias batallas diarias. Debe ser algo inherente del ser humano. Al final todo se reduce a los hábitos desarrollados para tener autodisciplina lo que genera que cada vez sea más facil vencer a Calamardo.

    Tienes alguna sugerencia para trabajar la autodisciplina?
    Has identificado algún momento o circunstancia en que te es particularmente más difícil vencer a Calamardo?

    Saludos Torito, no pares jamás de vencer a Calamardo en búsqueda de esa vida extraordinaria!

    1. Hola chile!!
      Cómo está tu relación con tu propio calamardo?
      La verdad es que no me siento calificado para dar consejos sobre autodisciplina. Pero lo que a mí me ha servido es dividir tareas en partes tan pequeñas como sea posible.
      Sobre situaciones en las que es difícil vencer a Calamardo: cuando descuido cualquiera de los hábitos básicos (comer bien, dormir, hacer ejercicio, etc)
      Un abrazo!!

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