Hace mucho tiempo que quería escribir sobre el sufrimiento. No sólo porque me parece un tema muy interesante y que nos involucra a todos, si no que además quería ponerme a prueba.
¿Soy o no capaz de escribir lo que pienso del sufrimiento? Si no soy capaz, significa que no tengo claras mis ideas.
En este artículo quiero intentar responder tres preguntas:
¿Por qué existe el sufrimiento?
¿Cuál es el gran problema del sufrimiento?
¿Cómo podemos usar el sufrimiento para mejorar nuestras vidas?
¿Por qué existe el sufrimiento?
Me empezó a obsesionar el «por qué» del sufrimiento un día que me encontraba leyendo historias de sobrevivientes del Holocausto.
Décadas después de todo el martirio que tuvieron que pasar en los campos de concentración, un periodista les preguntó a un grupo de sobrevivientes acerca de cuál había sido el mejor día de sus vidas.
Muchos de ellos respondieron que el día más feliz de sus vidas fue cuando fueron liberados del campo de concentración.
¿No te parece impresionante? No mencionaron el día que se casaron, o cuando vieron nacer a su hijo/a, o cuando se gradaron de la universidad, o quién sabe qué.
Eligieron el día en que el sufrimiento más grande de sus vidas se acabó.
Cuesta creerlo, pero a la vez no. Hace sentido.
Seguí investigando. Esta vez, estuve escuchando historias de pacientes que sobrevivieron al cáncer. Cada uno de ellos te toca el corazón con sus relatos.
Pero lo que más me sorprendió de todo, es que habían ciertas afirmaciones que se repetían una y otra vez:
«El cáncer me ayudó a aprender a apreciar los pequeños detalles» Ej: poder moverse, poder estar al aire libre, poder disfrutar una comida, poder ir al baño sin que alguien te acompañe, etc.
«Si tuviera que repetir todo el proceso, no cambiaría nada».
¿Me están diciendo que, si a estas personas les dieran la oportunidad de volver al pasado y saltarse el infierno que vivieron por el cáncer, rechazarían la oferta?
Nuevamente, cuesta creerlo. Y nuevamente, hace sentido.
En otras palabras, esta gente valora el sufrimiento por el que tuvieron que pasar.
Tanto los que sobrevivieron al Holocausto como los que sobrevivieron al cáncer tienen algo en común: su felicidad vino después de haber pasado por una época de sufrimiento.
Otros ejemplos de gente que disfruta después del sufrimiento:
La persona que encuentra un trabajo después de meses endeudado y sin empleo.
La persona que renuncia a su trabajo después de años de infelicidad.
La persona que encuentra una pareja después de años estando soltero/a.
La persona que se divorcia después de años de un mal matrimonio.
Felicidad después del sufrimiento.
Empecé a pensar en mi propia vida.
Nunca he tenido cáncer u otra enfermedad terminal, así que no pretendo comparar el dolor que he pasado con esta gente tan valiente. Pero he tenido suficientes operaciones e idas a la urgencia como para decir que algo he sufrido.
En mi casa se ríen de todas las veces que me han tenido que llevar a la clínica.
Empecé a pensar en los mejores días de mi vida.
Se me ocurrieron varios momentos valiosos: aventuras que tuve viajando, triunfos deportivos, juntas memorables con los amigos y la familia, el día que terminé mi primer retiro Vipassana, el día que me gradué, y otros.
Pero hay dos momentos que, sin lugar a dudas, son los que recuerdo con más alegría.
1)Diciembre de 2016: El día posterior a una operación de urgencia que tuve porque se me perforó el intestino delgado.
Estaba acostado en la cama de la clínica. El dolor, insoportable. Con suerte podía caminar para ir al baño. Y se me habían arruinado todos los planes que tenía para el verano.
Sin embargo, a pesar de mi estado de salud, pocas veces me he sentido tan bien. Sabía que la había tenido cerca, así que me sentía agradecido por el sólo hecho de estar vivo.
Además, toda mi familia me fue a ver. Mis papás, mis hermanos, mis abuelos, mis tíos, mis primos.
Tengo que admitir que era raro tener peor salud que mi abuelo de casi 90 años. Él de pie, yo acostado.
Mis amigos también fueron a verme. Uno de ellos trajo cartas para jugar «Uno», y al rato les tuve que pedir que se vayan porque pensé seriamente que me matarían de la risa.
2)Junio de 2019: El día que el doctor me dijo que mi lesión en la muñeca había sanado.
Un año y tres meses previo a esto, mi muñeca empezó a doler como nunca. Empecé a ir al doctor dos veces a la semana por meses, y pasé por quién sabe cuántas sesiones de kinesiología. Nada ayudaba a disminuir el dolor.
Traté con terapias alternativas. Acupuntura, quiropraxia, y hasta me puse imanes alrededor del cuerpo. Pero no había caso. El dolor no se disipaba.
Las cosas empeoraron un día en que le dije al kinesiólogo: «Seamos positivos. En el mejor de los casos, ¿Cuánto tiempo me queda para volver a jugar tenis? ¿Dos meses? ¿Seis meses?»
Él me respondió «Nunca volverás a jugar».
Me desplomé en la camilla.
Después de eso, perdí toda mi confianza. Rápidamente fui cayendo en un espiral de lesiones a lo largo de todo mi cuerpo. En un par de meses me lesioné el tendón de Aquiles, me quebré el menisco en mi rodilla derecha (que me tuve que operar), y me dio pubalgia.
Pasé por mi propio infierno. El único momento del día que no sentía dolor, era cuando dormía.
Poco a poco, fui cambiando mi mentalidad frente al problema. Me hice responsable de lo que me estaba pasando. Empecé a comer más sano, a elongar, a hacer yoga, a meditar. Prácticas que me hacían más sentido que ponerse agujas en la frente, o imanes en la espalda.
Finalmente, luego de más de un año en lo que lo único que soñaba era estar sano, el doctor que me venía tratando revisó mi última resonancia magnética y me dijo que mi muñeca había sanado por completo. Y que podía volver a jugar tenis.
Volví a mi casa y lloré de felicidad por horas.
Entonces, mi respuesta a por qué existe el sufrimiento es la siguiente:
El sufrimiento es el infierno por el que necesariamente tenemos que pasar para poder disfrutar del cielo.
Esto es lo que algunas personas llaman «el principio de contraste». Sólo se aprecia realmente lo bueno cuando has pasado por lo malo.
Necesitamos de lo malo para tener un punto de comparación. Para saber qué tan valioso es lo bueno.
Es parte de nuestra naturaleza dejar de apreciar lo bueno cuando lo damos por sentado.
No sabemos valorar nuestra salud hasta que la perdemos.
No sabemos apreciar nuestra familia y amigos si no hemos pasado un tiempo lejos de ellos, o si nunca hemos perdido a alguien cercano.
No sabemos apreciar la comida y el agua si nunca hemos pasado hambre y sed.
No sabemos apreciar nuestras posesiones si no sabemos lo difícil que fue conseguirlas a través del trabajo.
Es una de las gran maldición del ser humano.
Lo único que deseamos es dejar de sufrir. Una vida sin problemas.
Pero si, en un caso ideal, alcanzamos una vida sin problemas, no la sabemos apreciar, ya que necesitábamos del sufrimiento para ello.
Y siendo que necesitamos del sufrimiento para apreciar lo bueno,
¿Cuál es el gran problema del sufrimiento?
No es un solo gran problema. Son dos grandes problemas.
1)No importa cuánto sufrimiento tuviste en el pasado. Tarde o temprano, te vuelves a acostumbrar a lo bueno.
Si existe Dios y tiene sentido del humor, esta es una de sus bromas más pesadas.
Cuando sané de la operación del intestino, pasé por meses de alegría máxima.
No me importaba cómo me iba en la universidad o cualquier otra de esas metas que por lo general me importaban.
Lo único en lo que pensaba era que estaba sano. No necesitaba nada más.
Pero cuando ya llevas varios meses sano, se te olvida el infierno por el que pasaste. Poco a poco, vuelves a dar por sentado tu buena salud, y llegan esos otros problemas superficiales que tenías desde antes.
Lo mismo me pasó con la muñeca.
Pasaron meses en los que cada vez que jugaba tenis era la persona más feliz del mundo, sin importar si ganaba o perdía.
El sólo hecho de poder jugar, siendo que me dijeron que jamás lo haría, me parecía un milagro.
Pero, lamentablemente, volví a acostumbrarme a mi buena salud. Ya no la disfrutaba.
Sé que esto no sólo me pasa a mi. No he revisado la ciencia que hay detrás, pero aseguraría que acostumbrarse a lo que tenemos es otra maldición más que tenemos todos los humanos.
La única solución a este problema es recibir dosis de sufrimiento periódicas que nos recuerden que lo que tenemos es valioso.
2)No importa cuánto te digan que algo que tienes es valioso. Tienes que sufrir tú mismo para aprender a disfrutarlo.
Jamás vas a apreciar lo que ya tienes sólo porque alguien te hizo ver que era valioso. No importa cuánto te lo digan o cómo te lo digan.
Un ejemplo de esto es cuando eras niño y te decían: «Agradece que tenemos comida en la mesa. Hay niños en África que pasan hambre todos los días». No importa cuánto te lo repitan, la comida te seguirá pareciendo igual de insignificante.
La vida sería más fácil si pudiésemos aprender a apreciar lo bueno a través de historias que nos cuentan.
Pero no es posible.
Cuando se trata de realmente apreciar lo que ya tenemos, las palabras no sirven.
Tenemos que sufrir.
Quizás estás pensando «¡Ey! Pero yo nunca me he enfermado o tenido lesiones, y aun así disfruto de tener salud todos los días».
Sí, es posible que la disfrutes.
Pero ni te imaginas cómo podrías llegar a disfrutar tu salud cuando la has perdido por un tiempo.
En resumen, he dicho lo siguiente:
El sufrimiento es necesario para poder disfrutar de lo bueno.
Necesitamos sufrir cada cierto tiempo para no volver a acostumbrarnos.
No importa cuánto te digan que lo tienes todo. Tienes que sufrir tú mismo para apreciar lo que ya tienes.
Dicho esto, salió la pregunta más importante:
¿Cómo podemos usar el sufrimiento para mejorar nuestras vidas?
Por favor, si leíste todo el artículo hasta ahora, no te rompas la pierna voluntariamente para recordar lo valioso que es caminar.
Y por favor no quemes tu casa para apreciar lo valioso que es tener una cama y un techo.
Existe una técnica para sufrir sin la necesidad de tener que pasar por un accidente o una catástrofe. Y es la siguiente:
Sufre voluntariamente para volver a disfrutar lo que sea que ya estás acostumbrado, pero sin hacerte daño.
Sufrimiento voluntario para ser feliz.
Ojo: por favor lee de nuevo la parte de «no hacerse daño». Si es que llegas a ese nivel, te estás perjudicando, no ayudando.
Esta técnica se explica mejor con ejemplos:
Para recordar lo valioso que es tener salud, sufrimos voluntariamente a través de hacer deporte.
Cuando se trata de usar el deporte como medio para sufrir voluntariamente, me enfocaría en esos ejercicios en los que uno no lo pasa tan bien en el momento que lo haces.
Por ejemplo, cuando vas a esquiar, la bajada es un placer para tus piernas. Y cuando juegas tenis, disfrutas de cada golpe.
Pero cuando trotas, o subes un cerro, o vas al gimnasio, mientras lo practicas estás sufriendo.
Cualquier persona que te diga que disfruta tener una pesa de 80 kilos a punto de aplastarle el pecho, o cualquier persona que te diga que disfruta tener dolor en todo su cuerpo en el kilómetro 30 de una maratón, está mintiendo. Esa persona está sufriendo.
En el momento se siente mal, ya que la actividad es todo un desafío físico. Pero al final, se siente increíble. Disfruta del solo hecho de poder estar de pie. De tener la salud para hacer algo difícil.
Para recordar lo valioso que es la comida, sufrimos voluntariamente a través del ayuno.
Está de moda hacer ayuno intermitente.
Acá hay que tener mucho cuidado. Pero todos podemos recibir uno que otro beneficio de pasar unas cuantas horas sin comer.
Para recordar lo valioso que es nuestra familia y amigos, sufrimos voluntariamente alejándonos de ellos por un tiempo.
Uno de los mejores beneficios de salir a viajar. Pocas cosas se sienten tan bien cuando vuelves a tu casa después de un largo tiempo.
Para recordar lo valiosas que son nuestras posesiones, sufrimos voluntariamente abandonándolas por un tiempo.
Sal a acampar a las montañas, sin señal.
O sal a viajar muy ligero, con menos de lo que necesitas.
Para recordar lo valioso que es nuestro tiempo libre, sufrimos voluntariamente haciendo cosas que no podemos evitar.
Este es el único beneficio que conozco de hacer trámites, o tener un trabajo demandante.
Debemos recordar una y otra vez la gran paradoja del sufrimiento: Si buscas evitar el sufrimiento, sufrirás. Si tú vas al sufrimiento, dejarás de sufrir.
No tiene sentido evitar algo que es inevitable. Conviene enfrentarlo.
Sufrir voluntariamente para ser feliz.
¿Y qué hay del sufrimiento involuntario?
También es parte de nuestras vidas, y está fuera de nuestro control.
Lo único que podemos hacer es aceptarlo, y prepararnos física y mentalmente para enfrentarlo.
El sufrimiento voluntario, en este caso, es un campo de entrenamiento para el sufrimiento involuntario.
Sufrir haciendo deporte nos mantiene fuertes para cuando perdamos la salud por accidente/enfermedad.
Hacer ayuno nos prepara para cuando falte comida.
Ducharse con agua fría nos prepara para aguantar mejor el frío.
Vivir por mucho tiempo en carpa nos prepara por si alguna vez lo perdemos todo.
Pasar tiempo solo nos prepara por si algún día estamos obligados a estar solos.
No busquemos una vida llena de comodidades en la que sale todo bien.
Es irreal, y no la disfrutamos.
Busquemos una vida con altibajos.
Busquemos una vida en la que sufrimos voluntariamente para disfrutar de lo bueno, y prepararnos para lo malo.
Sal a trotar bajo la lluvia.
Ensúciate.
Pasa frío y calor.
Levanta cosas pesadas.
Explora tus límites.
Para terminar, una frase del Dalai Lama en su libro «El arte de la felicidad»:
«La negativa a aceptar el sufrimiento como algo natural puede conducirnos a considerarnos víctimas y a echar a los demás la culpa de nuestros problemas, una receta segura para llevar una vida desdichada«.
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