Paraíso Omaní, y una reflexión sobre el Hijab

Mi viaje en bicicleta por Omán me trajo un solo problema: fue demasiado perfecto. Tan perfecto, que no tengo historias para contar.

Verás, para poder contar una historia entretenida, es clave tener algo de conflicto. Un problema a solucionar. Algo que te haga pararte de la silla de los nervios.
En Omán no tuve problemas, así que no tengo historias para contar.

Cuando digo que fue demasiado perfecto, no estoy exagerando.

¿Los paisajes? Lindísimos. Vas pedaleando por un desierto lleno de montañas, y cada ciertos kilómetros encuentras un pueblito con casas hermosas y llenas de palmeras, que generan un contraste perfecto.

¿La comida? Exquisita. Probé como veinte platos distintos, todos deliciosos. Y algo entretenido de la cultura omaní es que se come hasta el arroz con la mano. Para un occidental con manos torpes como yo, es todo un desafío.

¿La gente? Compiten con los turcos en el primer lugar de la gente más simpática que he conocido. Relajados. De buen corazón.
Mi amigo Saeed, a quien conocí en Turquía, me invitó cuatro noches a su casa. Me llevó a museos, a restoranes, a que unos peces limpiaran mis pies, a bañarme en una poza en las montañas, a conocer a su familia y sus amigos, y otros panoramas que no puedo mencionar.
Cuatro días de sólo pasarlo bien, comer y descansar. Pocas veces me he sentido tan bien recibido. ¡Y no me dejó pagar nada!

¿Qué más? Caminos bien pavimentados, decentes para andar en bicicleta. Autos que mantienen distancia cuando pasan junto a ti. Playas paradisiacas. De las mejores noches de camping que he tenido. ¡Y siento que se me olvidan detalles!

No voy a escribir historias de Omán. En cambio, quiero tocar un tema controversial: el uso del hijab.

En este artículo quiero reflexionar cómo ha cambiado mi punto de vista con respecto al Hijab antes y después de haber visitado el Medio Oriente.
Con Hijab, me referiero a que las mujeres musulmanas tengan que tapar su cuerpo. Pero hay distintos tipos de velos para cubrirse:

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Sé que estoy pisando un terreno peligroso.
¿Qué tengo que reflexionar yo sobre el Hijab si soy hombre?
¿No debería mejor quedarme callado?

De la forma en que lo veo yo, el hecho de que sea hombre me da unos cuantos puntos a favor para hablar de este tema:

1)Al ser hombre, tuve la oportunidad de conversar sobre el Hijab en varias ocasiones con hombres musulmanes. Los que, supuestamente, vendrían siendo los opresores.
Aprendí muchísimo. Es posible que algo así habría resultado más difícil siendo mujer, pero no estoy seguro.

2)Al ser hombre, no estoy automáticamente en contra del Hijab.
Como me cuesta ponerme en los zapatos de una mujer que tiene que cubrir todo su cuerpo, me acerco al tema con curiosidad y muchas preguntas, más que rechazo automático.
Con mucho interés en tratar de entender cómo se justifica algo como el Hijab, y a la vez sin ánimos de juzgar.

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Vayamos al grano. Primero voy a explicar qué pensaba sobre el Hijab antes de conocer el Medio Oriente, y después voy a explicar cómo cambió mi opinión sobre el Hijab después de haber recorrido países musulmanes como Turquía, Irán, Emiratos Árabes Unidos y Omán.

Opinión antes de viajar por el Medio Oriente.

Me imaginaba al Hijab como una de las cosas más terribles y sin sentido del mundo. Machismo en todo su esplendor. Una fábrica de sufrimiento para todas las mujeres que son forzadas a cubrirse por completo.

Me imaginaba hombres malvados y machistas. Extremistas religiosos que siguen al Koran sin pensar.
Hombres que no piensan en el prójimo, y menos aún en el bienestar de las mujeres. Hombres que miran a la mujer como un objeto.

Me imaginaba a las mujeres musulmanas como personas infelices, tímidas y oprimidas. Mujeres suplicando por alguien del mundo occidental que pudiese ayudarlas a combatir contra esta injusticia.
Me imaginaba a un 100% de la población femenina intentando liberarse de esta prisión sin sentido.

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¿Qué fue lo que en realidad vi en países musulmanes?

Primero que nada, desde el momento en que salí de Estambul para empezar mi viaje en bicicleta me sorprendí al encontrarme con gente inmensamente bondadosa.

Los hombres machistas y mujeres oprimidas que esperaba ver resultaron ser gente liviana, muy alegre y social.

Bondad, bondad, bondad

No sabía que los seres humanos podíamos alcanzar un nivel de hospitalidad como el que vi en Medio Oriente.
En cada uno de los países musulmanes que visité me invitaron a comer, me invitaron a alojar, y me regalaron comida en el camino. Si paraba a descansar de tanto pedaleo, un auto paraba a preguntarme si necesitaba ayuda.
Pero lo que más me llamó la atención, era la naturalidad con la que ofrecían ayuda. Daba la impresión de que lo hacían sin esperar nada a cambio.

Fue difícil mantener mi prejuicio de hombres villanos y mujeres oprimidas conociendo gente así de buena por tantos meses seguidos.
Nunca pasé por un mal rato.
Nunca nadie intentó robarme.
Nunca vi opresión.

Pero no quería cambiar de opinión tan fácil.
Quizás me estaba dejando llevar por todo una actuación que los musulmanes hacen con los turistas para demostrarle al mundo que ellos son la mejor religión de todas. Algo así como en Corea del Norte, que cuando la visitas haces un tour con gente del gobierno que te muestra lo grandioso que es el país llevándote donde familias felices y bien alimentadas.
Quizás los musulmanes se portan bien cuando están con un extranjero, pero cuando están solos, tratan a las mujeres como esclavas.

Me mantuve vigiloso. Quería ser capaz de ver algún tipo de maltrato o opresión. Quería ver a un hombre perdiendo el control y olvidándose de que tenía que actuar como buena persona.
Pero nada. En cinco meses no vi nada.
Nunca vi a un hombre tratando mal a una mujer. Mas aún, lo único que percibí fue respeto hacia las mujeres.

Aproveché las buenas amistades que hice con hombres para entrar en profundidad sobre el tema.
A varios amigos les hice preguntas básicas sobre el Islam. Y una vez que ya llevábamos harto rato hablando sobre religión, una vez que ya había desarmado todos sus mecanismos de defensa, les preguntaba por qué las mujeres tenían que cubrir su cuerpo.
Me respondían siempre lo mismo:
«Un hombre jamás debería mirar a la mujer de otro hombre. Sea su mamá, su hermana, su esposa o su hija. El Hijab es una forma de eliminar tentaciones y así mantener respeto hacia ellas».

No encontré malas intenciones ni extremismos detrás del Hijab. No encontré villanos opresores. Sólo encontré hombres que nacieron en un mundo en donde el Hijab existe, aceptan este hecho sin cuestionarlo, y siguen viviendo.

También aproveché las buenas amistades que hice con mujeres para entender el otro lado de la moneda.
Cuando les pregunté sobre el Hijab, me sorprendí al encontrar tres tipos de respuestas distintas:

1)Mujeres que odian el Hijab, y estarían felices de que no existiera. Conocí sorprendentemente pocas de este tipo.

2)Mujeres que aceptan el Hijab como un hecho más de la vida. Así como nosotros los occidentales no podemos movernos por la vida sin polera porque todos nos mirarían raro, estas mujeres tienen que ponerse Hijab. En otras palabras, así son las cosas, ¿Para qué luchar contra el status quo?

3)Mujeres a quien les gusta el Hijab. Esto no me lo esperaba para nada, pero es muy común. Imagínate que eres una mujer de treinta años, y llevas toda tu vida cubriendo todo tu cuerpo. ¿Qué tan avergonzada te sentirías si un día decidieras ir a la playa en bikini? Tantos años de cubrirte te han condicionado a que la única forma de sentirte cómoda sea sin que nadie pueda ver tu lindo cuerpo.

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Conclusiones de mi paso por el Medio Oriente

Tengo tres conclusiones:

Primero: no existen villanos que fuerzan el Hijab. O al menos, si existen, están encondidos, gobernando el mundo musulmán a través de marionetas.
No sé cómo empezó esto de tapar a las mujeres, y la verdad no me importa saberlo.
Lo único que importa es que el hijab ya está instalado como una tradición religiosa muy importante de cumplir.
No existen hombres malintencionados que fuerzan el Hijab para maltratar a las mujeres.
Lo único que existe son hombres y mujeres que cumplen con el Hijab porque es una más de las reglas del Islam, por más incómoda que parezca. Es como los católicos, que tienen que asistir una hora a misa cada Domingo. Reglas que se cumplen sin pensar.

Segundo: mi nueva visión sobre las mujeres que están en contra del hijab.
Me carga usar zapatos. Si me ves en la casa o en un jardín, siempre estaré sin zapatos. Creo que los zapatos son incómodos y hacen nuestros pies más débiles, y sólo los deberíamos usar en ocasiones especiales.
Si pudiera, iría sin zapatos a todos lados. Pero me los pongo porque en el mundo todos usan zapatos. Si no los usara, me mirarían raro.
Si encontrara una porción significativa de la población a la que tampoco le gustan los zapatos, feliz me uniría a ellos para protestar con tal de que seamos libres de ir a restoranes o a trabajar sin zapatos.

Creo que el caso de las mujeres que no les gusta el Hijab es lo mismo que mi caso con los zapatos, sólo que mucho, muchísimo más incómodo y desagradable.
Estas pobres mujeres nacieron en un mundo donde se les obliga a usar el Hijab a pesar de que no les gusta, y no tienen la fuerza suficiente como parte de la sociedad para lograr cambiar las cosas. Así que tienen que seguir usando el Hijab, porque si no, las mirarán raro y se meterán en problemas.
Quién sabe. Quizás en el futuro habrán tantas mujeres en contra del Hijab, que empezarán una revolución y cambiarán esta tradición. Depende de ellas.

Tercero: el uso del Hijab es un tema complejo, con años de desarrollo.
Es una simplificación grave decir que los hombres musulmanes son machistas opresores y que las mujeres musulmanas son las oprimidas en la historia.

Como mencioné anteriormente, hay mujeres a quien les gusta el Hijab y otras que cumplen con esta regla sin pensar si está bien o no. Aceptan el Hijab como un mandato de Allah. Y los hombres promueven el Hijab porque es una regla del Islam instituida hace ya años, que además les hace sentido porque les ayuda a respetar a las mujeres.

Para terminar. Personalmente, sigue sin gustarme el Hijab. Creo que cada mujer debería ser educada para tener pensamiento crítico como para decidir qué es correcto y qué no, y a la vez debería la libertad para decidir qué vestir.
A la vez, ya no critico a la religión musulmana por cumplir con una regla como el uso del Hijab. Respeto a esta gente más que nunca, y entiendo las intenciones que hay detrás del Hijab. Sé que no son malas.

Si me preguntas si me gustaría ayudar a empezar una revolución en contra del Hijab, te respondería que eligiría no meterme.

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Juan Pablo Toro
Juan Pablo Toro

Autor Deportista Nómade

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2 comentarios

  1. Interesante artículo JP! Me queda una duda … Cuáles fueron esos otros panoramas a los que te invitó tu amigo Saeed?

    Saludos, JP!

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