No importa cómo despiertas.
No importa si despiertas con energía, o cansado.
No importa si despiertas alegre, o triste.
No importa si despiertas motivado, o con ganas de pasar todo el día en la cama.
Lo importante es levantarse y empezar a moverse.
Tomar acción, por más que cueste. La motivación llega después.
Si el desafío que elegiste es realmente difícil, siempre despertarás agotado.
Quizás los primeros días despertarás con motivación. Disfrútalo, porque esas ganas se disiparán rápido.
Con el tiempo, estarás suplicando un poco de descanso.
Todos los días estarás alcanzando tus límites físicos y mentales. Agotamiento máximo.
Aseguraría que nadie despierta saltando de alegría sabiendo que tiene que trotar 10 km por sexto día consecutivo preparándose para una maratón.
Nadie despierta con ganas de ir a ocho reuniones en un día para hacer crecer su emprendimiento.
Nadie despierta inspirado para escribir diez nuevas páginas para su novela.
En mi caso, todavía no tengo la suerte de despertar con ganas de pedalear 100 km en un día.
Me levanto de la cama sintiéndome como un zombie. Estoy de mal humor, y me duele todo. Lo único que ayuda a que me mueva, es saber con seguridad que, después de unos minutos en la bicileta, me sentiré mejor.
Siempre es así. Por más cansado que esté.
Pero si uno no tiene motivación, ¿Qué hace que tomemos acción?
Saber con seguridad que la motivación llegará rato después de tomar acción debería ser suficiente para empezar a moverse.
Pero también hay otros factores que nos ayudan a tomar acción.
Saber que estamos haciendo algo desafiante e importante para nosotros.
Saber que tomar acción nos ayudará a crecer como personas.
Saber vamos en camino a una vida sin arrepentimientos.
Saber que estamos siguiendo nuestro propio camino.
Por último, saber que pocas cosas se sienten tan bien como vencer a esa voz negativa que dice que nos quedemos en la cama.
Nada mejor que dominarse a uno mismo.
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