Sonia

Esta no es una historia de viajes, pero espero que la disfrutes.

Al día de hoy, la Sonia tiene 80 años. Viejita po! Piensa que cuando ella nació, Hitler estaba dejando la cagada en Europa. ¡Menos mal naciste en Chile y no en Polonia, Sonia!

Pero está demás decir que la Sonia no siempre fue viejita. A veces cuesta imaginarse cómo era en su juventud una persona que conoces en su tercera edad. Es como si hubiesen nacido así, viejas.

Efectivamente la Sonia tuvo infancia, y la pasó viviendo con sus papás y sus hermanos. Una familia humilde que salía adelante gracias a que todos aportaban con trabajo desde jóvenes.

Cuando la Sonia tenía catorce años, llegó a su casa una tía que llevaba en sus brazos a una guagua de un par de años. Resulta que a la tía se le había ocurrido tener demasiados niños y no había tanto espacio en su casa, así que le pidió a la mamá de la Sonia que se hiciera cargo del bebé Juan Carlos.

Quizás a ti te sonará raro que alguien entregue a su guagua así nomás, pero al parecer, a la familia de la Sonia no les importó mucho. Recibieron al niño sin pensarlo dos veces.

Desde ahí que la Sonia dice que Juan Carlos es su hermano, a pesar de que no es su hermano.

Sonia y Juan Carlos. Esos son dos de los tres nombres que te tienes que acordar para esta historia.

La cosa es que cuando la Sonia tenía dieciocho años ya estaba trabajando con mi familia. Esto vendría siendo el año 1960. No sé cómo, pero llegó a hacer trabajos de costura para mi abuela, mi bisabuela y algunas tías abuelas que al día de hoy ya deben llevar hartos años bajo tierra.

La Sonia era excelente costurera, pero a la vez se le daba muy bien cuidar a mi mamá cuando ella era tan sólo una niñita. Hace poco le pregunté a la Sonia por esos tiempos, y me decía que mi bisabuela era una mujer jodida y que me mi mamá se portaba bien, así que ella hacía lo posible para pasar poco tiempo con la vieja y más tiempo cuidando a la niñita.

La Sonia pasó los siguientes treinta años trabajando con mi abuela ayudando a mantener a la familia y la casa. En todos esos años ella nunca se casó, y se quedó viviendo con su hermano Juan Carlos y su hermana Tere. Cuando mi mamá tenía 27 y se casó con mi papá, la Sonia se fue a trabajar con ellos para cuidarme a mis hermanos y a mí. Toda una vida con mi familia. Es por eso que tengo la suerte de conocerla.

la Sonia y yo hace algunos años. Tengo pocas fotos con ella

Suficiente resumen del pasado de la Sonia. Ahora estamos en el año 1992. Ella tiene 50 años. Todavía no lo sabe, pero su vida está a punto de cambiar por completo.

En ese año, la Sonia solía ver caminar por su barrio a una joven embarazada. La Sonia y la joven no eran cercanas, pero se saludaban como buenas vecinas.

Al cabo de unos meses, la Sonia vuelve a ver a la misma joven caminar por el barrio. La diferencia, es que ahora ya no está embarazada. Y tampoco lleva a un niño consigo.

La Sonia no se la pudo con la curiosidad. Se acerca a la joven.

«Qué pasó con el niño?», pregunta la Sonia.

La joven no responde. Dominada por la vergüenza, evita cruzar miradas y se va.

Algo raro está pasando.

La Sonia necesita saber la verdad. Ahora se acerca al abuelo de la joven, y vuelve a preguntar qué pasó con el niño.

«No queremos saber nada de él. No es parte de la familia», responde el viejo, y después continúa: «Si quiere verlo, vaya al hospital».

Eso es lo que hace la Sonia. Junto a su hermano Juan Carlos, se dirigen al hospital que queda cerca del barrio. Perdiéndose entre los pasillos, eventualmente llegan a donde el niño.

Recién ahí entienden la situación.

Resulta que el hijo de la joven nació con Hidrocefalia congénita, una enfermedad en la que se te acumula mucho líquido en el cerebro al nacer, lo cual provoca todo tipo de limitaciones. Pocos días después de nacer, le dio una parálisis cerebral.

Los doctores saben que, sin importar lo que hagan, este niño jamás podrá desarrollar habilidades motrices ni expresarse como las demás personas.
Probablemente no vivirá mucho, pero si es que vive, pasará toda su vida entre una cama y una silla de ruedas, sin poder hacer nada de lo que el resto de la sociedad hace. Habrá que darle de comer, llevarlo al baño, limpiarlo, y estar a su disposición en todo momento.

Entonces, cuando la madre vio que su niño nació con una discapacidad, decidió simplificar su vida y abandonarlo en el hospital. Y su familia la apoyó en la decisión.

El niño llevaba cinco meses abandonado en el hospital. Nadie lo registró como hijo suyo.

La Sonia, al entender lo que está pasando, no se la piensa dos veces. Sabe que ella y Juan Carlos deben hacerse cargo del niño. Sino, ¿Qué pasará con él? ¡No pueden dejarlo abandonado en el hospital!

Entonces, gracias a la ayuda de una enfermera que también deseaba que alguien se hiciera cargo del pobre bebé, Juan Carlos va a la oficina de registros para anotar como hijo suyo al niño Juan Andrés. O como todos lo conocemos, Juanito.

Sonia, Juan Carlos y Juanito.

¿Te das cuenta del peso de esta decisión?

Una cosa es tener un hijo. Con tanto cuidado y atención, se nota que no es algo fácil. Por algo se dice que «ser mamá es el trabajo más difícil del mundo». Y cuando veo a mis hermanas cuidando a mis sobrinos, no puedo evitar pensar en que estoy de acuerdo con esa frase.

Otra cosa es adoptar a un niño. Requiere el mismo nivel de cuidado y atención, pero al mismo tiempo no tienes esa conexión entre madre e hijo que te otorga la naturaleza, y no tienes esas similitudes genéticas tanto en físico como en personalidad que vienen de fábrica y que te hacen sentir «yo lo entiendo porque es mi hijo».

Un nivel más allá sería lo que decidió la Sonia con Juan Carlos. Adoptar a un niño con hidrocefalia congénita y parálisis cerebral que requerirá atención completa todo el día todos los días de su vida.

¿Salir con amigas? No es tan fácil. Ahora hay que cuidar a Juanito.

¿Juntarse con la familia? Tiene que ser en la casa de la Sonia, porque es muy difícil mover a Juanito.

¿Salir a caminar por el barrio? Sólo si hay otra persona que esté con Juanito mientras lo hagas.

Sin importar lo que la Sonia y Juan Carlos quieran hacer, ahora hay que pensar en Juanito primero. ¡En un niño que llegó a la vida de la Sonia cuando tenía cincuenta años!

Y no sólo eso. Dejando de lado todo el tiempo y cuidado que Juanito demanda, uno de los desafíos más difíciles de cuidarlo es poder comunicarse con él.
Juanito, en el mejor de los casos, puede decir una o dos palabras y mover un poquito las manos. Con esas limitaciones, debes aprender a saber si Juanito tiene hambre, o si quiere dormir, o si está de buen o mal humor, o si necesita ir al baño. También puede pasar que Juanito está inmensamente incómodo en la posición que se encuentra en su silla, pero no es capaz de pedirle a la Sonia que lo ayude a moverse. Y se le terminan formando heridas en la piel.

Sé que todo esto suena difícil.
¿Cómo puede ser que la Sonia y Juan Carlos hayan elegido comprometerse con algo así?
Empiezas a entenderlo cuando conoces a Juanito en persona.

Cuando lo visitas por primera vez, lo primero que sientes es compasión y un poco de injusticia.
¿Cómo puede ser que a él le tocó nacer en esas condiciones, y a mi me tocó la suerte de poder moverme y expresarme sin problemas?
¿Cómo podemos vivir en un mundo tan injusto?

Lo segundo que sientes, es que se te llena el corazón. Si bien Juanito no se puede expresar como quisiera, sabes que quiere a la Sonia y a Juan Carlos con toda su alma, y sabes que la Sonia siente lo mismo por él. Entre ellos hay un lazo igual o más fuerte que cualquier madre podría llegar a tener con su hijo. Poder verlos a ellos juntos es un espectáculo que quieres apreciar sin interrumpir, porque sabes que es algo único. Sólo quieres sentarte junto a Juanito y la Sonia y ver cómo se tratan el uno al otro con amor.

la Sonia y Juanito

El doctor había dicho que Juanito no viviría mucho, así que la Sonia y Juan Carlos deben aprovechar cada día que estén con él. No saben cuándo se les acabará la oportunidad de cuidarlo y quererlo.

Pasa un año.

Pasa un segundo año.

Un tercero.

Un cuarto.

Juanito ya tiene cuatro, y sigue estando bien. No soy capaz de expresar a través de palabras lo lento que son cuatro años. La cantidad de cosas que pasan en ese período de tiempo. ¡Piensa por un momento en qué estabas haciendo hace cuatro años!

Los años siguen pasando. El año 2005, cuando Juanito tiene trece y yo nueve, la Sonia decide que dejará de trabajar con mi familia para dedicarse a tiempo completo a Juanito. Yo lloro y lloro y no paro de llorar, porque no puede ser que ya no veré a la Sonia todos los días. Al mismo tiempo, sé que ella tiene prioridades más importantes que estar conmigo y con mis hermanos. ¡Hay que cuidar a Juanito!

El tiempo pasa. Mientras algunos soñamos con estudiar una carrera universitaria y hacer deporte y viajar por el mundo y emprender, la Sonia se concentra en una sola cosa:
Cuidar. A. Juanito.
Y a pesar de todos los años que han pasado, lo sigue haciendo con el mismo amor y cariño, y con un poco más de paciencia. Es importante recalcar que la Sonia ya tiene una edad avanzada. No es fácil para ella levantar a Juanito para bañarlo todos los días. Requiere un esfuerzo físico inmenso.

Entre que la echo de menos y que quiero ir a ver cómo está Juanito, empiezo a ir a su casa una vez al mes. Siempre se siente como poco, y que debería ir más seguido. Pero no es fácil ir, porque cada vez que voy quedo conmocionado por ver a la Sonia y a Juanito, y a la vez me pregunto qué estoy haciendo con mi vida.

El 2017 Juanito se gradúa de la escuela para niños con necesidades especiales.

El verano del 2018 Juan Carlos muere. El funeral es tristísimo. Sí, Juan Carlos era una gran persona, y todos lo vamos a echar de menos. Pero a mí lo que más me da pena es que ahora la Sonia se quedó sola cuidando a Juanito. Si antes ya era difícil ocuparse de él, ahora la dificultad se duplicó. Ver a la Sonia llorando de pena y sintiéndose sola en este mundo es algo que no se olvida nunca.

En Diciembre del 2022 volví a Chile después de dieciséis meses de viaje. No había pasado una semana desde mi llegada, y fui directo a ver a la Sonia y Juanito.

Hace poco, la Sonia había cumplido ochenta años y Juanito había cumplido treinta.
El niño que «viviría poco» con treinta años.
La casa estaba exactamente igual que cuando me fui.
La Sonia seguía igual.
Juanito seguía igual.
Era como si el tiempo se hubiese congelado entre esas paredes mientras yo no estaba.

Le doy un fuerte abrazo a la Sonia, y después entramos a la pieza de Juanito.
«¡Juan Pablo!» me dice Juanito. ¡Se acuerda de mí!

Nos sentamos en una cama que está  al lado de la de Juanito. Escuchamos música en la radio, porque sabemos que a él le encanta.
La Sonia se ve feliz, pero triste a la vez.

Feliz, porque sabe que ha vivido una vida en la que se ha dedicado 100% entregada a los demás. Una vida con sentido.

Triste, porque se siente sola. Echa de menos a Juan Carlos. Sus hermanas y sobrinos no están viviendo en Santiago, así que la vienen poco a ver. La hermana que vive con ella, Tere, no tiene buena salud y pasa todo el día dentro de su pieza.

Intentando expresar lo que siente, me dice «No importa lo que sienta, Juan Pablo. Se acepta la situación. Hay que cuidar a Juanito. Seguir aguantando».

Pasamos un par de horas juntos. Al cabo de un rato, me despido de abrazo de ambos. Como dije anteriormente, me voy conmocionado y preguntándome sobre qué he hecho con mi vida. ¿A quién he ayudado? ¿Cómo puede ser que exista en el mundo una persona tan, pero tan buena como la Sonia?

Cuando escucho a alguien criticar al ser humano, diciendo que somos seres malvados que hacemos cosas terribles, lo primero que pienso es que esa persona no sabe que existe la Sonia y Juanito. No sabe que existe ese nivel de bondad. Y no lo saben, porque personas tan humildes como la Sonia no andan por la vida tratando de hacerse famosas y que la gente sepa de su historia. Son demasiado bajo perfil como para preocuparse de ese tipo de banalidades.

Escribí esta historia porque me gustaría que más gente sepa lo que está pasando en algunos rincones de Chile. Me gustaría que más gente sepa la historia de la Sonia, de lo que ha hecho estos últimos treinta años.

Y si ahora, que estás a punto de terminar de leer, te estás preguntando qué estará haciendo la Sonia en este mismo instante, yo te lo puedo responder con seguridad:

Cuidando a Juanito.

Juan Pablo Toro
Juan Pablo Toro

Autor Deportista Nómade

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1 comentario

  1. Amor amor amor !!! Que linda la Sonia con su corazón de oro que Juanito llegó a completar !!!! Maravillosa realidad que tantas veces olvidamos

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