Trekking en Rumania, relatado en fotos

Desde Cape Town, Sudáfrica, tomé un vuelo a Bucharest, Rumania.

Después de 8800 kilómetros de pedaleo por África estaba cansado de la bicicleta y me dolía sentarme en el sillín, así que conseguí que la amiga rumana de la ex-asistente de un fotógrafo que me alojó en Sudáfrica me guardase la bici por dos meses para que yo pudiese ir a caminar.

Durante las próximas cuatro semanas vendrían cuatro trekkings de varios días en cuatro países distintos.

El primer trekking fue Vía Transilvánica, en Rumania.

Pasé tres noches descansando en un hostal de mala muerte en Bucharest, consiguiendo un lugar donde dejar la bicicleta por dos meses y comprando lo que necesitaba para caminar.
Aproveché de comer pizza todos los días y recorrer un poco la ciudad
Bucharest tiene el edificio administrativo más grande del mundo. Sólo se usa un 30% del espacio interior
Bien grande, no sé qué más comentar
Rumanos
Tomé un tren para empezar mi trekking en un pueblo llamado Putna, a 12 kilómetros de la frontera con Ucrania. Llegué a las 11 de la noche y no tenía dónde dormir. Por suerte, unos monjes ortodoxos me recibieron y me dieron cama y comida exquisita en este monasterio
Monasterio de Putna
Empezando uno de los trekkings más famosos de Rumania: Vía Transilvánica
Rumania tiene osos. Me pasaba que los quería ver, pero al mismo tiempo no los quería ver
Vía Transilvánica será famosa y todo, pero en una semana de trekking no vi a nadie en el sendero aparte de uno que otro campesino. Cada cierto rato cantaba en voz alta para avisarle a los osos que iba pasando
Muchos monasterios en Rumania están pintados por dentro y por fuera con imágenes de santos
Todos los días de caminata terminaban en un pueblo paradisíaco donde podía comprar comida. Después volvía al bosque para acampar
Almuerzo de lujo: pan con queso, tomate y salame
Caminé aproximadamente 100 kilómetros
Este fue el último monasterio que ví. Después tomé un tren para cruzar al siguiente país: Hungría
Celebré el fin del trekking «duchándome» en esta piscina famosa de Budapest, Hungría
Juan Pablo Toro
Juan Pablo Toro

Autor Deportista Nómade

Llegada a Cape of Good Hope, y una velada interesante

¿Has escuchado alguna vez sobre las visualizaciones?

Yo no soy la persona indicada para introducirte en este tema, pero en pocas palabras, hacer visualizaciones consiste en imaginar en detalle un escenario que realmente quieres que pase en el futuro, con tal de ayudar de alguna forma a que este evento efectivamente suceda.

Menciono esto, porque a lo largo de mi viaje en bicicleta por África más de una vez me encontré completamente drenado de energía, intentando encontrar motivación de no sé dónde.
Estar así de cansado es peligroso, porque una voz dentro de mi cabeza insistía en que no sería capaz de llegar a mi meta, el cartel del Cabo de Buena Esperanza, al sur de Ciudad del Cabo.

No te das ni cuenta y terminas rindiéndote a mitad de camino.

Para callar esta voz negativa, me sentaba en silencio con cuaderno y lápiz en mano, y describía en detalle mi llegada al famoso cartel. Mi visualización era la siguiente:

«Es uno de esos días soleados, con una que otra nube en el cielo. Hay gaviotas volando en los alrededores. Debería hacer calor, pero la corriente de aire que viene del mar hace que tenga que abrigarme con un polerón. Estoy solo, pedaleando tan lento como puedo. Disfrutando los últimos kilómetros. Mi bicicleta funciona bien y no tengo heridas, lesiones o enfermedades. A unos cuantos cientos de metros a la distancia veo el cartel que dice «Cape of Good Hope», que marca el final de esta aventura. Por un momento observo mis manos sobre el manubrio, y siento el más puro agradecimiento por haber terminado este viaje sano y salvo».

Entonces, es el 21 de Julio de 2022, y me encuentro pedaleando para llegar al cartel «Cape of Good Hope».
Cinco meses y quince días en África.
8800 kilómetros de pedaleo, sin contar los otros 6500 en Medio Orientie.

Y estoy a punto de llegar al final.

El escenario es exactamente como lo describía en mi diario. Día soleado con aire fresco, bicicleta que funciona, y cuerpo sano. La única diferencia es que, en vez de gaviotas, hay avestruces.

Mi visualización se cumplió.

Me encantaría decirte que es un momento emocional. Que estoy tratando de controlar mis lágrimas de felicidad por saber que he logrado completar un desafío que fue tan difícil para mí. Pero no. Llegar al cartel que imaginé tantas veces se siente rarísimo. Tengo la mente completamente en blanco. No soy capaz de digerir que, después de 165 días con un único objetivo en mente, el trabajo está hecho.
Además, no hay nadie en el cartel para celebrar mi llegada. Cuando terminas una maratón, te reciben en la meta con aplausos y medallas. Cuando cruzas África, te tienes que contentar con saber que lo que has hecho es especial para tí.

Observo un rato el cartel, intentando sentir algo, pero después de unos minutos me rindo. Un grupo de turistas se acerca a preguntarme desde dónde vengo, y hacen cortocircuito cuando les digo que empecé en Nairobi. Me saco un par de fotos en la meta, me subo a la bicicleta, y empiezo a pedalear de vuelta.

Mi primer viaje en bicicleta por África ha terminado.

Foto en la meta

Ahora hay que celebrar en compañía. Lo bueno, es que ya tengo esta parte organizada. Una familia sudafricana que me alojó un par de semanas atrás me introdujo a Karen, otra sudafricana que vive en Simonstown y se ofreció a alojarme por esta noche. Ya debería estar acostumbrado a la hospitalidad de esta gente, pero la verdad es que me sigue sorprendiendo todos los días.
¿Cómo puede ser que reciban en sus casas a un chileno que no conocen?

Paso a ver la famosa colonia de pingüinos de Simonstown, y a continuación voy directo a casa de Karen. En la puerta me están esperando dos hombres de unos cincuenta años. Uno de ellos es Lawrence, el marido de Karen, y el otro es Keith, vecino y amigo. Me llevan a guardar la bici en un taller. Con sólo verles las caras y estrecharles la mano sé que estoy bien acompañado.

pingüinos en Simonstown

Entro a la casa, y saludo de abrazo a todos los demás.
Aparte de Lawrence y Keith, están:
Vicci, la señora de Keith;
Nicky, una amiga de Karen ;
Hannah, la hija de Karen;
Vanessa y Jeremy, un matrimonio que me comenta rápidamente que vivieron un tiempo en Chile);
y, por supuesto, mi anfitriona Karen.
Somos nueve en total.
Repito lo que dije antes: con solo verles las caras me siento bien acompañado. ¡Estoy en casa!

Después de un largo día de pedaleo huelo mal, así que decido hacerles un favor a todos e ir a ducharme.
A la salida, me siento a comer un aperitivo mientras Jeremy cocina un pescado a la parrilla. En la mesa hay queso, maní, vino, cerveza, y otras muchas bendiciones caídas del cielo que no había visto en meses.

Ahora, aquí va la parte extraña: al principio yo pensaba que me estaban agregando a último momento a una comida entre amigos que iba a pasar de todos modos, con o sin mi presencia. Pero pasan unos minutos, y algo me dice que toda esta comida ha sido organizada sólo para recibirme a mí. ¡Para recibir a un extraño!

¿Será posible que esta gente se ha juntado a celebrar el momento importante de un extraño que no han visto en sus vidas?

¿Por qué pienso que han venido a celebrar conmigo?
Porque todas las preguntas van dirigidas hacia mí. No puedo creer el interés que tienen por saber más de mi viaje. Hacen turnos para preguntarme sobre los países donde he estado, y sobre acampar, y sobre detalles de la bicicleta, y estadísticas, y anécdotas…y yo les respondo a todo con mucho entusiasmo, porque se nota que preguntan porque realmente les interesa, y no por ser educados.

Pocas veces me he sentido tan bien.

¡Pero yo también quiero saber más sobre ellos! No puede ser que pase hablando de mí todo el rato. Apenas termino una respuesta intento hacer una pregunta de vuelta, pero una y otra vez insisten en desviar la atención hacia mí. ¡Cómo pueden ser tan humildes!

Por ejemplo, cuando le pregunto a Nicky qué es lo que ella hace, me responde en pocas palabras que tiene una empresa relacionada con ciclismo y que le gusta mucho andar en mountain bike. Pero no entra en detalle. No menciona que es una de las mejores ciclistas de Sudáfrica y que ha competido en carreras durísimas que duran varios días.

O cuando le pregunto a Karen qué es lo que ella hace, me dice que administra unas tiendas y que también le gusta andar en bicicleta. No menciona que también compite en carreras similares a las de Nicky, o que lleva años tocando el piano.

Este patrón se repite una y otra vez. Parece ser que cada uno de los miembros de esta mesa hace cosas increíbles con sus vidas, pero a la vez son tan humildes, que en vez de dedicarse a hablar sobre ellos, prefieren escuchar las historias de otro.
Porque no necesitan atención.
Porque gente que ha logrado tanto en sus vidas no necesitan recordarles al resto lo especiales que son.

Poco a poco entro más en confianza, y logro que los demás me cuenten un poco más sobre ellos antes de desviar la atención hacia mí. Utilizo mi mejor repertorio de preguntas.

Jeremy y Vanessa me cuentan que les fue bien en el trabajo y se retiraron a temprana edad. Tenían que entretenerse con algo, así que decidieron comprarse un velero y aprender a navegar. Con el paso del tiempo emprendieron un viaje de tres años y medio por todo el mundo que los dejó eventualmente en nada más y nada menos que Puerto Montt, Chile. Estaban cansados de tanto navegar, así que decidieron parar a descansar por dos semanas. Esas dos semanas se convirtieron en seis meses, y esos seis meses en…

¡Nueve años!

Nueve años viviendo en Puerto Montt. Hasta se compraron un restorán donde servían asados de lujo. Me contaban también que habían millonarios de Santiago que volaban por el día a Puerto Montt sólo para almorzar ahí.

Yo escucho con asombro, y mi atención sólo se desvía cuando Keiff empieza a contar historias divertidísimas de sus viajes por trabajo. Resulta que Keiff es charlista motivacional, y viaja a todos lados trabajando con todo tipo de empresas ayudándolas a mejorar su trabajo en equipo. Se nota en él una habilidad profesional para contar historias que cautivan, y que tengo que admitir que me provocó un deseo intenso por, algún día, ser capaz de contar tan buenas historias.

Pasamos del aperitivo a comer el pescado de Jeremy. Recién me estoy dando cuenta que estoy sentado con la gente más interesante del mundo. No quiero mirar a menos mi viaje, estoy feliz por lo que hice. Pero una parte de mí insiste en que deje de hablar de mi viaje y haga todo lo posible por aprender de esta gente tan interesante.
Es una oportunidad única.

Entonces, ya te he mencionado a cinco de mis ocho acompañantes:
un charlista motivacional,
dos mujeres extraordinarias que entre otras cosas, compiten en bicicleta,
y un matrimonio que viajó por todo el mundo en velero y decidió espontáneamente vivir en Puerto Montt por nueve años.
Necesitaría semanas con cada uno de ellos para escuchar todo lo que tienen que decir, pero sólo tengo una noche.

Dado que la señora de Keiff se tuvo que ir temprano, sólo me falta saber más de Hannah y Lawrence, la hija y el marido de Karen.

Hannah tiene mi edad, y trabaja como chef. Así como todos los demás, ella es demasiado humilde como para entrar en detalle. Es necesario que otros en la mesa mencionen que Hannah es además una cantante de jazz para poder saber un poco más sobre ella.

Y por último, Lawrence. Está sentado al lado mío. Hay algo en él que me hace sentir calma absoluta. ¿Será su mirada?

Es difícil de explicar lo que voy a decir, pero es como si con solo mirar a Lawrence uno pudiese inferir que ha tenido más experiencias intensas en su vida que otros cincuenta hombres en conjunto.
Quizás es la manera en que escucha, sin la necesidad de llamar la atención. O quizás es la manera en que habla, sólo cuando tiene algo realmente valioso para decir.

 Lo único que quiero es saber más sobre él.

No sé por dónde empezar, así que le pregunto si le gusta viajar. Me responde con un sencillo «sí», y desvía la atención nuevamente hacia mí preguntándome sobre mi viaje.

No me voy a dar por vencido tan rápido. Le pregunto acerca de sus viajes en detalle. Es ahí cuando Lawrence se da cuenta que estoy genuinamente interesado en lo que tiene para contar, y decide que yo soy el indicado para escucharlo. Así que a lo largo de la comida Lawrence me cuenta a velocidad luz acerca de sus tiempos viajando por todo el mundo…

Y haciendo buceo hasta profundidades de 103 metros,

Y surfeando olas enormes,

Y escalando el Aconcagua en Argentina, y uno que otro ochomil en Nepal,

Y peleando en guerras,

Y trabajando administrando proyectos de construcción gigantescos a lo largo de todo el mundo,

Y a sus cincuenta y tantos años se estaba preparando para una expedición al polo Sur cuando conoció a su amada Karen, con la cual lleva seis años juntos.

Bingo. Estaba en lo cierto cuando pensaba que Lawrence lo ha visto y hecho todo.

Sí, no hay duda de que la vida de Lawrence ha sido extraordinaria. Pero siéndote sincero, las cosas que él ha hecho en su vida no es lo que me cautiva ni lo que me provoca envidia.
Me importa poco o nada cuántas montañas escaló.

A mí, lo que más me impresiona es su actitud.
La manera en que escucha a los demás.
La calma.
El no necesitar interrumpir para llamar la atención.

Se nota en él una sabiduría que sólo tienen aquellos pocos valientes que se han atrevido a aprovechar al máximo sus vidas, sin importar la presión de la sociedad.

Así como los monjes budistas alcanzan un nivel de calma que sólo se obtiene con años de meditación, Lawrence alcanzó otro nivel de calma y sabiduría que se obtiene habiéndolo vivido todo.
Dos caminos distintos que alcanzan una misma recompensa: paz.

En otras palabras, lo que envidio de Lawrence y todos aquellos presentes en la mesa no son sus logros extraordinarios, sino la paz que obtuvieron por alcanzar esos logros.
Saber que al menos has hecho el intento por aprovechar al máximo tu vida.

Lo malo, es que tan sólo tengo un par de horas con él y con esta gente maravillosa. No es suficiente tiempo para escuchar una infinidad de anécdotas extraordinarias. Lo único que puedo hacer es relajarme, tomar otra copa de vino, y reírme de lo que tengan que contar.

La comida termina, y nos despedimos de abrazo. Me voy a dormir a la pieza de invitados, en una cama matrimonial. Después de tantos meses durmiendo en carpa o en habitaciones baratas, esta cama me hace sentir como un rey.
Me gustaría que pase harto tiempo antes de volver a acostumbrarme a la fortuna de tener una cama, pero sé que en unos días volveré a dar este placer por sentado.

No nos sacamos una foto en la mesa, pero en esta foto están Jeremy, Vanessa, Karen y Lawrence. Falta foto de Vicci, Hannah, Nicky y Keiff.

A la mañana siguiente están Jeremy, Lawrence, Hannah y Karen esperándome para tomar café juntos. Pasamos toda la mañana conversando sin parar, yo incapaz de transmitirles lo agradecido que estoy por todo lo que han hecho por mí.
Me llevan a conocer una playa cerca de Simonstown, y después me invitan a comer hamburguesas con papas fritas en un restorán. Aprovecho la oportunidad para escuchar más historias de Lawrence y conversar con Hannah y Karen, pero vuelvo a quedarme corto de tiempo.

La vista desde el living de Karen y Lawrence

Es momento de despedirnos. Tengo que volver a Ciudad del Cabo. Un abrazo cariñoso por parte de cada uno de ellos me hace pensar que, a pesar de que pasamos poco tiempo juntos, de una forma u otra logramos impactar mutuamente la forma en que vemos nuestras vidas.

Karen, Lawrence y todos los demás: gracias por la buena compañía, por la comida y el vino, por celebrar conmigo mi llegada a la meta, y por darme ideas de cómo quiero ser cuando tenga cincuenta años.

foto con Karen
Juan Pablo Toro
Juan Pablo Toro

Autor Deportista Nómade

Suazilandia relatado en fotos

Recién cruzando a Suazilandia, país famoso por, entre otras cosas, tener el porcentaje más alto de sida en el mundo
Un cartel que habría preferido no leer. Estaba a punto de oscurecer, así que empecé a pedalear a toda velocidad para llegar a un lugar más seguro
Me saqué una última foto en caso de que me encontrara con un león
Llegué a un camping seguro dentro de un parque nacional donde vi rinocerontes por primera vez en mi vida
Estaba tan emocionado que me acerqué un poco más de la cuenta (había un alambre de púas entre nosotros)
A la mañana siguiente me subí a un auto para ver leones por primera vez.
También vi a un elefante
y Jabalíes
Hipopótamos..
Los atardeceres en este camping eran especiales. Me quedé descansando dos noches
Cruzando montañas para llegar a la frontera con Sudáfrica
Me pidieron una foto en el camino
Típica acampada en una sala de clases. Seguro y protegido de la lluvia
Este era el «camino» para llegar a la frontera con sudáfrica

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El león albino

El otro día estaba caminando en la playa de Nature’s Valley (Sudáfrica) con un amigo que me estaba alojando en el pueblo, Pieter.

De repente, vemos a lo lejos un objeto irreconocible, distinto de una roca. A medida que nos acercamos podemos distinguir que es un pingüino. Huele horrible, como si todos los animales del océano le hubiesen cagado encima. ¿Las anguilas cagan?

Un pingüino aquí es extraño. En Sudáfrica hay colonias de pingüinos, pero están en Simonstown, a cientos de kilómetros de este lugar. Nuestro amigo aquí presente está más perdido que el teniente Bello.

Una cosa llevó a la otra, y dos horas después estoy yo y Pieter en una camioneta en dirección a un santuario de animales, con el pingüino hediondo a mar dentro de un basurero. Me pregunto qué estará pasando dentro de su cabeza. ¡Debe sentirse como si lo hubiesen abducido unos aliens!

Cuando menciono santuario de animales, me imagino una granja con uno que otro antílope, y quizás otro pingüino. No se me ocurre qué más podría haber ahí.

Apenas entramos al santuario y nos bajamos del auto, nos saluda un leopardo desde el otro lado de una reja. Yo no lo puedo creer. ¿¡Un leopardo?! ¡Nunca había visto uno! ¿De a dónde lo habrán rescatado?

El dueño del santuario nos agradece por traer al pingüino, y viendo mi cara de asombro, se ofrece a darnos una vuelta por el lugar. Nos explica que la mayoría de los animales que cuidan fueron rescatados de granjas privadas en donde crían depredadores para que después «cazadores» puedan venir a matarlos. Nada mejor que la cabeza de un león en la pared de tu living, ¿no?

Aparte del leopardo, vemos gatos salvajes, una hiena, y…un león albino.

¿Sabías que existían los leones albinos? Yo tampoco. Está demás decir que es blanco, pero dejando de lado su color, lo que más me llama la atención es su tamaño. ¡Mansa ni que bestia! Ahora uno entiende por qué estos gatos son tan dominantes. Es muchísimo más grande que los leones que vi en Suazilandia. No estoy exagerando cuando te digo que es el animal más impresionante que he visto.

Mientras Pieter conversa con el dueño del santuario, el león albino y yo nos miramos a los ojos. Intento inutilmente descrifrar qué está pasando por su cabeza. Tiene una cara estoica que no revela la más mínima emoción.

Al rato, la situación empieza a cambiar. Debería estar disfrutando de ver a un animal tan especial. Sin embargo, no puedo evitar sentir que hay algo malo con este león. Al verlo descansando satisfecho dentro de su reja junto a la compañía de otra leona, no puedo evitar sentir que vivir en un santuario le ha quitado parte de su esencia.

Lo comparo con los leones salvajes que vi en Suazilandia, y me pregunto lo siguiente:
¿Qué animal es más feliz? ¿Un león libre que tiene que luchar cada día para sobrevivir en la naturaleza, o un león que vive en un santuario y tiene todo lo que necesita para estar seguro y satisfecho?

No es una pregunta fácil de responder. Nunca vamos a saber qué pasa por la cabeza de cada león con tal de evaluar cuál es más feliz. Pero revisemos los datos.

Ambos casos tienen pros y contras que hacen difícil responder cuál vida es mejor. Una vida libre y dura en la naturaleza, o una vida restringida y fácil en un santuario.

El león que vive en la naturaleza no tiene una vida fácil.


Junto a su manada, gran parte de su día va dirigido a cubrir las necesidades básicas para vivir. Comida, agua, reproducción.

Tienen que pelear con hienas, y fracasar una y otra vez tratando de derribar una presa. Despiertan cada día con la incertidumbre de si cazarán algo o no. Toda la atención debe estar dirigida en el momento presente.


Quizás en primera instancia no suena como una vida atractiva. Pero es esta misma naturaleza infernal lo que saca lo mejor de cada animal.


Si quieres sobrevivir como un león salvaje, tienes que ser impresionantemente fuerte y ágil, y tener los sentidos sensibles en todo momento, y enfocarte en tu objetivo, y cubrir grandes distancias en tu hábitat, y aguantar los malos momentos, y trabajar en equipo. ¡Y rugir!


En otras palabras, tienes que ser un león en todo su esplendor. No hay espacio para debilidad y flojera.


Tan sólo intenta ponerte en la piel de un león o una leona. Imagínate la euforia que sentirías si, después de decenas de intentos, logras derribar a un búfalo que luchaba por su vida. Imagína la adrenalina que debes sentir cuando estás rodeado por hienas hambrientas, y logras espantarlas a través de tus rugidos.


Seguramente has visto esas escenas en documentales donde muestran a un león dando lo mejor de sí para sobrevivir. ¡Es un espectáculo!


La naturaleza es dura, pero da grandes recompensas. Exige de cada animal el mayor de los esfuerzos.

El león albino, quien vive en un santuario, tiene en cambio una vida más fácil.

Despierta, y puede quedarse echado todo el día, sabiendo que, sin importar lo que haga, tendrá comida. Tiene todas sus necesidades básicas cubiertas. No tiene que pasar noches de largo, ni luchar contra hienas, ni cubrir largas distancias, ni aguantar los malos momentos, ni preocuparse por pasar hambre.


No tiene que hacer ninguna de las actividades que hace un león en la naturaleza para aseguarse de que estará bien al final del día.

Suena como la mejor opción, ¿no? ¿Quién no elegiría una vida en un santuario, sin preocupaciones?


Suena como una vida increíble, pero está lejos de serlo.

Al vivir una vida llena de comodidades, el león albino se convierte en un animal débil y alejado de la naturaleza. Flojo. Incapaz de cazar su propia comida. Con sus sentidos desactivados por falta de uso.

Quizás nunca le faltará comida, pero a la vez nunca sabrá cómo se sentirá derribar a un búfalo después de horas y horas de esfuerzo.

Nunca sabrá qué surge de él cuando hay hambre y miseria y tiene que dar lo mejor de su esencia para vivir un día más.

Y acá va la parte más trágica de este león albino. Supongamos que un día este león ve desde su reja a otro león viviendo libremente en la naturaleza. Nota que este león libre es fuerte y ha sido endurecido por el reino animal, y siente envidia. Sabe que ser un león en todo su esplendor debe sentirse increíble. Está a punto de intentar escaparse del santuario, pero es ahí cuando se arrepiente de la locura que está a punto de hacer. Se da cuenta que, sin importar cuánto esfuerzo haga de aquí en adelante, jamás será capaz de ser un león salvaje.


Este león albino, y los animales en cautiverio en general, no pueden volver a la naturaleza, porque nunca aprendieron a vivir en ella.

En otras palabras, son prisioneros de la comodidad de un santuario en donde tienen todo lo que necesitan. Se tienen que contentar con una vida alejada de la naturaleza y sin esfuerzo. Siempre estarán satisfechos. ¿Pero estarán felices con esa libertad limitada?

Hoy en día, cuando nos empieza a ir bien en nuestros trabajos, tendemos a buscar más y más comodidad.

Una casa que tiene todo lo que necesitamos, que hace que no nos dé ganas de salir al exterior. Un auto para que no tengamos que caminar. Comida rica al alcance de tu teléfono.

Me pregunto si, con tanta comodidad, nos estaremos convirtiendo en ese león albino.

Juan Pablo Toro
Juan Pablo Toro

Autor Deportista Nómade

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Sudáfrica relatado en fotos

Imposible más feliz por estar en Sudáfrica,el último pais de mi primer viaje en bicicleta por Africa. Estar aqui se siente como un logro inmenso
La primera noche tocó esconderse en una plantación
Encontrar un KFC después de meses sin ver desarrollo
Atardeceres increíbles en la regióm de Kwazulu Natal
«Slow Down»
Sudáfrica está lleno de campings, que yo estoy feliz de pagar para ducharme, lavar ropa y cargar dispositivos. Este, en particular, tenía termas naturales!
En mi caso, la mayor tortura de andar en bici son estas lomas pequeñas que están continuadas una detrás de otra. Subes diez minutos, bajas uno, subes otros diez, bajas uno, y al final del día estás a la misma altura que empezaste
Muchas veces no encontraba lugar natural para acampar, así que me saltaba la reja de un campesino y acampaba escondido. No estoy orgulloso de esto
Parque nacional para mí solo! Silencio absoluto
La gran mayoría de los campos que vi tenían ganado o trigo
Escribiendo artículos para esta misma página dentro de la carpa
Probando nuevas técnicas para protegerme del frío. Funcionó! Mis pies hervían, y no pude dormir porque tenía mucho calor
Las montañas de al fondo son el Drakensberg, una cadena que separa Sudáfrica con Lesotho. Lindísimas!
Cuando hay viento, me gusta seguir pedaleando. Pero este día el viento hacía que me cayera de la bicicleta, así que decidí subirme a una camioneta
Un sudafricano que me llevó cerca de la frontera con Lesotho
Volviendo a entrar a Sudafrica luego de una semana en Lesotho
Mi bici está en un estado deplorable, me siento débil y solo, hace frío, hay viento, llueve mucho, y las subidas nunca se acaban. Es uno de los peores momentos del viaje
No lo estaba pasando bien, pero de todos modos encontraba lugares tranquilos para acampar y disfrutar de no hacer nada
Los pueblos en Sudáfrica tienen un aspecto más desarrollado
Nuevamente se me rompió el cierre de la carpa, así que ponía la red de mosquitos encima para protegerme
Me da frío con ver esta foto
Finalmente llego a East London, en la costa sudafricana! Le hago operación quirúrgica a mi bicicleta, me aloja una familia maravillosa, estar a nivel del mar significa mejor clima. La situación empieza a mejorar
Andrew y Sheryl Hanger me alojaron en East London. Me dieron una clase de cómo ser buena gente
Primera vez viendo el mar en Sudafrica. Meses atras soñaba con este momento
También pude comprar una cocinilla. La anterior se perdió em Malawi
Campos paradisiacos a orillas del mar
Acampé escondido en las tierras de esta familia. En vez de retarme, me invitaron un desayuno contundente y me pude duchar
Candy y su familia me alojaron en Port Elizabeth
A lo largo de la costa, distintas familias me alojaban todos los días. Cada una más increíble que la otra.
A veces no tenía gente que me alojara, y un auto paraba, y el conductor me invitaba a su casa. Dormí en este campo donde el dueño tenía 2000 vacas y me dio una clase sobre la industria de la leche
Pocas veces he sido tan feliz como en la costa sudafricana. Pedaleaba tan lento como podía, sin ganas de llegar a Cape Town
Nature’s Valley. Mi lugar favorito en Sudafrica. Otra familia me encontró en el camino y me alojó
Trekking por Nature’s Valley. Una de las que está adelante es mi anfitriona, Tamsyn. Lamentablemente no tengo foto con ella y su marido Pieter, pero nunca los olvidaré!
Junto a mis anfitriones encontramos a un pingüino extraviado y lo llevamos a un santuario de animales
En el santuario había un leopardo rescatado
Y un león albino. Escribí una historia sobre él
Seguí pedaleando para llegar a Knysna, donde me alojó Peter y Colleen, una pareja en sus sesenta que el 2018 pedalearon desde Amsterdam hasta Cape Town
Peter y Colleen, mis anfitriones en Knysna
Recorriendo Knysna con Peter. Lo que daría por tener su salud cuando tenga sesenta!
Seven passes route
Primera vez que veo un cartel que dice Cape Town. Dado que buscaba caminos que se acercaran a la costa me quedaban 700 kilometros, no 433
Acampé en el garage de unos afrikaans (blancos de origen holandés) muy simpáticos, pero excesivamente borrachos. Uno de ellos meó a un metro de mi carpa
Un señor llamado Lionel me invitó a alojar en su casa a orillas del mar. Esta gente tiene otro nivael de amabilidad
Con Lionel
Lluvia, viento y frío. No importa. Estoy cerca de la meta
Estuve diez minutos contemplando el primer avestruz que vi…
… Sin saber que horas después vería cientos
Cape Agulhas, el punto más al sur de Africa. Separa el Océano Atlántico con el Índico. Estar aquí es irreal
Saqué esta foto para recordar en unos años más lo delgado que me dejó África. Aquí estaba pesando ocho kilos menos de mi peso normal
Acampé cerca de una laguna llena de flamencos. Resulta que estas bellezas salen de
fiesta
Alojándome en Hermanus con Chanelle, Mark y su familia. Perdí mi foto con ellos!
Casi que puedo oler Cape Town con lo cerca que estoy
Whale Route, poco antes de llegar a Cape Town. Efectivamente se ven ballenas. Uno de los caminos mas bonitos del viaje
Llegada a la meta! 8800 km por africa en 5 meses y quince días. Cómo se siente? Raro
Para celebrar le pregunté a un amigo cuál es la mejor hamburguesa de Cape Town
La verdadera meta para mí no era Cape Town, sino Cape of Good Hope. Así que al día siguiente partí pedaleando por un camino lindísumo para llegar al final
Esta es mi verdadera meta. La visualizé decenas de veces a lo largo del camino, y se cumplió exactamente como la veía en mi cabeza. Agradecido por llegar sano
Después de Cape of Good Hope paré en Simonstown, donde viven los pingüinos
Otra familia increible me alojó en Simonstown. Comimos pescado y tomamos vino y celebramos que terminé mi viaje por África.
Karen Lavenders, mi anfitriona en Simonstown
Cuatro días en Cape Town. Aprovechando de descansar de la bici y hacer trekking. Se viene un avion a Rumania!

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Lesotho relatado en fotos

Recién cruzando la frontera y entrando a Maseru, la capital de Lesotho
Iglesia
Me quedé en pana en un pueblo diminuto llamado Roma, y justo habían dos tipos que andaban en mountainbike y tenían los repuestos que necesitaba
Lesotho en invierno significa mucho frío. Y me dio mal de montaña a 1800 metros de altura!! Eso es mas bajo que Farellones. Decepcionado de mi cuerpo
Lesotho es por lejos el país más montañoso en el que he andado en bicicleta. Sufrimiento físici en todo su esplendor
La maldición de las fotos es que no muestran lo empinadas que son estas subidas. En vida real parecía una pared!
Empujando la bicicleta por horas
Los famosos pastores Basotho de Lesotho, que se abrigan con estas mantas que cubren casi todo el cuerpo
Llegué a la nieve… En Africa. Hay nieve en Africa
Este pastor se parece a Gandalf
Casas típicas de Lesotho
Resfriado y con dolor de cabeza, estuve dos días descansando en Semonkong
Uno de los paisajes más bonitos que he visto
Estuve mucho rato leyendo frente al fuego y se me quemaron los ojos. Estuve una semana con sensibilidad y un poco de dolor de cabeza
País montañoso significa paisajes increíbles
Para protegerme del frío fui a la calle a comprar más ropa. Un pantalón, calcetines, guantes, gorro y chal por quince dólares
Muchas montañas de Lesotho tienen esta forma
Poco antes de cruzar a Sudáfrica

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Mozambique relatado en fotos

Recién cruzando a Mozambique desde Malawi junto a un sueco llamado Axel
La primera noche dormimos en un hostal, pero no nos dieron red de mosquitos
Milange, pueblo fronterizo
Al rato de salir de Milange empecé a sentir malestar estomacal
Intoxicado en la mitad de la nada
Se puso a llover, y nos refugiamos en una sala de clases abandonada
Decidí seguir pedaleando a pesar de estar intoxicado. Durante tres días avancé y avancé comiendo poco y nada
El camino tenía varios «puentes» que eran todo un desafío de cruzar
Mozambique es un país pobre
Cruce de río. Yo estoy al fondo
Ya en mejor estado
Cada vez que parábamos se juntaba la gente de los alrededores para observarnos
Acampando en una iglesia abandonada. Una señora se asomó por la ventana y me pidió que le dé un hijo
Cruzando otro río en un bote hecho con la corteza de un árbol
Nos alojó un tipo medio loco llamado Tony
Creo que se nota que perdí peso después de esos días enfermo!
Nos alojamos en un colegio
Típicas chozas que se ven a orillas del camino
Una familia que me dejó acampar en su jardín
Esta carretera es capaz de destruir un tanque
Willie, un tipo que me salvó de una situación complicada. Escribí una historia sobre él
Baobab
Termitas
Los colegios son un lugar excelente para acampar
Decidí pagar por una pieza
Bici en el techo de un bote para llegar a Praia do Tofo
Camino a Praia do Tofo
Descanso en Tofo después de 16 días seguidos de pedaleo
Tocó tormenta
Perla, una italiana de 52 años que ha viajado por todo el mundo en bicicleta
Roi, un israelí con el que me encontré en al menos tres lugares distintos de Africa
Camino eterno hacia Maputo
Último día antes de cruzar a Suazilandia

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Malawi relatado en fotos

Parada a almorzar después de cruzar la frontera entre Tanzania y Malawi junto a un sueco llamado Axel
El segundo día se sumó al equipo una suiza llamada Fabienne
Calles llenas de gente
Acampando a orillas del lago Malawi
Se me ocurrió bañarme en el lago sin saber que está infestado con unos bichos que provocan una enfermedad terrible
Pedaleando a orillas del lago
Parada a almorzar. Esto es un restorán
Empujando la bicicleta por horas para llegar al paradisíaco Mushroom Farm cerca de Livingstonia
Acampando en Mushroom Farm
La vista desde mi carpa
Después de descansar en Mushroom Farm, pedaleo por las montañas de Malawi con lluvia
Pieza privada por menos de cinco dólares
Nkhata Bay
En Malawi, cuando pides un café, por lo general te traen toda la prensa. Maravilla!
Típica casa a orillas del camino
Irá a llover?
Baobab, con persona al lado para comparar
Difícil que los Baobab no sean mis nuevos árboles favoritos
Pueblos llenos de vida e intensidad
Liwonde National Park. Primera vez que veo elefantes e hipopótamos
A punto de cruzar a Mozambique
Acampé en un club de golf y aproveché de jugar
Campos de té cerca de la frontera con Mozambique

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Tanzania relatado en fotos

Temporada de lluvias en Tanzania significa… Creao que ya adivinaste… Mucha lluvia!!
Mi pensamiento era algo tipo: «Cómo mierda decidi voluntariamente venir a Tanzania en bici en temporada de lluvias?»
Pero de repente se despejaba y disfrutaba de estos paisajes
Por lo general lavo mi ropa en los lavamanos, pero en el hostal de Kigoma tenían lavadora! Ahí uno se da cuenta que lavar con jabon no es tan eficiente
Nubes negras que me persiguen
Paradas a almorzar a orillas del camino. Por lo general como porotos con arroz, pero a veces como arroz con porotos
Completamente agotado por Rwanda, Burundi y la lluvia de Tanzania, decido tomar un bus a Dar es Salaam, al otro lado del pais. Escribí una historia respecto a esto
21 horas de viaje en bus. Si chocábamos, este amigo salía disparado como jabalina por la ventana!
Dar es Salaam
Ferry a Zanzíbar. Bienvenido descanso!
Paseando por zanzibar
Descanso. Tratando de aprender cómo se disfruta estar acostado en una playa sin hacer nada
Se nota la bondad en sus caras
Me junté con una pareja de cicloturistas que conocí en Oman meses atrás
Después de diez días descansando en Zanzibar, de vuelta a pedalear camino a Malawi
Gente vendiendo repollo
A punto de cruzar a Malawi

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Burundi relatado en fotos

Recién entrando a Burundi desde Tanzania. El país más pobre del mundo
Gente simpática a orillas del camino me tiene pedaleando con alegría
Olvídate de ver zapatos por estos lados
Típico juego de niños en Africa
A veces a uno se le acaba la comida, y hay que contentarse con sentarse a disfrutar la vista
Algunos paran a orillas del camino para pedirle fotosal mzungu que anda en bicicleta
Una parada a comer significa que todo el pueblo querrá conocerte
Almuerzos por menos de un dólar
Trucksurfing
Lo que daría por la facilidad para correr de estos niños
La mayor sorpresa que me llevé de Burundi es la alegría de la gente. No me lo esperaba, siendo que es el país más pobre del mundo
Después de semanas cruzando montañas en Uganda, Rwanda y Burundi, y de tener que tratar con ser el único hombre blanco que se ve en la región, el cansancio se empieza a ver en mi cara
Típico trabajo que se ve por todo Africa, pero mucho más en Burundi. Cargar pesos ridículos con bicicletas que no entiendo cómo siguen funcionando
Muchos negocios están pintados así
Dos días de descanso en la capital, Bujumbura, donde aproveché de extender mi visa. Imagínate un ttámite burocrático en Burundi. Tuve que ir como a diez oficinas distintas
A donde sea que voy, me sigue un ejército de niños
Carnicerías en Bujumbura. La piel de la vaca está bajo la mesa
Después de un descanso en Bujumbura, vuelvo a pedalear por las orillas del lago Tanganyika
Almorzar aquí hizo que me intoxicara por enésima vez
A ratos uno cruza selvas increíbles que desaparecen cuando la gente las corta para plantar palmas, y así después producir aceite
Calma a orillas del lago Tanganyika
Se me ocurrió bañarme en el lago. Tiempo después me enteré que bañarse en los lagos de Africa es pésima idea. Puedes contagiarte con enfermedades terribles
El último día en Burundi consistió en empujar la bicicleta por horas bajo la lluvia
Completamente agotado. Necesito un descanso

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