A principios de 2021 leí un libro que me cambió completamente la forma en que veo el deporte: «El juego interior del tenis», de W. Timothy Gallway.
No voy a tratar de resumirlo ni citarlo, ya que cualquier intento mío por explicar de qué se trata sería un desastre.
Lo que sí pretendo, es explicar cómo ha cambiado mi visión del deporte ya casi un año después de haberlo leído.
Importante: el libro se llama «El juego interior del tenis», y habla todo el rato de tenis. Pero las enseñanzas se pueden llevar a cualquier otro deporte, y hasta incluso la vida.
Antes de empezar, un poco de contexto. Llevo toda mi vida jugando tenis. Mis papás me enseñaron a jugar a los cuatro años. Ni me acuerdo cuando empecé.
El 2004, cuando tenía 8 años, vi las finales de los juegos olímpicos de Atenas, en donde el Nico Massú ganó doble medalla de oro para Chile luchando como gladiador.
Desde ahí, el tenis para mí se convirtió en una obsesión. Lo más importante en mi vida. Me metí a tantas clases de tenis como habían en el club donde juego, y más tarde me inscribí a distintas academias para competir en alto rendimiento.
Siendo sincero, si me comparo con la gente que ha practicado lo mismo que yo, siempre he sido malo. No tengo ninguna habilidad especial. Antes me dolía aceptarlo, pero con el paso de los años he aprendido a aceptar la realidad.
Pero de que disfruto jugar, disfruto.
Suficiente resumen de mi experiencia tenística.
Siempre le he dicho a la gente que el tenis me ha enseñado muchas cosas. Que me ha enseñado a luchar hasta el último punto, a ser un buen ganador y un buen perdedor (o al menos intentar serlo), a ser positivo cuando las cosas no están saliendo bien, a no quejarse, etc.
Y es cierto, el tenis me ha ayudado a mejorar en esas cosas. Pero en el fondo, siempre sentí que decía eso porque todo el mundo dice lo mismo, y no porque realmente lo pensaba.
Nunca me detuve a pensar qué es lo que realmente me da y que me quita el tenis, hasta que leí «El juego interior del tenis».
Después de terminar el libro empecé a cuestionar todo lo que pensaba sobre el tenis, y el deporte en general. Tuve una «crisis existencial deportiva».
¿De qué sirve ser competitivo? ¿Es algo bueno?
¿Qué es lo malo de jugar tenis, o practicar un deporte?
¿Cómo puedo aprovechar el deporte al máximo para crecer como persona?
Después de pensar un poco, y apoyándome en todo momento con el libro, llegué a las siguientes respuestas:
¿De qué sirve ser competitivo? ¿Es algo bueno?
Ser competitivo puede ser algo muy bueno, o muy malo. Es una espada de doble filo.
Puede ser bueno si te lleva a sobrepasar tus límites, a conocer cómo funciona tu cuerpo y mente cuando te estás exigiendo al máximo, y si te lleva a crear momentos inolvidables. Puede ayudar a darle más intensidad a tu vida, más color.
Puede ser malo si te lleva a querer ganar como sea (haciendo trampa o portándote mal), a ser envidioso, a ser egocéntrico, o a creerte mejor que los demás sólo porque ganas partidos o sacas podio.
¿Qué es lo malo de jugar tenis, o practicar un deporte?
Se me ocurren varias cosas. Pero hay un aspecto malo del deporte que es el rey de todos los venenos: cuando asociamos cómo hacemos un deporte a cómo somos como personas.
Muchas veces pasa que cuando hacemos un deporte con tanta dedicación empezamos a medir cómo somos como personas a través de qué tan bien hacemos ese deporte.
Si estamos mejorando constantemente y tenemos buenos resultados cuando competimos, pensamos bien sobre nosotros mismos. Tenemos mucha confianza.
Si llevamos mucho tiempo sin mejorar o estamos perdiendo cada partido que jugamos, tenemos la confianza en el piso.
El deporte, en este caso, se convierte en una obsesión tóxica. Tenemos que ganar partidos con tal de recordarnos que somos buenas personas o relevantes en el mundo.
Es por eso que es tan terrible jugar partidos contra tus propios amigos: si te ganan, en el fondo piensas que son mejores personas que tú.
En la realidad, asociar cómo hacemos un deporte a qué tan buenas personas somos no tiene sentido. Deberíamos recordarnos eso antes de cada práctica/partido.
Pegarle bien a una pelota con una raqueta no te hace mejor internamente. No te hace ser más humilde, o más compasivo, o más empático, o más alegre, o más de lo que sea que hace a una buena persona.
Correr rápido una maratón no resolverá los problemas que tienes con tu familia y amigos. Esos se resuelven conversando.
Y si te ganan en lo que sea que te gusta competir, eso no significa que la otra persona es mejor que tú.
La pregunta más importante:
¿Cómo se puede aprovechar al máximo un deporte para crecer como personas?
El deporte es un medio extraordinario para sacarte de tu zona de comfort. Y es ahí, cuando estás incómodo, cuando estás en el límite del cansancio, o cuando te está ganando alguien que no te debería ganar, o cuando te duele algo que nunca te duele, cuando tienes una oportunidad para crecer como persona.
Es muy fácil estar alegre, calmado, y simpático cuando todo está saliendo bien. El verdadero desafío es permanecer en un buen estado anímico cuando las cosas están saliendo mal.
Ya que llevamos todo el rato hablando de tenis, usémoslo como ejemplo. Esta es mi propuesta: que tu motivación no sea ganar el partido. Que tu motivación sea usar un partido para crecer como persona.
Si normalmente te enojas cuando tu rival te grita en la cara o te insulta, y ahora eres capaz de permanecer en calma, estás creciendo como persona.
Si normalmente te quejas y tiras la raqueta cuando no te sale un tiro, y ahora te concentras en mantener la calma sin importar cómo juegues, estás creciendo como persona.
Si normalmente te pones a dar todo tipo de excusas cuando pierdes un partido, y ahora eliges permanecer callado y felicitar a tu rival porque fue mejor que tú, estás creciendo como persona.
Si normalmente te ríes de tu rival cuando le ganas, o te dedicas a jactarte de lo bueno que eres, y ahora eliges felicitar a tu rival y levantarle el ánimo, estás creciendo como persona.
Si normalmente no soportas que un amigo te dé consejos para mejorar, y ahora aceptas los consejos sin importar quién te los está dando, estás siendo más humilde, y estás creciendo como persona.
Todos los ejemplos que acabo de dar tienen dos factores en común:
1)Practicar mejorar como persona en situaciones difíciles es inmensamente incómodo. Se siente como una tortura. Por algo se le dice «salir de la zona de comfort»
Te desafío a escuchar pacientemente el consejo de un tipo al que le acabas de ganar 6/0 6/0, sin callarlo. Me pasó el año pasado, y fue un martirio.
2)Todos estos ejercicios de carácter nos llevan a mejorar nuestras vidas en general, fuera del deporte. Si los practicamos lo suficiente, nos volvemos personas más pacientes, más optimistas, más calmadas, y más humildes. Se podría decir que el deporte, en este caso, es un campo de entrenamiento para la vida real.
Fijarse como objetivo mejorar en un deporte para ganar partidos o competencias te lleva a una pieza llena de medallas y trofeos. Puede ser algo bueno, pero con el tiempo esas copas pierden valor. Son recuerdos de un pasado distante.
Usar el deporte como medio para salir de la zona de comfort es mucho más valioso. Nos entrega una oportunidad para crecer como personas.
Nos acerca cada vez más a una vida extraordinaria.
Aprovechemos el deporte al máximo para crecer como personas.
Y si de paso, como efecto secundario obtienes buenos resultados, buenísimo. Pero que ese no sea el objetivo final.
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