7 técnicas para ser más duro de mente en tiempos difíciles

He investigado mucho acerca de cómo podemos ser más fuertes de mente en esos momentos en que sentimos que ya no podemos más.

Elegí como profesores principalmente a corredores de ultra maratones, triatletas y montañistas, quienes demuestran una y otra vez llegar a límites físicos inimaginables. Muchos de ellos comparten las técnicas mentales que utilizan cuando se sienten débiles, y resultan ser inmensamente útiles.

Finalmente, probé cada una de esas técnicas mentales, y observé cuál funciona mejor para mí según cada circunstancia.
A continuación van mis favoritas:

1)Sonreír, buena postura corporal, y prohibido quejarse

Una de las primeras cosas que se vienen abajo cuando estamos cansados es el estado de ánimo.

Estamos de mal genio, nos irritamos fácilmente, tenemos pensamientos negativos, y cuesta mantener una postura corporal positiva.

Para contrarrestar esa caída anímica, es necesario sobrecompensar con lenguaje corporal positivo. A veces, sólo así podemos mantenernos en pie.

Así como estar feliz nos lleva a sonreír, muchas veces sonreír nos puede llevar a estar felices. Funciona para ambos lados.

Lo mismo pasa con tu lenguaje corporal. Si te mueves de un lado a otro encorvado y arrastrando los pies, es muy difícil continuar en los momentos duros. Pero si te mantienes con la espalda recta, pasos firmes y mirada en lo alto, puedes continuar hasta quién sabe dónde.

En mi caso: mientras viajo en bicicleta por horas y horas todos los días, me preocupo de saludar sonriendo a cada auto que viene en contra. Llega a tal punto de ser una acción involuntaria. A modo de recompensa, la gente me toca la bocina para saludarme. Al final del día, he sonreído tanto, que me cuesta darme cuenta de lo cansado que estuve en esas subidas que me exigieron al máximo.

2)Repetir la frase «Vienen tiempos mejores» («Better times are always comming»)

Esto lo aprendí del aventurero Jonas Deichmann.

Jonas Deichmann, una persona fascinante y digna de seguir en Instagram

Este alemán ha pasado por todo tipo de penurias. Una vez, por ejemplo, se intoxicó gravemente por tomar agua no potable mientras cruzaba el desierto del Sahara en bicicleta. Aun así, logró continuar.

Cuando le preguntan cómo lo hace en esos momentos en los que cree tocar fondo o un límite físico, responde que se recuerda a sí mismo que siempre vienen tiempos mejores.

Porque el 99% del tiempo es verdad; después de tocar fondo, viene una subida.

Y dado que sabemos que vienen tiempos mejores, lo único que queda por hacer es seguir moviéndonos.

3)Repetir la frase «Find a way»

Frase atribuida a Diana Nyad. Tiene hasta una autobiografía que se llama así.

Esta extraordinaria mujer logró, a sus 64 años, nadar 160 kilómetros desde Cuba hasta Miami. Tuvo problemas con tiburones, la picaron meduzas mortales y alusinó todo tipo de cosas, pero lo logró. Se demoró 52 horas.

Diana llegando a Miami

«Find a way» es una perspectiva distinta para enfrentar los problemas inesperados que aparecen en el camino, y que están fuera de nuestro control. En lugar de ver el nuevo obstáculo como algo que nos detiene y nos provoca problemas, se acepta como una parte más del desafío original, y se busca una nueva solución.

Diana aplicó la frase en muchas situaciones. Cuando la picaban las meduzas, cuando no veía nada en medio de la noche mientras nadaba, cuando aparecían nuevas molestias físicas, etc.

Siempre logró encontrar soluciones.

*Si te pasa lo mismo que a mí y no quieres andar repitiéndote frases en inglés, una posible traducción a Find a Way es «Que toque lo que tenga que tocar. Que pase lo que tenga que pasar».

No significan lo mismo, pero es el mismo modo de pensar. Aceptar los obstáculos que aparecen, y buscar nuevas soluciones.

4)Dividir el desafío en tareas tan pequeñas como sea posible

Este consejo se lo atribuyo a Dean Karnazes, el ultramarathon man. Pero no sé quién fue el primero en recomendarlo.

Dean Karnazes cruzando un río en la carrera Western States 100

Hay desafíos tan grandes, que pensar en completarlos parece una tarea imposible.

La alternativa, es dividir el desafío en partes tan pequeñas como sea posible.
Así como dice la frase, uno se come un elefante un mordisco a la vez.

Por ejemplo, volviendo a Jonas Deichmann: En vez de recordarse una y otra vez que tenía que andar 230 km diarios de bicicleta durante meses para hacer su récord en la Panamericana, Jonnas se enfocaba en llegar al siguiente restorán. A veces eran diez kilómetros, y otras veces un poco más. Pero sabía que eventualmente podría sentarse en algún lugar a comer un plato caliente.

Dean Karnazes es un poco más extremo en cuanto a tareas pequeñas. En vez de concentrarse en el siguiente restorán, se preocupa de que cada paso que lleva a cabo mientras corre sea igual o mejor que el anterior.

5)Lento, pero nunca en reversa

Esta técnica consiste en que, cuando estemos en medio de un desafío físico y sintamos que no podamos seguir, nos demos permiso para bajar el ritmo hasta movernos tan lento como sea posible. Pero seguir moviéndonos. Parar no es una opción.

En mi caso, probé esta técnica mientras andaba en bicicleta por Turquía. Después de tres días durísimos cruzando montañas y andando muchos kilómetros, mi cuerpo no daba más. Al cuarto día, lo único que quería era descansar. Sin embargo, en vez de quedarme tirado en la cama de un hotel, me di permiso para seguir andando tan lento como pueda. Aunque sean diez kilómetros.

A lo largo del día, me empecé a sentir mejor y terminé avanzando 80 kilómetros.

6) Concentrarse en la respiración

Técnica clásica de los trotadores. En cierto modo meditativa.
Es una forma fácil de olvidarse del dolor que uno siente cuando está trotando, y concentrarse en algo más estable.

7)La regla del 40%

Técnica inventada por la leyenda de las leyendas, David Goggins.
Antes de resumirla, es necesario advertir que esta técnica puede ser polémica. Puede usarse para malas prácticas, y no sé si hay evidencia sistémica que la demuestre (hay estudios hechos por Timothy Noakes).
Pero de que es útil, es útil.
¿En qué consiste?
Muy simple: cuando estés en medio de un desafío y llegues a sentir que tu cuerpo no da más, recuerda que tan sólo has llegado a un 40% de tu capacidad. Todavía queda el 60% del estanque.
Nuestra mente es débil. Con tal de proteger nuestro cuerpo, tendemos a parar mucho antes de lo necesario. La regla del 40% ayuda a cruzar esa barrera del cansancio y seguir por mucho más.
Quizás no sea prudente llegar al 100% del agotamiento, ¿Pero por qué no al 50%, o al 60%?

Quizás no hay estudios que la respaldan, pero los ultramaratonistas (incluyendo a Goggins) son un ejemplo vivo de que esta regla puede ayudar. Es muy común escuchar historias de corredores que llegan a un punto de agotamiento máximo, pero al poco rato de pasar esa barrera, encuentran una segunda ola de energía que les permite seguir. Y una tercera. Y una cuarta. Y siguen así por días.


No sabría decir cuál técnica es mejor que el resto. Todas son inmensamente útiles en distintas situaciones. Lo importante es aprenderlas, probarlas, y saber cuál usar en cada momento.

Quizás hay una que, por más que la pruebas, nunca te ayuda. Y quizás hay otra que siempre te da un empujón.

Quizás hay una que funciona cuando trotas, otra que es mejor cuando andas en bicicleta, y otra cuando decides nadar desde Cuba a Miami.

O quizás hay situaciones en las que es necesario aplicarlas todas a la vez con tal de salir del hoyo.

La parte entretenida de descubrir cuál funciona mejor en cada momento te la dejo a ti.

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Viaja en bicicleta para fomentar el serendipity en tu vida

¿Has escuchado antes el término Serendipity?

Serendipity es cuando vas moviéndote por la vida, con tus propias preocupaciones y tus propios deseos, y accidentalmente encuentras algo nuevo que no sabías que estabas buscando.

Puede ser un objeto material o un servicio que soluciona ese problema que tanto te molesta, y que creías que no tenía solución.

Puede ser ese plato de comida que te hace sentir tan bien como Anton Ego en el final de Ratatuille.

Puede ser una canción que te ayuda a expresar todas tus emociones.

Puede ser un libro, que te entregó justo la recomendación o idea que necesitabas para mejorar tu vida.

Puede ser una película que pasa a convertirse en tu favorita.

Puede ser una nueva oportunidad de trabajo o voluntariado que te hace sentir más motivado que nunca por tu futuro.

Puede ser un nuevo deporte o pasatiempo, que no sólo le da sentido a tu vida, sino que también te lleva a ser parte de una comunidad a la que jamás habrías pensado unirte.

Puede ser un nuevo amigo/a que te hace compañía. O hasta incluso un perro que encontraste en la calle.

Puede ser el amor de tu vida.

Pueden ser miles de cosas. Mi imaginación no es lo suficientemente grande para pensar en todas las manifestaciones de Serendipity que pueden haber en nuestras vidas.

Piensa en lo valioso que es el serendipity en nuestras vidas. Piensa en lo aburridos que estaríamos si nunca nos sorprendiéramos encontrando algo que no sabíamos que estábamos buscando. Estaríamos todos moviéndonos de un lado para otro como zombies, sin esa motivación de quizás, algún día, encontrar un tesoro.

Es importante fomentar el Serendipity en nuestras vidas, y creo que la gente no habla tanto de este tema como debería hablarse.
Creo, también, que deben existir estrategias para ayudar a que nuestras vidas tengan más y más serendipity.
He pensado en varias, pero hay una estrategia que es la reina de todas. Hasta el momento, de todas las que he probado, ninguna la supera:

Viajar en bicicleta.

El pueblo más bonito que visité en Turquía, Ugurtasi, estaba completamente fuera de mis planes

¿Por qué tiene que ser en bicicleta para fomentar el serendipity? ¿Por qué no sólo viajar?
Te explico.
El sólo hecho de viajar ya es una buena estrategia para fomentar el serendipity, pero viajar en bicicleta es mejor aún por tres razones:

1)Al no poder recorrer largas distancias ya que te potencias por tus piernas y no un motor, estás obligado a detenerte a dormir en lugares que jamás habrías parado.
Sea acampando, con una familia que te acoge, o en un hotel barato. Y créeme cuando te digo que muchos de esos lugares terminan siendo inolvidables, lo mejor de tu viaje.

2)Cuando te mueves de un lado para otro con una bicicleta cargada de equipaje, llamas la atención. La gente se pregunta qué tan loco tienes que estar para preferir moverte en una bicicleta en vez de un bus. Quieren acercarse a ti para preguntarte de a dónde vienes, y pedirte que les cuentes sobre alguna de tus aventuras en el camino. Sin darte cuenta, y con el mínimo esfuerzo posible, estás conociendo a gente que jamás habrías conocido, por el sólo hecho de parecer un turista interesante.

3)Al ir relativamente lento en bicicleta, con todos tus sentidos enfocados en lo que pasa en el camino, te fijas en detalles que jamás habrías notado, y que son lindos de apreciar. Descubres detalles que no sabías que te provocaban tanto asombro por el mundo.

Viaja en bicicleta para fomentar el Serendipity en tu vida.

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Juan Pablo Toro
Juan Pablo Toro

Autor Deportista Nómade

Viaja en bicicleta para disfrutar del camino, y olvidarte del destino

En Diciembre del 2019 tuve la suerte de conocer el norte de la India.

El viaje fue muy especial. Llegaba a una ciudad, me quedaba unos días en un hostal o en Couchsurfing, y luego me movía a mi siguiente destino en tren o bus. Lo estaba pasando increíble, y sentía que se me estaban abriendo los ojos al ver cómo era este lado del mundo.

Sin embargo, sentía constantemente que podía hacer algo para que el viaje fuera mejor.

Verás, la India es enorme. Las distancias en tren/bus para llegar a otra ciudad son larguísimas, algunas veces de hasta diez horas. Y durante esas diez horas, me dedicaba a mirar por la ventana, pensando en todo lo que me estaba perdiendo al no poder bajarme del tren/bus.

Viajando en bus por la India

Pensaba en todos esos pueblos que veía en el camino, que no visité.
Pensaba en toda esa gente que veía en los campos, que no pude conocer.
Pensaba en todos esos paisajes que me llamaban la atención, y que no podía parar a disfrutar

Había todo un mundo entre ciudad y ciudad que me estaba perdiendo.

En otras palabras, con tal de llegar al destino lo más rápido posible, me estaba perdiendo lo mejor del viaje: disfrutar el camino.

Viajar de una ciudad a otra en bus/tren/auto/avión es el equivalente a instalarse a ver una película en Netflix, leer una sinopsis antes de iniciarla, y saltar toda la trama hasta llegar a los últimos cinco minutos.
No tiene sentido.

Decidí que tenía que hacer algo al respecto. Buscar algún método que me ayudara a enfocarme en el camino, y no en el destino.
Encontré la respuesta en una bicicleta.

Pasemos a Septiembre del 2021. Estoy en Capadocia, en el Centro de Turquía, y ya habiéndolo recorrido todo, mi nuevo objetivo es llegar a Trabzon, una ciudad del Mar Negro que queda a 700 km al noreste de Capadocia.

Si estuviera viajando como lo hice en la India, esos 700 km serían un chiste. Es tan sólo cosa de comprar un ticket de bus que me lleva directamente de Capadocia a Trabzon. A lo largo de una noche, mientras yo duermo y el chofer maneja, me trasladaría mágicamente a mi nuevo destino.

Pero no. Esta vez estoy viajando en bicicleta. Reviso la ruta, y no puedo evitar sentir miedo. No sé nada de lo que hay a lo largo de esos 700 km. ¿Qué pasa si no encuentro comida uno de esos días? ¿O agua? ¿Qué pasa si me pierdo en un desierto, o en las montañas? ¿Qué pasa si me pilla una tormenta de nieve, o si me encuentro con un oso mientras acampo? ¿Qué pasa si se me rompe la bicicleta, y no veo a nadie que me pueda ayudar en días?

Ni siquiera he empezado a pedalear, y ya este nuevo estilo de andar en bicicleta me está entregando mucho más de lo que me podría llegar a dar viajar en un bus. Me está obligando a enfrentar mis miedos, a planificar, a pensar en cómo solucionar cada uno de los escenarios problemáticos que estoy imaginando.
Me está obligando a ser más duro de mente.

Junto a Alex, un francés de treinta años que conocí en Capadocia y también está viajando en bicicleta, partimos pedaleando para recorrer juntos los primeros 300 km de este desafío.

Acampando con Alex en Capadocia

Todavía no hemos salido de Göreme (el pueblo donde dormí en Capadocia), y ya todos mis miedos han desaparecido. Sé que estoy haciendo lo correcto. Sé que estoy haciendo todo lo posible para disfrutar del camino, y no pensar en el destino. Estoy siendo parte de una aventura.

Los primeros tres días consistieron en cruzar la Anatolia.

Los primeros tres días son un éxito. El camino consiste en paisajes desérticos con mucho desnivel, pero que nos llevan a conocer gente increíble. El segundo día, distintos locales nos invitan a comer o tomar café un total de siete veces. ¡Siete veces! Es para no creerlo. Y las aceptamos todas. Y para cuando ya estamos acostados cada uno en su carpa, listos para hibernar después de tener tanta comida en proceso de digestión, unos campesinos se acercan y nos piden que salgamos de nuestras carpas para obsequiarnos un par de melones y más comida.

Este amable matrimonio nos invitó a comer pan con queso y tomate. Una de las siete invitaciones de ese día

Después de 300 km llegamos a Sivas, la ciudad en donde nos separaríamos. Alex y yo estamos sucios, cansados, y de muy buen humor. Nos comemos un Kebap para celebrar la victoria, y en vez de ir a ducharnos a la pensión que encontramos, dejamos las bicicletas y vamos directamente a un Hammam (baño turco). Pasamos dos horas entre baños de vapor, sauna, piscina, masajes, y bebidas. Todo eso por menos de $5.000 pesos chilenos.
Es difícil explicar cómo uno se siente después de una experiencia tan relajante.

Relajo post Hammam (baño turco)

Al día siguiente, Alex y yo nos separamos. Estoy triste y ansioso. Y el sólo hecho de pensar que tengo que hacer los 400 km más difíciles solo, provoca que vuelva ese miedo que sentía al principio. Pero no importa, sé que el miedo se irá una vez esté andando en la bicicleta, así como pasó cuando dejé Capadocia.

Preparo todo para partir, y apenas salgo de la pensión, comienza el diluvio. Primera lluvia fuerte que tengo en todo el viaje. No pasan ni cinco minutos, y ya estoy empapado de pies a cabeza. Me abrigo tanto como puedo, pero no hay caso con tratar de conservar el calor. Pero me siento bien. Pincho rueda en medio de la carretera, y después de arreglarla (mientras me sigo mojando), llego a tomar café a una bomba de bencina donde ¡sorpresa! los trabajadores tienen mesa de pool. Obviamente dejo la bici, y juego un par de partidas de bola ocho con un viejo que me destroza, y dice que le debo plata porque perdí. Yo le respondo que por ningún motivo le pago, y la discusión termina con nosotros dos riéndonos.

Jugando Bola 8 en la estación de bencina para capear la lluvia

Los siguientes tres días son más lluvia, más frío, y más cruces montañosos. Poco a poco noto cómo me voy desgastando físicamente. Por más que quiero pedalear, siento como que me falta fuerza en las piernas. Y me cuesta levantarme en las mañanas, sabiendo que estaré todo el día pasando frío y mojándome más aún.

El frío y la lluvia te hace disfrutar más esos leves rayos de sol que aparecen por cinco minutos

Para cuando termino la primera semana, estoy notoriamente destrozado. Persona que veo me invita tomar té, a tomar café, o a comer algo, sin que yo se lo pida. Quizás es la ropa extremadamente embarrada. Quizás es la cara con ojos hundidos por el cansancio.

Lo más extraño de todo, es que lo estoy pasando bien. Me siento desafiado, explorando cómo funciona mi mente cuando estoy absolutamente incómodo y cansado.

A pesar de llevar siete días pedaleando en dirección a Trabzon, todavía tengo dos montañas más que cruzar. No es fácil tratar de mantenerse positivo, sabiendo todo el esfuerzo que todavía queda por delante.

Casi terminando la penúltima montaña, en el día 8, después de más de 45 km de subir sin parar, un camionero se detiene en la orilla de la carretera, y ofrece llevarme a mi destino. Hace tanto frío, que estoy a poco de dejar de sentir mis mejillas. Pero a pesar de estar congelándome, no me lo pienso dos veces, y le respondo en Inglés «¡Gracias, pero prefiero seguir andando en bicicleta!»

«¿Seré weon?», pienso una vez que se va el camionero. «¡Acaban de ofrecer llevarme al final del camino!». Si me subía al camión, me habría saltado la última montaña, que es por lejos la más difícil.

La decisión de decirle que no al camionero parece una estupidez, pero al poco rato me doy cuenta que se siente bien. Haberme subido a ese camión habría sido exactamente lo mismo que andar en bus. Justo lo que quiero evitar.

Cruzo la penúltima montaña, acampo en el bosque a 2000 metros de altura, y al día siguiente me despierto temprano para completar el último paso de montaña antes de llegar a Trabzon.

Al poco rato de empezar la subida, veo que las cosas no andan bien. Tengo tan poca fuerza en las piernas, que voy a un ritmo insoportablemente lento. Tan así, que a ratos pienso que algo le está pasando a la bicicleta. Pero por más que reviso las ruedas y la cadena, la bicicleta está funcionando perfectamente. Soy yo quien está mal.

Y no es sólo la falta de fuerza. Tengo además un roce con el pantalón que provoca una herida en mi entrepierna, y que al poco rato me hace cojear cuando tengo que empujar la bicicleta.

Son las cinco de la tarde, y estoy a más de diez kilómetros de la cima. En una hora se esconde el sol. Decido seguir empujando la bici hasta llegar al siguiente pueblo de montaña, Ugurtasi. Está a tan sólo un kilómetro, pero debido a mi cansancio y a la pendiente, ese kilómetro parece una maratón.

Tampoco es motivante ver que la cima de la montaña está cubierta por una nube espeluznante

Congelado y muy, muy irritado en la entrepierna, llego a la entrada de Ugurtasi. Y con sólo un vistazo, todo el cansancio se me va. El pueblo es un paraíso. Una vista increíble, y un silencio capaz de calmar a Donald Trump. Lo único que se escucha es el viento, y un ocasional mugido de una vaca. Casas bien construídas, pasto de un color verde intenso, árboles otoñales, huertas con papas, montañas. Siento un relajo enorme.

La primera vez que vi Ugurtasi

Me acerco a la primera persona que veo, un campesino, y le pregunto si hay algún lugar donde instalarme con mi carpa. No me dice nada (porque no hablamos el mismo idioma), y me lleva a la casa de una familia del pueblo.

Al principio no aparece nadie, pero al cabo de un minuto abre la puerta la dueña de casa, Halime. Una de las mujeres mas encantadoras que he llegado a conocer, con una sonrisa de oreja a oreja y una risa que contagia. Me echa una mirada de pies a cabeza, y me invita a sentarme en una mesa para servirme comida. Yo le digo que lo único que necesito es un poco de pasto donde poner mi carpa, pero ella insiste.

Me sirve dos platos enormes de sopa, arroz y pastel de berenjenas. Estoy tan agradecido, que no soy capaz de expresar mis palabras. Lo único que siento es la felicidad más intensa que he llegado a tener, saliendo desde lo más profundo de mi estómago.

Halime llama a todo el resto de su familia, y al poco rato estamos todos comiendo y riéndonos mientras disfrutamos de más comida y del calor de una estufa.

Comiendo con mi familia Turca. Halime es la que está a mi lado

Lo que comienza siendo un «pasar la noche en Ugurtasi», termina en alojarme tres noches con la familia de Halime. Tres de los mejores días de mi vida. Aprender a ordeñar vacas, cultivar papas, comer asados de cordero y comida local, noches de jugar Ruminó, y muchas, muchas risas.

Días felices en Ugurtasi

Para cuando acaban los tres días, todos estamos tristes. Me quiero quedar ahí por meses, pero a la vez sé que debo seguir avanzando. Me despido con un fuerte abrazo, y sigo subiendo los últimos diez kilómetros de la montaña mientras no puedo controlar los llantos.

El camino es durísimo, muy empinado. Tengo que empujar la bicicleta durante los diez kilómetros. Pero estoy tan descansado, que en ningún momento me encuentro sufriendo.

A la mañana siguiente, después de aguantar un poco más de frío y de mojarme con la lluvia, llego a mi destino, Trabzon.

He completado los 700 kilómetros.

Quizás te estás preguntando por qué estoy contando en detalle todo esto. Acá va mi explicación:

Piensa en todo lo que me pasó en esos 700 kilómetros. Ahora, compara esa aventura con un viaje en bus nocturno en donde habría hecho esos mismos 700 kilómetros.
Piensa en todas aquellas experiencias que habría perdido, si hubiese decidido subirme a un bus. Si hubiese decidido no disfrutar del camino, y llegar rápidamente al destino.
Piensa en todas aquellas experiencias que habría perdido si hubiese decidido «saltarme la película» para ver qué pasa al final.
Todos esos miedos que tuve que enfrentar para darme cuenta que sólo existían en mi cabeza.
Todas esas horas en la bicicleta. Todas esas horas de luchar contra el cansancio y buscar entender cómo funciona mi mente cuando estoy al límite, las cuales me acercan un poco más a conocerme a mí mismo.
Todas esas noches de acampar a orillas del camino y en distintos pueblos, con cielo estrellado y luna llena.
Todos esos paisajes impresionantes que me obligaban a buscar una excusa para parar.
Todas esas veces que me invitaron a comer o a tomar café. Toda esa gente amable que conocí.
Mi estadía en Sivas, con baños turcos y buena comida.
Mi estadía en Ugurtasi con Halime y su familia, en donde tuve mi primera experiencia de vida en el campo. En donde exploté de alegría, y lloré de pena.

No es posible comparar ese trayecto en bicicleta con una noche de bus.

Viaja en bicicleta para ir a lugares que jamás habrías visitado.

Viaja en bicicleta para disfrutar del camino, y no preocuparte por el destino.

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Juan Pablo Toro
Juan Pablo Toro

Autor Deportista Nómade

Viaja en bicicleta para disfrutar más los pequeños detalles.

Parte importante de una vida extraordinaria es saber disfrutarla al máximo. Y saber disfrutarla se podría reducir a sentir más intensamente toda la gama de emociones. Me explico.

Tan sólo piensa en eventos de tu pasado. Aquellos que mejor recuerdas son los mismos en donde sentiste más intensamente.

Piensa en los momentos buenos.
Esa vez que solucionaste un problema que te tenía ahogado, y pudiste respirar con alivio por primera vez en días.
Esa vez que por fin pudiste comer algo después de todo un día sin comer.
Esa vez que al fin te pusiste a pololear con la mujer que te gustaba, después de meses de incertidumbre.
Esa vez que por fin pudiste sentarte a descansar, después de días de trabajo agotador.
Esa vez que lloraste de felicidad por algo que te pasó a ti o a un ser cercano.
Esa vez que entraste a la carrera que querías, o encontraste el trabajo que siempre soñaste.

Piensa en todos los otros momentos que estoy dejando de lado.
Esos donde te sentiste vivo. Esos que nunca jamás se te olvidarán.
Todos ellos tienen algunos factores en común. Factores que, si hacemos las cosas bien, podemos usarlos para disfrutar más la vida.

Factor 1: el principio de contraste.

Los mejores momentos/sensaciones vienen justo después de un mal momento/sensación.

¿Quién crees que disfruta más de una pizza recién salida del horno: una persona que lleva todo el día sentado en una mesa comiendo, o alguien que por diversas razones no ha comido nada?
Para la primera persona, esa pizza es marginal. Aporta poco o nada a qué tanto está disfrutando su día.
Para la segunda persona, esa pizza  es la mejor pizza que se comerá en su vida. Disfrutará cada mordisco, cada segundo que tiene un pedazo de peperoni con salsa de tomate en su lengua.

La segunda persona disfruta más de la pizza, porque antes de comerla pasó hambre. Pasó por un mal momento. Generó contraste entre lo malo y lo bueno. Y ahora que sabe por experiencia propia cómo es pasar hambre, tiene la capacidad de disfrutar más de lo bueno.

Armenia. Nunca había pasado tanto frío, y a la vez nunca había disfrutado tanto un chocolate caliente

Para saber disfrutar del cielo, hay que pasar por el infierno.
¿No disfrutas de dormir en tu cama? Sal a acampar por unas semanas usando sólo un aislante para protegerte del frío.
¿No disfrutas de lo que estás comiendo? Pasa algunas horas sin comer (obviamente sin llegar a un exceso dañino). Otra forma es salir a hacer mucho deporte.
¿No disfrutas de una ducha caliente? Sal a mojarte a la lluvia, o dúchate con agua fría antes de encender el agua caliente.
¿No disfrutas de estar con tu gente? Pasa algunos días solo, o lejos de ellos.

El principio de contraste es una de las principales razones por la cual hay personas que corren maratones, o van al gimnasio, o suben montañas, o hacen ayuno, o cualquier otra actividad que te ayuda a explorar tus límites. Pasar por el infierno para disfrutar del cielo.

Pero ojo, podemos usar el principio de contraste para disfrutar la vida, pero hay un límite: hacerse daño. Si por alguna u otra razón te estás haciendo daño físicamente, en ese caso estás tan sólo siendo estúpido.

Factor 2: estar en el momento presente.

Si uno no mantiene la atención en lo que está pasando alrededor, es imposible disfrutarlo.

Es como cuando te sientas a ver una película, y te pasas la primera media hora desconcentrado mirando Instagram. Nunca le diste una chance a la película.

Para disfrutar más de lo que haces, es necesario el 100% de tu atención en todo momento.
Hay una frase que me gusta mucho: «Sit, sit. Walk, walk». Se refiere a concentrarse en lo que sea que estés haciendo. Cuando estés con amigos o familia, tu atención está en ellos. Cuando estés comiendo, tu atención está en comer. Cuando estés haciendo deporte, tu atención está en el deporte. Etc.

Cuando sales de tu carpa y tienes esta vista, es difícil no estar en el momento presente

Hay muchos métodos para generar más contraste y disfrutar más del presente, a la vez sin hacer nada que sea dañino para tu cuerpo o tu mente. Acá van algunos buenos:

  • Hacer deporte: cánsate para disfrutar más de tus horas de descanso, de dormir, y de la comida.
  • Ayuno intermitente: para disfrutar más de la comida.
  • Duchas frías: para disfrutar más del agua caliente.
  • Meditación: para disfrutar más del momento presente.
  • Tiempo en solitud: para disfrutar más de estar con tu gente.

    *Ojo, que por ejemplo no estoy mencionando dejar de dormir para disfrutar más el momento en el que te tiras a la cama. Si bien efectivamente uno disfruta más de dormir cuando no ha dormido antes, deprivarte de sueño es malo para la salud.

Los cuatro puntos que mencioné son algunos de los mejores métodos que he probado para generar contraste y estar más en el presente.

Pero hay un quinto método que es el mejor que he encontrado hasta el momento. No sólo mantiene las puertas abiertas a los otros cuatro, sino que entrega mucho más beneficios.

Viajar en bicicleta. Preferiblemente solo y durmiendo en carpa.

Viajar en bicicleta es un método perfecto para generar contraste y mantenerte en el momento presente. Es un método perfecto para disfrutar de la vida.

Es tanto el esfuerzo físico que uno hace, tantas las horas de pedaleo en solitud, tanta la incomodidad por la que uno pasa, y tanta la distancia con tus seres cercanos, que cualquier mínimo detalle bueno en tu día a día se aprecia como nunca.

La comida tiene un sabor indescriptible.
Acostarte en una cama de un hostal barato se siente como dormir en la cama de un rey.
Una ducha caliente, para qué decir.
Cualquier persona que te habla se convierte en alguien interesante.
Cualquier ayuda que recibes en el camino se siente como si te hubieses encontrado con un ángel.
Poco a poco, esos pequeños detalles se van sumando hasta crear días extraordinarios, cada día que pedaleas.

Y una buena cantidad de días extraordinarios, crean una vida extraordinaria.

Viaja en bicicleta para disfrutar más los pequeños detalles.

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Juan Pablo Toro
Juan Pablo Toro

Autor Deportista Nómade

Viaja solo para aprender qué es lo que realmente te gusta, y qué no

Un paso clave para crear una vida extraordinaria es saber con detalle qué es lo que nos gusta, y qué no.
El problema está en que conocer nuestros gustos no es fácil.
Tendemos a pensar que sabemos este tipo de cosas desde un principio, pero no es así. Somos seres complejos con preferencias que van cambiando con el tiempo. Preferencias que son difíciles de descubrir.

Hay que destinar tiempo en solitud para pensar y explorar qué es lo que realmente queremos hacer con nuestro tiempo para alcanzar una vida extraordinaria.

Sólo pregúntate,
¿Cuántas horas al día pasas en actividades que te hacen sentir aburrido?
¿Cuántas horas al día pasas en actividades que no te gustan, sólo para formar parte de la sociedad?
¿Cuántas horas al día pasas en actividades que te hacen sentir vivo?
¿Cómo podrías pasar más tiempo en lo último, y menos en las primeras dos?

Viaja sólo para descubrir qué es lo que realmente te gusta.

Cuando estás en otro país por tu propia cuenta, y nadie a tu alrededor te conoce, tienes espacio para ser tu mismo, sin la presión de tener que actuar de cierta forma para cumplir con la sociedad.
Ya no hay nadie a quien engañar. Te sacas la máscara que usas en el día a día, y empiezas a actuar como siempre quisiste hacerlo.

Viajar solo es libertad pura. Es un espacio perfecto para ser tú mismo

Quizás, viajando solo, descubres que en realidad no te gusta ir a fiestas y emborracharte, y que lo hacías sólo para cumplir con tus amigos. Y que te vendría bien un cambio.

Quizás descubres que en realidad te encanta la vida tranquila del campo, y que estabas aceptando un trabajo en un banco sólo para cumplir con la presión de tu familia y amigos.

Quizás descubres que vives más que contento en una casa rodante, y no necesitas una mansión o un auto de lujo para ser feliz.

Quizás descubres que lo más importante para tí es vivir en conexión con la naturaleza, y que estás dispuesto a tener un trabajo que pague poco, siempre y cuando no te alejen de la Madre Tierra.

Quizás descubres que hacer spinning te gustaba sólo porque no habías probado lo que increíble que podía ser moverte de lugar en lugar con una bicicleta. Y ahora que te han abierto los ojos, jamás podrías volver a esa rueda de ratón.

O quizás descubres que, si nadie te regaña, te la pasas todo el día tirado en la cama comiendo comida chatarra. Y ahora sabes lo importante que es rodearse de buena gente, o al menos trabajar la disciplina.

Lo que sea que descubras, te ayudará a crecer como persona. Sabrás qué te falta mejorar, a qué actividades dedicarle más tiempo, y qué actividades evitar. Sabrás con quién quieres juntarte, y con quién no.

Te estarás acercando cada vez más a tu vida extraordinaria.

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Juan Pablo Toro
Juan Pablo Toro

Autor Deportista Nómade

Viaja solo para aprender a estar solo

Disfrutar de estar solo es una habilidad muy útil que se puede aprender.
Es entrenable.

Sé lo que te estás preguntando.
¿Por qué alguien querría aprender a estar solo?
Suena egoísta. Como si nuestra intención fuera alejarnos de la sociedad y ir a vivir como ermitaños en el bosque.
Todo lo contrario.
Uno no aprende a estar solo para alejarse de los demás. Uno aprende a estar solo para no necesitar compañía desesperadamente. Sólo así, tenemos la libertad de elegir a esa compañía. Sin tener que forzarte a sociabliziar con tal de escapar de la soledad.

Benjamin Buttom, un hombre que sabe estar solo

Cuando aprendes a estar solo, no aguantas pasar tiempo con esos amigos que te parecían aburridísimos. Porque sabes que lo pasas mejor solo.

Cuando aprendes a estar solo, no aguantas pasar tiempo con esos amigos que te hacían sentir mal, o que se lo pasan criticando a otros. Porque sabes que prefieres no hablar con nadie, que hablar con gente tóxica.

Cuando aprendes a estar solo, te das la oprtunidad de elegir mejor tu próxima relación amorosa.
Ya no estás dispuesto a conformarte con alguien que no te tiene convencido, porque sabes que es mejor estar solo.
La pareja que elijas tiene que cumplir el criterio de que pasar tiempo con ella sea mejor que pasar tiempo solo.

Cuando aprendes a estar solo, no dependes de otras personas para hacer eso que tanto querías. Si quieren sumarse, bien. Si no, no importa.
¿Ir al cine? ¿Salir a comer? Ir a una exposición de arte? ¿Hacer deporte? ¿Viajar?
Lo que tú quieras, ahora puedes hacerlo.
Si sabes estar solo, tus opciones aumentan al infinito.
Ya no dependes de la agenda o gustos de otra persona.
Retomas control de tu vida.

Sólo pregúntate: ¿Cuantas de esas cosas que te interesan estas dejando de hacer porque nadie te acompaña?

Saber estar solo es uno de los mejores filtros que tu vida puede tener.
Una vez que sabes estar solo, no estas dispuesto a aguantar lo malo. Te juntas solo con la gente que realmente quieres juntarte, y haces lo que realmente quiereshacer .
Es una de las mejores habilidades que puedes aprender para mejorar tu vida.

Síntomas de que no sabes estar solo

Si te pasa algo de lo que mencionaré a continuación, te vendría bien aprender a estar solo:

  • Hay algo que quieres hacer hace mucho tiempo, pero no lo haces porque nadie te acompaña.
  • No eres capaz desconectarte del celular y pasar unas cuantas horas sin contacto humano, porque te dan miedo tus propios pensamientos.
  • Te aterra imaginar un futuro en el que estás solo, porque crees que sería terrible.

Hay muchas formas de aprender a estar solo.

Lo más importante, es que el camino que elijas para aprender esta habilidad te lleve a estar solo durante muchas horas.
Suena un tanto obvio, lo sé. Pero no hay mejor forma de aprender que con la práctica.

¿Y qué mejor forma de forzarte a estar solo que salir a viajar solo?

Es como cuando las aves aprenden a volar. Se tiran desde lo alto, y una vez en el aire están obligadas a aprender. Si no, mueren.
Cuando viajas solo no tienes a tus amigos y tu familia para refugiarte. Muchas veces estás con gente que conoces en el camino, pero muchas veces no. Y estás obligado a aprender a estar bien con ello, porque sino, eres miserable.

Viaja solo para aprender a estar solo.

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Juan Pablo Toro
Juan Pablo Toro

Autor Deportista Nómade

Viaja solo para ganar perspectiva

A veces, es necesario alejarnos por un tiempo de nuestras vidas cotidianas por nuestro propio bien.

Sólo cuando estamos lejos de nuestra familia y amigos, lejos de nuestro hogar, y lejos de nuestra rutina, tenemos el espacio y tiempo necesarios para pensar en cómo podríamos mejorar nuestras vidas.

Es como cuando un equipo de fútbol está jugando un partido, y los jugadores están tan inmersos en su propio trabajo, que no tienen ni el tiempo ni el espacio necesario para entender todo lo que está pasando en la cancha. Necesitan del punto de vista del entrenador, desde fuera de la cancha, quien observa el panorama completo y piensa cómo su equipo puede ganar el partido.
El entrenador tiene una perspectiva externa al partido. Tiene el tiempo y el espacio necesario para pensar en cómo sus jugadores podrían jugar mejor, y ganar el partido. Tiene el tiempo para pensar en estrategias ganadoras, y en cómo prevenir posibles derrotas.

Viajar solo por un tiempo prolongado te entrega la perspectiva del entrenador, pero para tu vida.
Te da tiempo y distancia para pensar sobre tu vida cotidiana.
Te da ese respiro necesario para darte cuenta de qué es lo bueno de tu día, y qué es lo malo. Sólo así, sabes qué debes hacer para corregirla.

Acampar solo en la naturaleza es perfecto para pensar y ganar perspectiva

Quizás, mientras viajas solo, te das cuenta que habían cosas muy importantes para ti, y que no les estabas destinando suficiente tiempo y/o atención: tu familia, tus amigos, tu mascota, un pasatiempo, horas de relajo, horas de aprendizaje, cuidar de tu salud, cuidar de tus ahorros, etc.
A la vuelta de tu viaje, sabes los cambios que tienes que hacer para enfocarte en eso que era importante.

Quizás, mientras viajas solo, te das cuenta que habían cosas muy malas para ti, y que no estaba haciendo nada por intentar evitarlas: gente negativa, malos hábitos, estrés, aburrimiento, trámites innecesarios, tráfico, cientos de emails sin leer en cada momento, etc.
A la vuelta de tu viaje, sabes que tienes que hacer todo lo posible por rechazar eso que te está haciendo tan mal. Porque ahora que has pasado un tiempo lejos de ese mal, volver a él se sentiría como inyectarse veneno.

Quizás te estás preguntando, ¿Pero por qué tengo que viajar solo para pensar en cómo mejorar mi vida? ¿Por qué no puedo hacerlo sentándome a pensar en mi casa?
Sí, lo puedes hacer pensando en tu casa. Probablemente tendrás buenos resultados.
Pero la chance de que te sientes a pensar en estas cosas es baja.

¿Cuándo fue la última vez que te sentaste en un escritorio, con lápiz y papel, a pensar en cómo podrías mejorar tu vida?
Si eres como muchos de nosotros, no lo has hecho nunca. Estás tan inmerso en la rutina, que pensar en profundidad no es una opción. Y si tienes tiempo libre para hacerlo, prefieres gastarlo viendo series en Netflix.
Viajando solo, pensar es más fácil. Lejos de tu rutina, no tienes distracciones. No tienes deberes que cumplir, ni amigos que te invitan a hacer algo en tu tiempo libre. Apagas tu celular, y tu cerebro se pone de inmediato en modo filosófico para ganar esa perspectiva que estás buscando.
Te estás dando la oportunidad para pensar. Estás facilitando tu situación para inclinarte a profundizar en tu vida.

Viaja solo para ganar perspectiva.

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Juan Pablo Toro
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Autor Deportista Nómade

Viaja solo para apreciar mas tu vida cotidiana

¿Has pensado alguna vez en lo increíble que es tener una cama? ¿La comodidad que esta te entrega? ¿El dolor de espalda que tendrías si no la tuvieras?
Aun así, dudo que cada vez que te acuestes en ella agradezcas al cielo por ese privilegio.
Disfrutas de dormir en ella, pero no tanto como realmente debería ser.

Y no solo tu cama. Piensa en lo maravilloso que es tener familia, o amigos, o comida en la mesa, o una ducha caliente, o calefacción en el invierno, o todas aquellas comodidades que entrega el primer mundo.

No aprecias todo eso que ya tienes, porque estás demasiado acostumbrado.
No sabes cómo es la vida sin esos privilegios, y por lo tanto no sabes lo agradecido que deberías estar por tenerlos.
La costumbre puede ser buena, si es que te permite aguantar mejor algo malo en tu vida que no puedes evitar.
Pero también puede ser un veneno, si te hace disfrutar menos esos detalles que nos deberían dar tanta alegría.

Cada cierto tiempo, es necesario alejarnos de nuestros privilegios. Sólo privándonos de ellos podemos recordar lo valiosos que son, y disfrutarlos como se merecen.

Es como cuando te resfrías, y te sientes mal por unos días. Sólo cuando pierdes tu salud te das cuenta de lo maravilloso que es sentirse bien.
Lo bueno, es que no necesitas resfriarte voluntariamente para agradecer tener salud, o alguna otra estupidez similar.

Hay ejercicios prácticos que podemos hacer para aprender a disfrutar todos esos detalles que nos dan tanta alegría.

¿En qué consisten estos ejercicios? Son muy distintos unos de otros, pero todos comparten el mismo concepto: alejarse por un tiempo de aquello que quieres volver a disfrutar.

Acá vamos:

Para disfrutar más tener cama y calefacción:

Sal a acampar a una montaña, sin colchón inflable. Pasa frío en las noches. Mójate con la lluvia. Cánsate caminando a todos lados.
Si te suena como una estupidez, como masoquismo voluntario, sólo espera a cuando vuelvas a tu casa. Los resultados hablarán por sí solos.

Aléjate de tus comodidades para volver a apreciarlas

Para disfrutar más la comida:

  • Opción 1: pasa un par de semanas comiendo platos sencillos y con poco sabor, dejando de lado todo lo que te gusta. Nada de café, alcohol, comida chatarra, azúcar, etc.
  • Opción 2: haz mucho deporte, a tal punto de que te sientas agotado.

Por ejemplo: ni te imaginas lo placentero que es comer tallarines con salsa de tomate después de un día de más de ocho horas de ciclismo/caminata.

Para disfrutar de una ducha caliente:

  • Opción 1: empieza todas tus duchas con agua fría. Y cuando digo fría, me refiero a lo más fría posible. Permítete cambiarla a caliente cuando seas capaz de controlar tu cuerpo bajo el agua helada, respirando profundo y sin tiritar.
  • Opción 2: pasa varios días sin ducharte.
    Suena asqueroso. Pero a veces, cuando estás acampando, no hay opción.
    Mi récord sin una ducha fue cuando hice el Everest Base Camp en invierno. El agua estaba literalmente congelada, así que tuve que esperar hasta estar bajo 3000 metros para ducharme. Total: 16 días.

Para disfrutar de todos los demás necesidades básicas que no estoy mencionando:

Sal a viajar a un país del tercer mundo.
Si vas a India, te darás cuenta lo valiosos que es caminar por una calle que no tiene basura o caca en todos lados. O algo tan simple como encontrar un basurero.

Para disfrutar de tus amigos y familia:

Sal a viajar a donde quieras, pero solo. 
No es necesario que sea otro país. Lo importante es que sea solo, y con mínimo contacto de tu familia y amigos.
Mientras más tiempo lo hagas, mejor. Meses, o hasta incluso años. Si es que realmente disfrutabas de pasar tiempo con tus seres queridos, los extrañarás tanto, que cuando vuelvas no querrás separarte nunca más.

Para disfrutar más de tener salud:

Esto es un poco más complicado, porque no te voy a recomendar que te enfermes a propósito, o que te pongas un yeso en la pierna para saber cómo sería estar lisiado.
La alternativa, es pasar tiempo con gente que tiene menos salud que tú: ancianos y/o enfermos. Observa las dificultades que tienen para realizar tareas simples, como moverse de un lugar a otro, comer, ir al baño, etc.
Quizás no será tan eficiente como los ejercicios anteriores, ya que no estarás sintiendo la incomodidad tú mismo. Pero aun así es un recordatorio potente.

Para disfrutar más de tener libertad:

Tampoco te voy a recomendar que busques encarcelarte, o que encuentres un trabajo esclavizante. Mi propuesta, es que pases un tiempo con gente con menos libertad que tú.
Por ejemplo, pasa tiempo con gente que tiene que trabajar todo el día para mantener a su familia.

Ojo: ninguno de estos ejercicios entregan resultados eternos. Tarde o temprano, uno se vuelve a acostumbrar.
Por ejemplo, si sales a acampar a la montaña, cuando vuelvas disfrutarás de tu cama por unos días. Pero al par de semanas te volverás a acostumbrar.
Es por eso que tienes que ir diariamente observando cómo te vas sintiendo, y privarte de aquél o aquellos privilegios que ya no estás disfrutando.

En el momento en que te des cuenta que no estás disfrutando de una taza de café, deja de tomar por un tiempo.
En el momento en que no disfrutes de acostarte en tu cama, sal a acampar.
En el momento en que no estés disfrutando de una ducha caliente, cámbiala a fría.
Es un juego de equilibrios, de luchar constantemente en contra de esa costumbre tan venenosa.

Existe un método que te hace apreciar toda tu vida al mismo tiempo.

Hasta el momento, he descubierto un solo ejercicio que logra, al mismo tiempo, alejarte de todas aquellas cosas buenas a las que uno suele acostumbrarse: Viajar solo, idealmente trasladándote de un lado a otro con tu propio esfuerzo físico, y durmiendo en carpa.

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Juan Pablo Toro
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Autor Deportista Nómade

Una definición no esotérica de «Encontrarse con uno mismo»

Yo creo que cuando alguien habla de «viajar para encontrarse con uno mismo» no sabe qué es lo que está diciendo.

«Encontrarse con uno mismo» suena como una frase cliché. Esotérica. Subjetiva. Cuando la mencionas, te hace sentir como que eres alguien profundo, que está buscando algo más grande en la vida que pagar una hipoteca.

Cada vez que pienso en la versión esotérica de «Encontrarse con uno mismo», me imagino a alguien haciendo yoga

Pero al no saber a qué nos referimos cuando hablamos de «encontrarse con uno mismo», es difícil que podamos salir a viajar y alcanzar algún resultado.

Dudo seriamente que exista una persona en este planeta que fue a viajar por un largo tiempo, y de un momento a otro haya dicho «Oh, me encontré!». No tiene sentido.

Acá va mi propuesta no esotérica: «Encontrarse con uno mismo» es exactamente lo mismo que «conocerse a uno mismo».

¿Y por qué diferenciarlas, si son lo mismo?

«Encontrarse con uno mismo» es complejo. «Conocerse a uno mismo», en cambio, se puede desglosar y entender mejor.
Se puede traer de vuelta a la Tierra.

Para conocerse a uno mismo, hay que entender cómo funciona nuestro cuerpo y mente en cada situación que se nos presenta.
Y la única manera de entenderlo, es observándonos a nosotros mismos.

Una vez que nos entendemos lo mejor posible, sabemos cómo ordenar nuestras vidas para aprovecharlas al máximo, y a la vez sabemos cómo disminuir el sufrimiento innecesario.

Algunos puntos de observación:

¿Cómo son mis pensamientos cuando he dormido poco? ¿O cuando he comido poco? ¿O cuando he comido mucha chatarra? ¿Siento ansiedad, angustia, o alguna otra sensación desagradable?

¿Cómo funciona mi cuerpo cuando he dormido poco? ¿O cuando lo he llevado al límite del cansancio físico? ¿O cuando llevo meses sin una alimentación decente?

¿Cómo estoy de ánimo cuando medito, o hago deporte, o alguna otra actividad sana? ¿Cómo es el antes v/s el después de cada actividad?

¿Cómo me siento cuando paso mucho tiempo solo? ¿O cuando paso mucho tiempo acompañado?

¿Qué me gusta hacer cuando estoy con otros? ¿Qué me molesta que me digan? ¿Cómo cambia mi personalidad cuando estoy solo v/s acompañado?

¿Qué me hace sentir vivo? ¿Y qué me hace querer morir de aburrimiento?

¿Qué cosas que a otros les sale fácil a mi se me hacen difíciles? ¿Y qué cosas que a otros se le hacen difíciles a mi me salen fáciles?

Lo sé, son demasiadas preguntas. Y esas son sólo las que se me ocurrieron en 10 minutos mientras me tomaba un café.

Pero no te preocupes, no es tan difícil.
Más que andar respondiendo preguntas a cada rato, lo importante es detenerse unos minutos cada día para pensar cómo estuvimos en cada momento.

Los ultramaratonistas buscan explorar sus límites físicos. Un método para conocerse más a uno mismo.


Poco a poco, irás identificando patrones: «Cada vez que pasa esto, me siento/reacciono/me comporto así…»

Después de un tiempo prolongado de observación, una vez que encuentres esos patrones que se repiten una y otra vez, puedes diseñar una estrategia para tomar mejores decisiones, y así mejorar tu vida.

Algunos ejemplos:

Si te das cuenta que cuando no duermes tomas decisiones atarantadas que te hacen sentir arrepentido, entonces lo mejor es fijarse una regla de no tomar decisiones importantes cuando has dormido menos de cierta cantidad de horas. Lógico, ¿no?

Si descubres que cierta persona te saca de quicio cada vez que te la encuentras, quizás lo mejor es meditar brevemente antes de cada reunión para llegar calmado. O mejor aún, evitar ver a esa persona.

Si te das cuenta que siempre que has comido poco estás de mal humor, entonces conviene que te prohibas discutir con alguien sin antes haber comido algo.

Si descubres que, después de tres horas de deporte intenso todo tu cuerpo empieza a fallar, quizás lo mejor es que nunca pases ese nivel. O al menos tener más cuidado cuando te acerques al límite

Para terminar, te dejo una de mis frases favoritas. Se le atribuye a Sócrates:

«Una vida sin examen no merece ser vivida»

Sócrates

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Deportista Nómade

¿Por qué hablo de combinación de viaje y deporte, y no cicloturismo?

Hay muchas formas de combinar viaje con deporte. Viajar en bicicleta es tan sólo una de ellas. Mi opción favorita.

Ross Edgley, dándole la vuelta a Reino Unido nadando.

Conozco historias de personas que han cruzado el atlántico a remo.
Otra que le dio la vuelta a la isla del Reino Unido nadando (se demoró 175 días).
Otra que recorrió en Kayak la costa del sur de África.
Otros que caminan cruzando continentes por décadas.
Otros cuyo objetivo es subir todas las montañas más desafiantes y caminar los senderos más largos.
Otros que se las dan de Forrest Gump y trotan por el mundo, porque «they just felt like running!»
Hasta incluso conozco la historia de un tipo que, a sus veinte años, le dio la vuelta al mundo en monociclo.

No es buena idea acotarme a sólo hablar de cicloturismo.

Con todas esas historias, acotarme a escribir de cicloturismo y no de deporte en general se siente como meterme a una cárcel creativa.

Lo importante para mí no es el medio de transporte en sí, porque todos tenemos distintas preferencias.
Lo importante es que, cuando salgas a viajar, para moverte del punto A al punto B elijas un medio de transporte que te demande esfuerzo físico.
Es así como tu viaje se convertirá en la mejor de las aventuras.
Lo importante no es la meta, si no lo que pasa en el camino. Y mientras más altibajos tenga ese camino, más entretenida es la aventura.

¿Conoces alguna historia de viajeros deportistas que no haya mencionado?

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Juan Pablo Toro
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Autor Deportista Nómade