Al igual que mucho de lo que escribo, esta idea no es mía. Y no recuerdo de a dónde la aprendí. ¡Pero me fascina!
¿Tienes una meta que te encantaría lograr?
De ser así, seguro también tienes la parte mala de esa meta: el miedo al fracaso.
Obviamente a nadie le gusta fracasar. Te deja la confianza en el piso.
Pero tengo malas noticias. Existe algo mucho, mucho peor que fracasar: no haberlo intentado.
Tener una meta y no intentar conseguirla se encuentra en un nivel más bajo que haber intentado y fracasado en el proceso.
Cuando no lo has intentado, eres alguien que ni siquiera fue capaz de tomar un mínimo de acción. Ni siquiera fuiste capaz de enfrentar por un minuto los miedos que tenías.
La persona que intenta y fracasa, muere sin arrepentimientos. La persona que ni siquiera intenta, muere arrepentida. Presa por su cobardía.
No hay nada peor.
Si tienes una meta y todavía no has intentado conseguirla, estás en el nivel más bajo de todos. Llamarte a ti mismo «Fracasado/a» es un derecho que tienes que ganar tomando acción. Es el siguiente nivel.
En otras palabras: Desde el punto de vista de alguien que ya ha conseguido sus metas, el fracaso es algo malo. Desde el punto de vista de alguien que ni siquiera ha intentado conseguir su meta, el fracaso es algo bueno.
Lo sé. Hay muchos problemas que surgen del fracaso. Quedas con la confianza en el piso por varios días. Aumentan tus inseguridades y tu ansiedad. Y tienes miedo de ser una de esas personas que se pasan toda su vida intentando alcanzar una meta, y nunca la logran. El actor que nunca llegó a Hollywood. El futbolista que nunca llegó a las grandes ligas El cantante que nunca se hizo famoso Etc. Nadie quiere ser esa persona.
Para prevenir eso, te ofrezco una posible solución:
La regla de los diez intentos.
Creo que el nombre lo explica todo, pero por si acaso, entraré en detalle.
¿Tienes una meta que te gustaría lograr? La regla de los diez intentos consiste en que puedes rendirte sólo si has fracasado un mínimo de diez veces intentando alcanzar esa meta.
El objetivo de esta regla es no rendirse antes de tiempo.
Si lo intentaste diez veces, y todavía no has logrado lo que querías, te has ganado el derecho a llamarte fracasado. Puedes morir sin arrepentimiento.
Una de las mejores partes de esta regla, es que se puede usar para todo lo que quieras. No sólo el deporte:
¿Quieres tener el trabajo de tus sueños? Tienes que asistir a un mínimo de diez entrevistas de trabajos que siempre has querido tener. O hablarle a un mínimo de diez personas que ya tienen ese trabajo, para que te den consejo. O aplicar al mismo trabajo un mínimo de diez veces en distintas ocasiones.
¿Quieres ser un tenista profesional? Tienes que tratar de calificar a un mínimo de diez campeonatos profesionales. Este ejemplo me duele, porque fue exactamente lo que yo no hice. Jugué un total de dos clasificaciones, me fue pésimo, y me rendí.
¿Quieres terminar una maratón? Tienes que correr un mínimo de diez carreras distintas, con sus debidos meses de preparación.
¿Siempre has querido salir con un/a modelo/a? Tienes que invitar a salir a un mínimo de diez.
¿Quieres publicar un libro? Tienes que escribir un mínimo de diez libros y contactar a un mínimo de diez editoriales con cada uno de ellos.
Es muy importante mencionar que, si la meta es muy importante para ti, diez intentos puede ser poco. A veces no es suficiente para poder llamarte fracasado. Por ejemplo: Si realmente es importante para tí ser tenista profesional, tienes que jugar mucho más que diez clasificaciones profesionales. ¿Treinta? ¿Cincuenta? ¿Cien? No lo tengo claro. Pero pueden pasar años antes de ver resultados. Además, tienes que hacer todo el entrenamiento correspondiente e invertir en la indumentaria necesaria para poder decir que lo intentaste. Si no, lo único que hiciste fue perder el tiempo.
Si realmente es importante para ti vivir con una pareja, tienes que salir con mucho más de diez mujeres/hombres. Si me preguntas a mí, en este caso me pondría una regla de los cien intentos como mínimo. Si cien mujeres/hombres te rechazan, puedes aceptar vivir solo. Al menos sabrás que lo intentaste.
¿Quieres tener el trabajo de tus sueños? Diez intentos es poquísimo. Estamos hablando de una de las decisiones más importantes que tienes que elegir: dónde pasarás gran parte de tu vida. Cincuenta entrevistas como mínimo.
Diez intentos puede ser poco, pero al menos es un punto de partida para no rendirse antes de tiempo. Es impresionante la cantidad de veces que nos rendimos al primer intento. Es autosabotaje en todo su esplendor.
Otro aspecto importante de mencionar: en vez de medir tu fracaso en número de intentos, puedes medirlo en tiempo. Hugh Jackman, recién graduado de periodismo en la universidad, se dijo a sí mismo: «Intentaré actuar en Hollywood hasta que cumpla 31». Le fue bien en el primer año. Consigue un trabajo part time que te pague lo mínimo que necesitas, y asiste a entrevistas de trabajos soñados por un mínimo de tres años. Dedícate a un deporte durante cinco años. Dedícate a escribir libros durante diez años.
Por último, no puedo terminar este artículo sin antes mencionar una de las formas de autosabotaje más tóxicas de todas: hacer como que lo intentas, cuando en verdad sabes que no lo hiciste. Si te dicen que tienes que pasar años participando en clasificaciones de torneos de tenis, y te rindes al par de meses, te estás autosaboteando. Sigues en el nivel de gente que no lo intentó. O si te dicen que para ser tenista tienes que pasar horas y horas entrenando, alimentarte bien, ir al gimnasio, y elongar, y tú lo único que haces es pegarle a la pelota, te estás autosaboteando. Nuevamente, sigues en el nivel de gente que no lo intentó. Para contar un intento fallido en un tus diez fracasos, tienes que intentarlo con toda la pasión y esfuerzo que se necesita.
En resumen: Regla de los diez intentos para rendirse. Ganar el derecho a llamarse fracasado. Por una vida sin arrepentimientos.
Cuando hablamos sobre tener confianza en nosotros mismos, existe una creencia completamente equivocada.
Tendemos a pensar que uno nace con cierto nivel de confianza, y no hay mucho que hacer al respecto. Un nivel de confianza que quizás puede aumentar un poco si nos rodeamos de gente que nos impulsa hacia arriba, pero esto tendría un límite. Aquella persona que nació con la confianza de Johnny Bravo, que disfrute de su suerte. Aquella persona que nació con la confianza de Igor (el burro de Winnie Poo), te deseo todo lo mejor.
En la realidad, el escenario es mucho más positivo de lo que pensamos. La confianza en uno mismo es una habilidad que se aprende y se desarrolla con el tiempo. ¿Y cómo se aprende? Con horas y horas de práctica en lo que sea que quieras tener más confianza.
En otras palabras, ser competente en una habilidad te da confianza en esa habilidad.
¿Te das cuenta de lo que significa esto? Lo único que separa a una persona que no tiene confianza de una persona que sí la tiene, son horas de práctica. Los genes pueden importar al principio, pero con el paso del tiempo, dejan de ser relevantes.
Cuando se trata de desarrollar confianza, el deporte es un caso especial. Es un campo de entrenamiento perfecto para mejorar la confianza en uno mismo. No sólo te hace ver mejor físicamente, estar de buen humor, y tener más energía (tres requisitos claves para tener confianza). Es mucho más que eso.
La confianza que ganas haciendo un deporte se traspasa a otros aspectos de tu vida.
Es por eso que es tan común ver a un boxeador profesional que se mueve por la vida como si fuera bueno para todo. La confianza que tiene por ser hábil en su deporte se traspasa a todo lo demás. Sociabiliza como si nadie fuera más interesante que él, seduce como un Don Juan, hace negocios como Jeff Bezos, y cuenta chistes como el Coco Legrand.
Para explicar cómo el deporte mejora la confianza en nuestras vidas, pondré el ejemplo de un tipo de treinta años que nunca ha hecho deporte, y que quiere empezar a ir al gimnasio. Llamémosle Juan Pablo. ¿Quién se puede llamar así?
Juan Pablo está obeso. Subir las escaleras al segundo piso de su casa es todo un desafío. No se atreve a sacarse la polera cuando va a la playa, no se atreve a hablarle a una mujer, y por distintas razones de la vida, está convencido que no es bueno para nada. Por cómo lo ve él, su vida es un desastre. Siente que no tiene control sobre sí mismo.
Si Juan Pablo logra no rendirse después de un par de semanas, su proceso sería más o menos así:
1)Primeras dos semanas: dolor en todo el cuerpo y vergüenza absoluta. Ir al gimnasio no puede sentirse peor. Juan Pablo siente como que lo están observando en todo momento. Cree que los demás están riéndose de él, porque es notorio que no sabe qué está haciendo. Camina de un lado a otro haciendo ejercicios que todo el mundo sabe que no sirven. El hecho de que su polera XXL está empapada por sudor y que huele mal tampoco ayuda. Lo único que hace que Juan Pablo siga yendo al gimnasio, es que sabe que el infierno por el que está pasando se sufre un poco menos que el infierno que vive cuando no hace nada por su vida. Sabe, también, que los resultados llegan después de meses, así que lo único que tiene que hacer es seguir presentándose a entrenar. Sabe, por último, que al menos lo está intentando. Y eso se siente bien.
2)Primeros dos meses: Juan Pablo está preocupado. Lleva dos meses yendo al gimnasio como si fuera una ceremonia religiosa infaltable, y aún no ve resultados. Todo ese sufrimiento físico y aguantar las burlas por nada. Su confianza está en el piso. Decide que tiene que cambiar la estrategia. No tiene plata para pagarle a un entrenador, así que decide aprender por sí solo qué necesita para mejorar su estado físico. Se sorprende al descubrir que no es necesario pasar años estudiando el cuerpo humano para aprender lo básico que necesita para mejorar su salud. Con una hora viendo tutoriales en youtube y uno que otro libro, es más que suficiente. Más adelante, si se obsesiona con el tema, puede entrar en detalle sobre biología, nutrición y esas cosas. Se da cuenta que su salud depende de muchos más factores que sólo subirse a una bicicleta estática. Aprende la importancia de dormir bien para mejorar la salud. Aprende, también, qué tiene que hacer para dormir bien. Aprende la importancia de hacer movilidad articular para calentar bien antes de hacer ejercicio, con el objetivo de prevenir lesiones. Aprende la importancia de levantar pesas y hacer cardio. Y aprende también cómo hacer cada una de esas cosas. Aprende la importancia de elongar al final del entrenamiento para soltar los músculos. Aprende la importancia de alimentarse bien. Ahora entiende mejor qué es lo que provoca los antojos y cómo prevenirlos, qué le hace bien y qué le hace mal, los beneficios del ayuno intermitente, y otros.
Ahora se siente más motivado. Todavía no ha visto resultados y todavía no tiene confianza en sí mismo, pero ahora entiende el por qué de las cosas. Sabe lo que tiene que hacer; ahora sólo queda aplicarlo. No hará más el ridículo levantando mancuernas de dos kilos en el gimnasio.
3)Primeros seis meses: la situación empieza a mejorar. Juan Pablo empieza a ver resultados. Nuestro amigo está más delgado y a la vez más fuerte. Tiene más energía y se siente de buen humor. Ya no pasa vergüenza en el gimnasio, ya que sabe que está haciendo lo correcto. Los resultados lo demuestran. Un día, descansando entre series de presbanca, Juan Pablo guarda su celular y se atreve a mirar a su alrededor. Se da cuenta que todas las personas en el recinto están en su propio mundo, preocupados por sus propios problemas, tratando de tener una vida decente al igual que él. Más aún, se da cuenta que probablemente la gente nunca se estaba riendo de él. Estaban enfocados en ellos mismos. Y si algún tipo efectivamente se estaba riendo, ¿qué importa?, ¿qué pedazo de idiota puede ser tan desagradable como para reírse de alguien que quiere mejorar su vida? Su opinión no puede ser relevante. Se atreve a caminar a lo largo del gimnasio. Mira a los ojos a un anciano que está haciendo cardio en la elíptica, y le dice «Hola». Se ponen a conversar. Juan Pablo descubre que la gente es inmensamente buena y simpática si él toma la iniciativa, mira a los ojos, y saluda.
4)Primer año: Juan Pablo está mejor que nunca. Alcanzó la meta que se había propuesto. Y lo mejor de todo, es que, después de cientos de entrenamientos y horas de aprendizaje, tiene clarísimo qué hacer y qué no hacer cuando va al gimnasio. Sus horas de práctica le han dado confianza en sí mismo.
Además, surgen dos efectos secundarios que no esperaba:
I)Gente se le acerca a pedir consejo: amigos, familia, y hasta desconocidos del gimnasio se acercan a Juan Pablo a preguntarle qué hizo para tener tan buenos resultados. Él les explica con peras y manzanas, ya que tiene clarísimo, gracias a su experiencia, lo que se necesita para tener mejor salud. Que la gente se acerque a pedir consejo refuerza más aún la confianza que tenía Juan Pablo desde antes. Es un círculo vicioso.
II)La confianza que ganó en el gimnasio se traspasa a otros aspectos de su vida: saber que es capaz de hacer algo difícil todos los días como ir al gimnasio, y tener claro qué se necesita para tener buena salud, lo lleva a comportarse con confianza en todo lo demás.
Se atreve a hablarle a desconocidos, y descubre que sociabilizar también es una habilidad que se puede aprender y desarrollar.
Se atreve a hablarle a la mujer que le gusta, y descubre que seducir es otra habilidad que se aprende y desarrolla con la práctica.
Tiene más confianza en el trabajo, con su familia, en otros hobbies, y en todos los aspectos de su vida.
Tiene control sobre sí mismo.
A pesar de que ya alcanzó sus objetivos, Juan Pablo sigue entrenando cinco veces a la semana. Sabe que la vida es mejor cuando se tiene cierta dosis de sufrimiento voluntario.
Horas de práctica le dieron a Juan Pablo la confianza que estaba buscando.
¿Quieres tener confianza para cierta habilidad? Practícala una y otra vez. Cientos de horas de práctica te harán sentir que sabes lo que estás haciendo.
¿Quieres tener confianza en tu vida en general? El deporte es un campo de entrenamiento perfecto para ello. La confianza que obtendrás a través de la práctica te llevará a tener confianza en todo lo demás.
Mochila de trekking. Si hace calor y no vas a acampar, llevaría una de 60 litros. Si hace frío y/o vas a acampar, llevaría una de +80 litros.
Anteojos de sol
Gorro
Dos o tres poleras. Todas de color oscuro, al menos una de deporte. Dos puede ser muy poco. Tres se siente como mucho. Ideal que sean de tela que no agarra mal olor, como lana merino.
Un polerón que se seque rápido, idealmente oscuro.
Un cortaviento.
Dos o tres calzoncillos. Todos de color oscuro.
Un short de color oscuro. Mejor aún si es de deporte, y que se seque rápido para usarlo como traje de baño. Clave que tenga cierre en los bolsillos para que no te roben.
Un pantalón de trekking oscuro y con cierre en los bolsillos.
Dos o tres pares de calcetines, todos negros.
Dos pares de calzado. Combinaciones típicas son: zapatos de trekking+sandalias, zapatillas de trote+sandalias, zapatos de deporte+zapatillas de trekking. Ideal que el zapato sea Goretex, y que las suelas sean Vibram.
Un rollo de papel comfort.
Artículos de higiene personal: cepillo de dientes, pasta, desodorante, hilo dental, jabón, preservativos, etc. Yo no llevaría shampoo, se encuentra en todos lados.
Una botella de buena calidad (Nalgene es buena marca).
Una toalla de camping: son livianas y se secan rápido.
Crema para el sol.
Una mochila pequeña para pasear por el día.
Botiquín de primeros auxilios: asegúrate que tenga remedios para la diarrea del viajero (es lo más común), paracetamol, alcohol para limpiar heridas, y lo que sea que necesites según el país que visites.
Tapones para los oídos y antifaz para dormir (clave por si duermes en hostales!)
Si hace frío, agregar al listado anterior:
Gorro.
Buff
Pasamontañas.
Parca de plumas. Fijarse en el Fillpower (FP). Que sea 800 o cercano a eso.
Guantes.
Una primera capa de buena calidad para el tronco, y otra para las piernas. Idealmente 100% lana merino.
Otro par de calcetines para frío extremo.
Si vas a hacer trekking y acampar, agregar:
Una carpa tan liviana como sea posible. De las pocas cosas que vale la pena invertir para comprar material de buena calidad. Que tu carpa sea capaz de sostenerse de pie sin estacas (free standing tent en inglés). Por distintas razones, a veces es necesario acampar sobre pizos duros donde no se puede clavar una estaca. Importante también que el color sea oscuro (para que no te encuentren cuando hagas wildcamping) y que tenga una terraza donde dejar los bolsos.
Un saco de dormir tan pequeño como sea posible, pero que proteja contra el frío. Otra de las pocas cosas que vale la pena invertir. Lo importante es fijarse en la temperatura comfort, no en la extrema.
Aislante o colchón inflable. Lo importante es fijarse en el valor R, que te dice qué tanto a aísla del frío. Un buen valor R es sobre 4.
Cocinilla. Si vas a cualquier lugar del mundo mínimamente desarrollado, puedes ir con una cocinilla a gas. Si vas a África u otros países tercermundistas, conviene más una cocinilla a combustible (MSR es la típica).
Bastones de trekking
Una olla que tenga entre 1,5 y 2 litros de volumen. No es necesario sartén, ni tetera.
Una «pared» de aluminio para proteger el fuego del viento.
Linterna frontal
Un bowl o tupperware.
Una taza pequeña.
Un cuchillo de buena calidad y que se pueda guardar el filo (opinel es muy buena marca), un tenedor, y una cuchara.
Una esponja para lavar.
Otras cosas que llevo y que me parecen indispensables:
Un kindle con cientos de libros descargados.
Un filtro de agua Steripen, o una botella LifeStraw. Es caro, pero con el paso del tiempo recuperas lo invertido al no comprar agua. Y no aumentas tu basura.
Un diario para escribir, idealmente pequeño.
Una GoPro.
Si viajas en bicicleta, agregar:
La bicicleta. La elección varía mucho según tus gustos y lo que buscas. Personalmente me fijaría en lo siguiente: 1)Si el viaje es largo, idealmente que el marco y horquilla sea de acero. Es mejor elegir una bicicleta resistente en lugar de liviana. 2)Que el manubrio tenga varias opciones para cambiar la posición de las manos. 3)Que te permita poner tanto neumáticos delgados (ej: 700×35) como neumáticos anchos (ej: 700×45). 4)Que los componentes de reemplazo sean fáciles de encontrar en todo el mundo. Ej: la transmisión shimano es fácil de encontrar. 5)Que no sea tan cara, con tal de no llamar la atención y que no duela tanto si te la roban. 6)Que la transmisión sea 1×11, 1×12, 2×9, 2×10 o 2×11. 7)Que el sillín sea cómodo. Si te duele estar muchas horas sentado en el sillín, puedes ponerle un colchón.
Parrillas: se puede hacer el trabajo sólo con una parrilla trasera, pero todo tu peso estará detrás. Lo ideal es distribuir el peso por toda la bicicleta, y para eso se necesita parrilla delantera y trasera.
Alforjas: las alforjas más famosas de todas son las Ortlieb. Son caras, pero si las compras, la marca te ofrece 5 años de garantía.
Un bolsito de manubrio para tener celular y billetera a mano.
Unos neumáticos típicos que todo el mundo compra para no pinchar: Schwalbe marathon.
Un asiento típico para que no te duela tanto andar por varias horas: Brooks.
Botellas para llenar 4+ litros de agua.
Que tu cadena sea Shimano. Es fácil de encontrar repuesto.
Repuestos de bicicleta: un eslabón de cadena, piola de cambio, una cámara para la rueda
Para arreglar la bicicleta: lubricante seco para cadenas, multiherramienta, palillos para desmontar el neumático, parches para cámara, bencina y un cepillo de dientes para desengrasar la cadena, un bombín pequeño.
Si vas a un país tercermundista, agregaría: cadena de repuesto, otra cámara de repuesto, y una rueda de repuesto.
Casco.
Guantes de bicicleta.
Por último, agregaría una cosa que a ti te parezca indispensable para vivir. Hace el viaje más interesante. Agregas peso «innecesario», pero que para ti es necesario:
He visto a gente viajando con guitarra.
Gente viajando con trompeta.
Gente viajando con cuaderno para dibujar.
Gente viajando con tabla de surf.
Gente viajando con equipo de alta montaña.
Gente viajando con equipo de buceo.
Gente viajando con un dron.
Gente viajando con perro/s
En mi pasado, llevé todo lo necesario para jugar campeonatos de tenis. Otra vez llevé una pelota de futbol americano para entretenerme mientras hacía dedo. Actualmente, llevo un computador para escribir.
Hace mucho tiempo que quería escribir sobre el sufrimiento. No sólo porque me parece un tema muy interesante y que nos involucra a todos, si no que además quería ponerme a prueba. ¿Soy o no capaz de escribir lo que pienso del sufrimiento? Si no soy capaz, significa que no tengo claras mis ideas.
En este artículo quiero intentar responder tres preguntas: ¿Por qué existe el sufrimiento? ¿Cuál es el gran problema del sufrimiento? ¿Cómo podemos usar el sufrimiento para mejorar nuestras vidas?
¿Por qué existe el sufrimiento?
Me empezó a obsesionar el «por qué» del sufrimiento un día que me encontraba leyendo historias de sobrevivientes del Holocausto.
Décadas después de todo el martirio que tuvieron que pasar en los campos de concentración, un periodista les preguntó a un grupo de sobrevivientes acerca de cuál había sido el mejor día de sus vidas.
Muchos de ellos respondieron que el día más feliz de sus vidas fue cuando fueron liberados del campo de concentración.
¿No te parece impresionante? No mencionaron el día que se casaron, o cuando vieron nacer a su hijo/a, o cuando se gradaron de la universidad, o quién sabe qué. Eligieron el día en que el sufrimiento más grande de sus vidas se acabó. Cuesta creerlo, pero a la vez no. Hace sentido.
Seguí investigando. Esta vez, estuve escuchando historias de pacientes que sobrevivieron al cáncer. Cada uno de ellos te toca el corazón con sus relatos. Pero lo que más me sorprendió de todo, es que habían ciertas afirmaciones que se repetían una y otra vez: «El cáncer me ayudó a aprender a apreciar los pequeños detalles» Ej: poder moverse, poder estar al aire libre, poder disfrutar una comida, poder ir al baño sin que alguien te acompañe, etc. «Si tuviera que repetir todo el proceso, no cambiaría nada».
¿Me están diciendo que, si a estas personas les dieran la oportunidad de volver al pasado y saltarse el infierno que vivieron por el cáncer, rechazarían la oferta? Nuevamente, cuesta creerlo. Y nuevamente, hace sentido. En otras palabras, esta gente valora el sufrimiento por el que tuvieron que pasar.
Tanto los que sobrevivieron al Holocausto como los que sobrevivieron al cáncer tienen algo en común: su felicidad vino después de haber pasado por una época de sufrimiento.
Otros ejemplos de gente que disfruta después del sufrimiento: La persona que encuentra un trabajo después de meses endeudado y sin empleo. La persona que renuncia a su trabajo después de años de infelicidad. La persona que encuentra una pareja después de años estando soltero/a. La persona que se divorcia después de años de un mal matrimonio.
Felicidad después del sufrimiento.
Empecé a pensar en mi propia vida. Nunca he tenido cáncer u otra enfermedad terminal, así que no pretendo comparar el dolor que he pasado con esta gente tan valiente. Pero he tenido suficientes operaciones e idas a la urgencia como para decir que algo he sufrido. En mi casa se ríen de todas las veces que me han tenido que llevar a la clínica.
Empecé a pensar en los mejores días de mi vida. Se me ocurrieron varios momentos valiosos: aventuras que tuve viajando, triunfos deportivos, juntas memorables con los amigos y la familia, el día que terminé mi primer retiro Vipassana, el día que me gradué, y otros.
Pero hay dos momentos que, sin lugar a dudas, son los que recuerdo con más alegría.
1)Diciembre de 2016: El día posterior a una operación de urgencia que tuve porque se me perforó el intestino delgado. Estaba acostado en la cama de la clínica. El dolor, insoportable. Con suerte podía caminar para ir al baño. Y se me habían arruinado todos los planes que tenía para el verano. Sin embargo, a pesar de mi estado de salud, pocas veces me he sentido tan bien. Sabía que la había tenido cerca, así que me sentía agradecido por el sólo hecho de estar vivo. Además, toda mi familia me fue a ver. Mis papás, mis hermanos, mis abuelos, mis tíos, mis primos. Tengo que admitir que era raro tener peor salud que mi abuelo de casi 90 años. Él de pie, yo acostado. Mis amigos también fueron a verme. Uno de ellos trajo cartas para jugar «Uno», y al rato les tuve que pedir que se vayan porque pensé seriamente que me matarían de la risa.
2)Junio de 2019: El día que el doctor me dijo que mi lesión en la muñeca había sanado. Un año y tres meses previo a esto, mi muñeca empezó a doler como nunca. Empecé a ir al doctor dos veces a la semana por meses, y pasé por quién sabe cuántas sesiones de kinesiología. Nada ayudaba a disminuir el dolor. Traté con terapias alternativas. Acupuntura, quiropraxia, y hasta me puse imanes alrededor del cuerpo. Pero no había caso. El dolor no se disipaba. Las cosas empeoraron un día en que le dije al kinesiólogo: «Seamos positivos. En el mejor de los casos, ¿Cuánto tiempo me queda para volver a jugar tenis? ¿Dos meses? ¿Seis meses?» Él me respondió «Nunca volverás a jugar». Me desplomé en la camilla. Después de eso, perdí toda mi confianza. Rápidamente fui cayendo en un espiral de lesiones a lo largo de todo mi cuerpo. En un par de meses me lesioné el tendón de Aquiles, me quebré el menisco en mi rodilla derecha (que me tuve que operar), y me dio pubalgia. Pasé por mi propio infierno. El único momento del día que no sentía dolor, era cuando dormía. Poco a poco, fui cambiando mi mentalidad frente al problema. Me hice responsable de lo que me estaba pasando. Empecé a comer más sano, a elongar, a hacer yoga, a meditar. Prácticas que me hacían más sentido que ponerse agujas en la frente, o imanes en la espalda. Finalmente, luego de más de un año en lo que lo único que soñaba era estar sano, el doctor que me venía tratando revisó mi última resonancia magnética y me dijo que mi muñeca había sanado por completo. Y que podía volver a jugar tenis.
Volví a mi casa y lloré de felicidad por horas.
Entonces, mi respuesta a por qué existe el sufrimiento es la siguiente: El sufrimiento es el infierno por el que necesariamente tenemos que pasar para poder disfrutar del cielo.
Esto es lo que algunas personas llaman «el principio de contraste». Sólo se aprecia realmente lo bueno cuando has pasado por lo malo. Necesitamos de lo malo para tener un punto de comparación. Para saber qué tan valioso es lo bueno.
Es parte de nuestra naturaleza dejar de apreciar lo bueno cuando lo damos por sentado. No sabemos valorar nuestra salud hasta que la perdemos. No sabemos apreciar nuestra familia y amigos si no hemos pasado un tiempo lejos de ellos, o si nunca hemos perdido a alguien cercano. No sabemos apreciar la comida y el agua si nunca hemos pasado hambre y sed. No sabemos apreciar nuestras posesiones si no sabemos lo difícil que fue conseguirlas a través del trabajo.
Es una de las gran maldición del ser humano. Lo único que deseamos es dejar de sufrir. Una vida sin problemas. Pero si, en un caso ideal, alcanzamos una vida sin problemas, no la sabemos apreciar, ya que necesitábamos del sufrimiento para ello.
Y siendo que necesitamos del sufrimiento para apreciar lo bueno,
¿Cuál es el gran problema del sufrimiento?
No es un solo gran problema. Son dos grandes problemas.
1)No importa cuánto sufrimiento tuviste en el pasado. Tarde o temprano, tevuelves a acostumbrar a lo bueno.
Si existe Dios y tiene sentido del humor, esta es una de sus bromas más pesadas. Cuando sané de la operación del intestino, pasé por meses de alegría máxima. No me importaba cómo me iba en la universidad o cualquier otra de esas metas que por lo general me importaban. Lo único en lo que pensaba era que estaba sano. No necesitaba nada más.
Pero cuando ya llevas varios meses sano, se te olvida el infierno por el que pasaste. Poco a poco, vuelves a dar por sentado tu buena salud, y llegan esos otros problemas superficiales que tenías desde antes.
Lo mismo me pasó con la muñeca. Pasaron meses en los que cada vez que jugaba tenis era la persona más feliz del mundo, sin importar si ganaba o perdía. El sólo hecho de poder jugar, siendo que me dijeron que jamás lo haría, me parecía un milagro. Pero, lamentablemente, volví a acostumbrarme a mi buena salud. Ya no la disfrutaba.
Sé que esto no sólo me pasa a mi. No he revisado la ciencia que hay detrás, pero aseguraría que acostumbrarse a lo que tenemos es otra maldición más que tenemos todos los humanos.
La única solución a este problema es recibir dosis de sufrimiento periódicas que nos recuerden que lo que tenemos es valioso.
2)No importa cuánto te digan que algo que tienes es valioso. Tienes que sufrir tú mismo para aprender a disfrutarlo.
Jamás vas a apreciar lo que ya tienes sólo porque alguien te hizo ver que era valioso. No importa cuánto te lo digan o cómo te lo digan.
Un ejemplo de esto es cuando eras niño y te decían: «Agradece que tenemos comida en la mesa. Hay niños en África que pasan hambre todos los días». No importa cuánto te lo repitan, la comida te seguirá pareciendo igual de insignificante.
La vida sería más fácil si pudiésemos aprender a apreciar lo bueno a través de historias que nos cuentan. Pero no es posible. Cuando se trata de realmente apreciar lo que ya tenemos, las palabras no sirven. Tenemos que sufrir.
Quizás estás pensando «¡Ey! Pero yo nunca me he enfermado o tenido lesiones, y aun así disfruto de tener salud todos los días». Sí, es posible que la disfrutes. Pero ni te imaginas cómo podrías llegar a disfrutar tu salud cuando la has perdido por un tiempo.
En resumen, he dicho lo siguiente: El sufrimiento es necesario para poder disfrutar de lo bueno. Necesitamos sufrir cada cierto tiempo para no volver a acostumbrarnos. No importa cuánto te digan que lo tienes todo. Tienes que sufrir tú mismo para apreciar lo que ya tienes.
Dicho esto, salió la pregunta más importante:
¿Cómo podemos usar el sufrimiento para mejorar nuestras vidas?
Por favor, si leíste todo el artículo hasta ahora, no te rompas la pierna voluntariamente para recordar lo valioso que es caminar. Y por favor no quemes tu casa para apreciar lo valioso que es tener una cama y un techo.
Existe una técnica para sufrir sin la necesidad de tener que pasar por un accidente o una catástrofe. Y es la siguiente: Sufre voluntariamente para volver a disfrutar lo que sea que ya estás acostumbrado, pero sin hacerte daño.
Sufrimiento voluntario para ser feliz.
Ojo: por favor lee de nuevo la parte de «no hacerse daño». Si es que llegas a ese nivel, te estás perjudicando, no ayudando.
Esta técnica se explica mejor con ejemplos:
Para recordar lo valioso que es tener salud, sufrimos voluntariamente a través de hacer deporte. Cuando se trata de usar el deporte como medio para sufrir voluntariamente, me enfocaría en esos ejercicios en los que uno no lo pasa tan bien en el momento que lo haces.
Por ejemplo, cuando vas a esquiar, la bajada es un placer para tus piernas. Y cuando juegas tenis, disfrutas de cada golpe. Pero cuando trotas, o subes un cerro, o vas al gimnasio, mientras lo practicas estás sufriendo. Cualquier persona que te diga que disfruta tener una pesa de 80 kilos a punto de aplastarle el pecho, o cualquier persona que te diga que disfruta tener dolor en todo su cuerpo en el kilómetro 30 de una maratón, está mintiendo. Esa persona está sufriendo. En el momento se siente mal, ya que la actividad es todo un desafío físico. Pero al final, se siente increíble. Disfruta del solo hecho de poder estar de pie. De tener la salud para hacer algo difícil.
Para recordar lo valioso que es la comida, sufrimos voluntariamente a través del ayuno. Está de moda hacer ayuno intermitente. Acá hay que tener mucho cuidado. Pero todos podemos recibir uno que otro beneficio de pasar unas cuantas horas sin comer.
Para recordar lo valioso que es nuestra familia y amigos, sufrimos voluntariamente alejándonos de ellos por un tiempo. Uno de los mejores beneficios de salir a viajar. Pocas cosas se sienten tan bien cuando vuelves a tu casa después de un largo tiempo.
Para recordar lo valiosas que son nuestras posesiones, sufrimos voluntariamente abandonándolas por un tiempo. Sal a acampar a las montañas, sin señal. O sal a viajar muy ligero, con menos de lo que necesitas.
Para recordar lo valioso que es nuestro tiempo libre, sufrimos voluntariamente haciendo cosas que no podemos evitar. Este es el único beneficio que conozco de hacer trámites, o tener un trabajo demandante.
Debemos recordar una y otra vez la gran paradoja del sufrimiento: Si buscas evitar el sufrimiento, sufrirás. Si tú vas al sufrimiento, dejarás de sufrir. No tiene sentido evitar algo que es inevitable. Conviene enfrentarlo. Sufrir voluntariamente para ser feliz.
¿Y qué hay del sufrimiento involuntario? También es parte de nuestras vidas, y está fuera de nuestro control. Lo único que podemos hacer es aceptarlo, y prepararnos física y mentalmente para enfrentarlo. El sufrimiento voluntario, en este caso, es un campo de entrenamiento para el sufrimiento involuntario. Sufrir haciendo deporte nos mantiene fuertes para cuando perdamos la salud por accidente/enfermedad. Hacer ayuno nos prepara para cuando falte comida. Ducharse con agua fría nos prepara para aguantar mejor el frío. Vivir por mucho tiempo en carpa nos prepara por si alguna vez lo perdemos todo. Pasar tiempo solo nos prepara por si algún día estamos obligados a estar solos.
No busquemos una vida llena de comodidades en la que sale todo bien. Es irreal, y no la disfrutamos. Busquemos una vida con altibajos. Busquemos una vida en la que sufrimos voluntariamente para disfrutar de lo bueno, y prepararnos para lo malo. Sal a trotar bajo la lluvia. Ensúciate. Pasa frío y calor. Levanta cosas pesadas. Explora tus límites.
Para terminar, una frase del Dalai Lama en su libro «El arte de la felicidad»: «La negativa a aceptar el sufrimiento como algo natural puede conducirnos a considerarnos víctimas y a echar a los demás la culpa de nuestros problemas, una receta segura para llevar una vida desdichada«.
Antes de viajar, prometí que jamás sería de esas personas que le ponen nombre a su bicicleta. No quiero encariñarme con cosas materiales.
Pero no pude evitar darle nombre a esa voz negativa que vive dentro de mi cabeza: mi amigo Calamardo.
Mi amigo Calamardo es todo un personaje. Aquí va una pequeña descripción de él:
Calamardo es una de las muchas voces que viven dentro de mi cabeza. Se comporta sorprendentemente parecido al calamar de Bob Esponja (de ahí el nombre), y es posiblemente la voz más poderosa de todas.
Acepté a Calamardo como mi amigo por la única razón de que vive dentro de mí, y jamás me podré deshacer de él. Es parte de mi esencia. Pero más que nada es uno de esos amigos que estoy obligado a tener, más que un amigo que quiero tener. El tipo es un desagrado. Su misión en la vida es recordarme una y otra vez que todo me sale mal, que soy un fracasado, y que nunca lograré alcanzar mis metas. Si llega a surgir una señal de optimismo por parte de alguna otra voz de mi cabeza, Calamardo se asegura de entrar en la escena y darle una paliza. Cualquier idea o plan que se me ocurra, a Calamardo le parece una estupidez.
Además, Calamardo se siente incómodo todo el tiempo: se queja frente al más mínimo dolor, se preocupa por la más ridícula de las noticias, y se impacienta por todo. Podría pasar todo el día quejándose por problemas que no existen. ¿No dormí suficiente? Calamardo se hace cargo. ¿No he comido en horas? Bienvenido Calamardo. ¿El sillín de la bicicleta es incómodo? Seguro Calamardo tiene algo que decir.
Una de las cosas que menos me gusta de Calamardo, es que muchas veces no me permite apreciar los buenos momentos. A veces me encuentro pedaleando en medio de un paisaje increíble. Campo, montañas y un cielo despejado. Pero como hay viento en contra, Calamardo grita y grita sin parar, impidiendo que pueda parar a disfrutar de mi entorno por un segundo.
Otra cosa que no me gusta de Calamardo: no sé qué es lo que quiere. No sé cómo llegó a mi cabeza, ni tampoco sé por qué está ahí. Me encantaría saber cuáles son sus motivaciones. A veces pienso que su misión en la vida es destruirme. Lo que sí sé, es que, si escucho sus consejos, siempre me recomienda hacer cosas que me hacen sentir pésimo: quedarme sentado en el sillón viendo tele, perseguir sueños que no me apasionan, buscar un trabajo seguro y una vida aburrida, rendirme en medio de un desafío físico, y muchas otras.
No hay nada peor en mi vida que hacerle caso a Calamardo. Cada vez que lo escucho o sigo sus consejos, me siento enfermo. Siento como que estoy yendo por un mal camino. Me convierto en un idiota nivel Peter Parker cuando se pone el traje de Venom.
Cada vez que Calamardo gobierna mis pensamientos y acciones, soy una persona que sufre. No soy feliz. Así que si me preguntas si soy una persona feliz, yo te respondo “Sí. Soy feliz. Siempre y cuando Calamardo no esté presente”.
Dicho todo esto, siendo que soy una persona tan feliz cuando Calamardo no gobierna mis pensamientos, hace un par de meses decidí fijar un nuevo objetivo para mi viaje actual: derrotar a Calamardo a como dé lugar.
Mis horas de bicicleta por el desierto de Irán se convirtieron en un estudio de la mente. El paisaje, aburrido como zapato, ayudaba al no tener vistas que me pudieran distraer de mi análisis. Empecé a observar a Calamardo en detalle. Escuché cada basura que salía de su boca. Estudié su rutina. Por qué algunas veces aparece a molestar, y otras veces no. Qué es lo que me ayuda a que no esté. Poco a poco fui descubriendo secretos de él.
Mis descubrimientos preliminares sobre Calamardo:
1)Existen prácticas básicas que previenen que Calamardo tome el poder.
Hay ciertas prácticas saludables que, si me preocupo de llevar a cabo todos los días, Calamardo se va de vacaciones: Dormir. Comer saludable. Actividad física moderada. Meditar. Escribir en un diario. Juntarme con buena gente.
Pero esto lo sabía desde antes del viaje. No es interesante. Lo que yo quería, era saber cómo derrotar a Calamardo cuando estoy fuera de mi zona de comfort. Cuando las cosas me están saliendo mal. Cuando llevo ocho horas seguidas pedaleando con viento en contra. Cuando no siento mis pies por el frío que hace. Cuando estoy mojado por la lluvia. Cuando me duele el culo por el sillín. Cuando tengo una herida por el roce en esos sectores donde nunca llega el sol. Cuando tengo hambre y/o sueño. Cuando tengo un problema difícil de resolver.
Es super fácil controlar a Calamardo cuando todo está saliendo bien. El verdadero desafío es controlarlo cuando las cosas están saliendo mal.
2) A Calamardo le gusta la rutina.
Durante mi viaje en bicicleta, siempre aparece en las mismas situaciones: Cuando despierto en las mañanas Cuando hay viento en contra. Cuando estoy en medio de una subida. Cuando estoy en un camino malo. Cuando hace frío, cuando tengo hambre. Cuando hay muchos camiones en el camino. En otras palabras, Calamardo aparece cada vez que las cosas no están tan bien como a mi me gustarían. Sólo basta con una cosa que esté saliendo mal para que él empiece a quejarse.
3)Nunca podré deshacerme completamente de Calamardo
Este fue un descubrimiento difícil de aceptar. Me hice la siguiente pregunta: ¿Qué pasa si deshacerse de Calamardo para siempre es una tarea biológicamente imposible de lograr?
Sin contar esas historias de monjes budistas legendarios que se iluminan en las montañas, nunca he escuchado de una persona libre de sufrimiento. ¿Qué me hace pensar que yo seré el primer occidental de la historia en dejar de sufrir? Hasta el Dalai Lama dice en su libro «El arte de la felicidad» que una de las mejores decisiones que podemos tomar es aceptar el sufrimiento como parte de nuestras vidas en vez de tratar de evitarlo.
Al buscar derrotar a Calamardo para siempre, me estaba fijando una meta imposible de lograr. Consideré la opción de irme por un par de décadas a meditar a una cueva del Himalaya con una túnica roja, pero la descarté de inmediato. Me gusta demasiado la cultura occidental y los tallarines con salsa de tomate como para hacerme monje.
Decidí fijarme una nueva meta: ¿Qué pasa si, en vez de buscar derrotarlo para siempre, diseño una estrategia para vencerlo cada vez que aparezca?
Eso me gustó más. Aprender a pelear contra Calamardo para ganarle todos los días.
Descubriendo la estrategia final para derrotar a Calamardo
Pasaron semanas en las que probé todo tipo de tácticas. Sonreír y mantener lenguaje corporal positivo. Repetir Mantras. Meditación sobre la bicicleta. Cantar en voz alta. Etc. Algunas de esas tácticas le hacían daño a Calamardo, pero ninguna de ellas lo mandaba a dormir por el resto del día.
Finalmente, descubrí un nuevo patrón. Todos los días, a las 5 de la tarde, cuando ya llevo horas y horas andando en la bicicleta y estoy cerca de parar a descansar, Calamardo no está. Lo sé. Es algo difícil de creer. Justo en la hora en la que estoy más cansado y me siento más incómodo, Calamardo se va a dormir. Hace frío, estoy cansado, y me duele todo, pero no hay una voz quejándose en mi cabeza. Cuando Calamardo no está, pierdo la noción del tiempo. Me enfoco más en los detalles. Siento paz. Fuerza. Como si nada me pudiese vencer. Veo a mis alrededores, y disfruto del atardecer. Cuando Calamardo no está, la vida es buena.
Este descubrimiento fue la pieza que faltaba en el puzzle. Existe una sola forma de derrotar a Calamardo: mediante el agotamiento.
En otras palabras: enfrentarlo, y permanecer en la pelea hasta que él se rinda por lo cansado que está. Y se vaya a dormir.
En el momento que se me ocurrió esta estrategia, supe que era la correcta. Hacía sentido. Desde ese entonces la aplico todos los días, y funciona.
Ganar por agotamiento me gusta por dos razones. La primera razón, es que se siente bien no estar tratando de encontrar atajos cuando se trata de algo tan importante como dominarse a uno mismo. La segunda, es que ganar por agotamiento es la estrategia que usa mi ídolo Rocky Balboa para ganar sus peleas de box. Llevar al rival hasta el último round. “Going the distance”.
¿Pero cómo se le gana a Calamardo por agotamiento?
Muy simple. Lo único que tienes que hacer es lograr que Calamardo se sienta “escuchado”, al mismo tiempo recordando que nada de lo que tiene para decir es relevante. Continúas con tu vida, confiando en que lo que haces está bien. Es la misma actitud que tiene un papá cuando está escuchando la historia sin sentido que le está contando su hijo de cinco años. Es la misma actitud que tiene esa señorita del Servicio al Cliente cuando tú le cuentas todos tus problemas. Ella te escucha, pero al final del día no hace nada por ti.
Lo que sea que Calamardo diga, tú te sigues moviendo. Llega un minuto al final del día en el que Calamardo no tiene más energía. Lleva todo el día gritando, y tú no le has hecho caso en nada de lo que dice. Se da cuenta que no le conviene seguir peleando, porque sabe que no va a ganar. Decide ir a acostarse, y despertar energizado al día siguiente. Quizás mañana tú despertarás cansado y más débil, y él te destruirá.
Nunca venceré de una vez por todas a Calamardo. Es una batalla de todos los días. Una de las pocas batallas que vale la pena pelear para ganar a como dé lugar. Porque ese es el camino para una vida extraordinaria.
Así que, desde que sé que tengo que pelear contra él todos los días y que también sé cómo ganarle, mi día a día mientras viajo en bicicleta es más o menos así:
Despierto en la mañana. Estoy cansado por el día anterior. Calamardo aparece de inmediato, y me sulica que descanse. Yo le respondo que no, y me levanto. Él me deja tranquilo hasta que preparo todo y empiezo a pedalear.
Frente a la más mínima molestia, Calamardo aparece de nuevo. Yo sufro y sufro, hasta que noto su presencia, y recuerdo que tengo que vencerlo. Le digo “¡¡HOLA CALAMARDO!!, y eso suele comenzar la batalla.
La pelea dura todo el tiempo que esté sobre la bicicleta. A veces, me deja descansar cuando paro a almorzar. Otras veces no.
Las tardes son más fáciles. Mi cuerpo está más cansado, pero Calamardo también. Su voz es más y más débil. Leva todo el día tratando de tomar el poder, pero no le he hecho caso.
Finalmente, Calamardo se rinde. Se da cuenta que le conviene ir a acostarse y tratar de vencerme al día siguiente. Por mi parte, no sé si seré capaz de ganarle o no mañana. Quizás despertaré más fuerte. O quizás despertaré débil, y él ganará. Pero no importa. Es momento de celebrar mi victoria.
Esas horas en las que Calamardo no está son lo mejor de mi vida. Se siente como que tuve una victoria no sólo física y mental, sino también espiritual. Salí de mi zona de confort, y triunfé. Ahora toca disfrutar del premio. Disfruto de la calma que siento dentro de mí. No importa si hace frío o calor. Ya nada molesta. Disfruto de la naturaleza a mi alrededor. Me fijo en el viento, en el cielo, en los árboles, en los pájaros. Me digo a mí mismo: “Aaaaaah, así que así de linda es la vida cuando no tienes una voz que se queja todo el tiempo”.
Sé lo que estás pensando, querido lector. ¿Por qué alguien se molestaría en vencer a una voz tan insoportable? ¿Tantas horas de pelea y de incomodidad, solo para sentir un poco de calma al final del día? ¿No es más fácil quedarse en la casa, cómodo, con una mente más estable?
Te respondo con otra pregunta:
¿Existe otra pelea más importante de ganar que la que tenemos dentro de nosotros?
En mis viajes, tengo un presupuesto para gastar de $16.667 al día. $500.000 pesos mensuales. Eso incluye todos los gastos en comida, transporte, alojamiento, visas y seguros. No incluye los viajes de avión, ya que están en un presupuesto aparte para mantener más orden.
No me siento orgulloso por viajar barato, ya que conozco mucha gente que gasta menos que yo cuando viaja. Pero al menos sé que no estoy despilfarrando mis ahorros comprando cosas que no necesito ni me dan felicidad. El otro día Amazon me recomendó un libro bestseller llamado “¿Cómo viajar por $50 dólares al día?”, lo cual me pareció ridículo. Lo hacen ver como si $50 dólares al día fuera viajar barato. ¡Son $1.500 al mes!
Así que decidí escribir un artículo con recomendaciones que tengo para viajar por $16.667 pesos chilenos al día. Son técnicas simples que he ido aprendiendo con el tiempo.
Pero antes de empezar, es importante mencionar que considero un error intentar viajar lo más barato posible. Pueden surgir muchos problemas de ello, tales como:
1)Ahorrar se convierte en una obsesión. Los gastos se convierten en el tema de conversación más importante. 2)Si tu meta es ahorrar al máximo posible, tienes malos incentivos que tarde o temprano te terminan perjudicando. Por ejemplo: te lo pasas comiendo en puestos de comida de la calle porque son más baratos, y te terminas enfermando y pagando por gastos clínicos. O no pagas por un seguro de viaje, y cuando te pasa algo no tienes cobertura. 3)Por querer ahorrar uno tiende a no querer pagar por experiencias que son increíbles, y que al final te arrepientes de no haber pagado.
Entonces: que el objetivo sea viajar barato, pero a la vez con un mínimo de comodidad que necesitas para cuidar tu salud, sentirte seguro, y en general sentirte bien.Un nivel de gasto que te permita sentir libertad, y a la vez cierto nivel de despreocupación.
En mi caso, sé con seguridad que podría viajar por menos de $10.000 al día, pero probablemente terminaría fundido de cabeza y enfermo por comer tanta comida chatarra en la calle. $16.667 es el punto en el que me siento cómodo y libre.
Dicho esto, acá van las recomendaciones:
Tres reglas básicas de viajar barato:
Advertencia: estas tres reglas te parecerán obvias. Pero tengo que mencionarlas.
La regla número 1 de viajar barato es elegir un destino barato. Todos los tips que mencionaré más adelante sirven poco o nada si eliges Suiza para tu próximo viaje. Será difícil que mantengas un presupuesto de $16.667 al día en un país tan caro. La buena noticia, es que la gran mayoría del mundo es barato: Medio oriente (Irán, Kyrguistán, Uzbekistán, Turquía). África (sin contar los safaris). La gran mayoría de Asia (India, Pakistán, Nepal, Bangladesh, Vietnam, Myanmar son algunos de ellos). Europa del Este. Centro América. Y Gran parte de Sudamérica. Puedes pasar toda una vida viajando por países baratos, evitando esas regiones que cuestan un ojo de la cara (Oceanía, Japón, Europa, Estados Unidos, etc).
La regla número 2 es elegir países que están en temporada baja. Por lo general, todos los países tienen unos cuantos meses al año que son perfectos para visitar gracias al buen clima (temporada alta, lleno de turistas), unos cuantos meses en los que son imposibles de visitar (mucho calor, mucho frío, mucha lluvia), y uno o dos meses en los que ningún turista va, pero que tienen buen clima (y pocos turistas). Normalmente el tiempo perfecto es otoño y primavera, pero tienes que averiguar cada caso en internet.
La regla número 3 es anotar lo que gastas. No he visto a ningún otro viajero que haga esto aparte de mí, pero lo considero inmensamente útil. Si no lo haces, no tienes idea si te estás manteniendo o no dentro del presupuesto. Para anotar mis gastos utilizo la app TravelSpend. Una vez al día entro a la App en mi celular y anoto todos los gastos, separados por temática.
Alojamiento:
De ser posible, siempre dormir en carpa y sin pagar camping. A esto se le llama “wild camping”. Es fácil cuando tienes tu propio medio de transporte (bicicleta, moto, campervan), o cuando viajas a dedo. Es difícil cuando te mueves en bus o tren, ya que te dejan en ciudades. Y es todo un desafío acampar en ciudades.
Si vas a dormir en una ciudad, trata de usar Couchsurfing. Couchsurfing es una aplicación en donde te haces un perfil con fotos y una breve descripción, y la gente local ofrece alojarte gratis por el tiempo que necesites.
Otra opción de alojamiento barato: instituciones religiosas. Iglesias, mezquitas y templos en general. Son limpios y tienen baño. Y la gente es simpática (Ojo: por lo general te dejan dormir en una pieza aparte, no en el altar del templo).
Si no puedes dormir en carpa, aprovecha los hostales. Son baratos y muy entretenidos. Hostelworld y Booking son las dos mejores aplicaciones que conozco para reservar una cama. Airbnb de repente también tiene buenas ofertas.
Si le caes bien a un local y ofrece alojarte, es buena idea aceptar la invitación. Además de ser gratis, de ahí salen muchos de los mejores momentos de un viaje.
Si es que te mueves en bus o tren, compra tickets nocturnos. Duermes a lo largo del viaje, y te ahorras una noche de alojamiento en un hostal/hotel.
Aprovecha Workaway. Workaway es una app en la que te haces un perfil, pagas $40 dólares por una subscripción de un año, y tienes acceso a miles de oportunidades de trabajo a lo largo de todo el mundo. Trabajas unas cuantas horas al día a cambio de alojamiento y comida. Puedes darle la vuelta al mundo trabajando de esta forma. Gastas poquísimo.
Para terminar esta sección: aprovecha todas las otras oportunidades para viajar que son gratis y a la vez experiencias transformacionales: retiros de meditación, voluntariados, vivir en monaterios, etc.
Transporte:
Los medios de transporte más baratos son caminata, bicicleta, y moverse a dedo. Moto, campervan, bus y tren vienen después, con distintos pros y contras que hacen que no esté seguro cuál es más barato. Por último, avión.
Para comprar tickets de avión a bajo precio: mis dos aplicaciones favoritas son Kayak y Skyscanner. Si es que encuentro un ticket a buen precio en esas páginas, intento comprarlo directamente en la aerolínea (menos problemas burocráticos). No pago por asientos preferenciales, ni seguros, ni boletos flexibles, ya que termina saliendo carísimo. Si fuera tú, evitaría comprar tickets con mucha anticipación hasta que termine la pandemia. Es demasiada la incertidumbre, muy alta la probabilidad de tener que cancelar tu viaje y que no te devuelvan el pasaje.
Técnicas para que te lleven a dedo: Usa un cartel señalando a dónde vas. Preocúpate de estar limpio. Muestra tu cara: no uses gorros o anteojos. Provocas más confianza. Mira al conductor a los ojos y sonríe. Nunca hagas dedo de noche o lloviendo. Es muy difícil que alguien te lleve. Sal de la ciudad, y párate en una parte del camino en donde todos te puedan ver y sea fácil de parar. No te arrodilles suplicando para que te lleven. No funciona, y pierdes tu dignidad.
Si tienes que tomar un taxi para moverte por la ciudad, asegúrate de acordar el precio al principio del viaje. Así evitarás que te estafen.
Comida:
Aprovecha las cocinas de los hostales y tu cocinilla de camping para preparar tu comida. Es más barato y por lo general más sano.
Para comprar la comida: lo básico es preguntar a los locales cuál es el supermercado barato. Y lo mejor es comprar la comida en los mercados locales que se instalan en las calles ciertos días a la semana. Son lo más barato, y es muy entretenido.
¿Eres un dependiente del té o café? Prepáralo tú mismo, o cómpralo en bombas de bencina. Es mucho más barato.
Es importante destacar que no es buena idea cocinar siempre, ya que en ese caso no tienes la oportunidad de probar la comida local. Se recomienda mezclar cocinar con ir a restoranes baratos. Para elegir el restorán: 1)Elige un restorán que esté lleno de gente local comiendo. Son buenos y baratos. 2)Nunca entres a un restorán que no tiene los precios en el menú. Te pueden estafar. 3)También le puedes preguntar a los dueños del alojamiento en donde te estás quedando, o a gente en la calle. Muchas veces tienen buenas recomendaciones.
Comida callejera: rica y barata, pero muchas veces tóxica. Recomendaría comer en pequeñas porciones.
Y si alguien te invita a comer, acepta la invitación. Son las mejores comidas.
Excursiones y entretenimiento:
Evitar contratar tours con agencias turísticas. Casi siempre son experiencias caras y aburridas. El tour suele consistir en que te llevan en un auto a que te saques la foto típica junto a ese monumento/paisaje tan famoso. Y hay una gran chance que los de la agencia se aprovechen de ti cobrándote demás. Aparte, casi siempre puedes encontrar una alternativa a eso que quieres ver/hacer sin la necesidad de contratar tours.
Sin embargo, de vez en cuando te encuentras con un tour que es imperdible. Salto en bungee, parapente, buceo, etc. En ese caso, pregunta al dueño del hostal cuál es la mejor agencia para hacerlo, o averigua en un foro de internet/grupo de Facebook. Si crees que es demasiado caro, hazte dos preguntas: 1)¿Me arrepentiré si no lo hago? Si la respuesta es sí, deberías pagarlo. 2)¿Cuál es la probabilidad de que vuelva a este país cuando tenga más ahorros? Si la respuesta es «nunca volveré», deberías pagarlo.
Compras:
Evita comprar. No haces nada más que abultar la mochila. Pero si insistes en comprar, en la gran mayoría del mundo se espera que regatees. La estrategia básica cuando se regatea es preguntar el precio, ofrecer la mitad, y aceptar pagar cuando el vendedor te ofrezca el punto medio entre lo que él ofreció y lo que tú ofreciste. En mi caso, ofrezco un tercio del precio. Y si el tipo me dice que no, hago como que me voy. Terminamos acordando un precio más justo.
Si es que lo que quieres comprar es caro, visita tantas tiendas como puedas preguntando por los precios. Finalmente, vuelve a aquella que te ofreció el precio más barato.
Mira la cara del vendedor. Si te da mala espina, o si toma demasiado control de la situación, o si es muy insistente, no le compres.
Advertencia: recomendación sexista en contra de los hombres. Si hay dos tiendas iguales, con una mujer vendiendo en una y un hombre vendiendo en la otra, elige la tienda de la mujer. En mi experiencia, las mujeres son más justas con los precios. Si te dicen que la camisa vale $5, es porque vale $5. El hombre, en cambio, te dice que la camisa vale $15, y te la vende en $10. Y si no hay mujeres vendiendo, trata de comprarle a un anciano. Evitaría a toda costa comprarle a un hombre entre 20 y 50 años.
Por último: ¿Quieres hacer un trekking o paseo, pero no tienes el equipo necesario? Trata de arrendarlo o pedirlo prestado.
Comisiones y Tipo de cambio:
Nunca cambiar plata en un banco.
Averigua el tipo de cambio en internet para que no te estafen. Y cuenta los billetes cuando te los entreguen.
Muchas veces hay mercados negros con mejor tipo de cambio que las tiendas oficiales.
Hay algunas tarjetas de crédito que no cobran comisión por sacar plata del cajero automático o por comprar con ella. Puedes ahorrar mucho si consigues una de esas.
Otras técnicas que me ayudan a ahorrar:
Lavo mi ropa en el lavamanos del hostal. Y una vez cada cierto tiempo pago por un lavado decente. Nadie se da cuenta.
No compro SIM Cards. Me conecto a internet en hostales, cafés o restoranes.
No tomo, ni fumo, ni me drogo. Y muy de repente voy a bares/discos. Ahorro mucho por no festejar.
No tomo desayuno, porque hago ayuno intermitente.
Si estoy en un lugar turístico y un local se acerca a conversarme, asumo que es porque quiere venderme algo, y lo evito. Si estoy en un lugar no turístico y un local se acerca a conversarme, asumo que quiere conocerme o ayudarme, y converso con él. Casi siempre estoy en lo cierto.
Disclaimer: Hay un par de gastos que todavía no he sido capaz de solucionar.
1)Pagar por maletas en los viajes de avión. Sobre todo, cuando tengo que viajar con la bicicleta. Siempre me sale caro.
2)Pagar por un seguro de viaje decente. No he sido capaz de encontrar un seguro barato y que realmente me cubra. Cuando se trata de letras chicas estos tipos son unos expertos en estafar.
Eso es todo lo que sé sobre viajar barato. Espero que te sirva.
Hoy en día hay mucha obsesión por comprar lo mejor para viajar. La mejor bicicleta del año, la mejor campervan, la mejor mochila, la mejor cocinilla, la mejor chaqueta, etc.
Si fuera tú, evitaría a toda costa intentar comprar el mejor equipo. Surgen más problemas que beneficios cuando queremos comprar “lo mejor”. Algunos de ellos:
1)Es caro. Quedas con la constante duda de si pagaste por algo que valía la pena.
2)Si se te llega a echar a perder lo que compraste, te sentirás traicionado. Cuando compramos “el mejor equipo”, tendemos a pensar que nunca se echará a perder. La verdad es que tarde o temprano todo se rompe, sobre todo si viajas por harto tiempo y en contacto con la naturaleza.
3)Si te llegan a robar lo que compraste, te dolerá en el alma. Gastaste tanto dinero en esa cosa, que tienes un apego emocional que puede llegar a ser casi tóxico. El resultado es que estarás todo el tiempo paranoico, con miedo de que te roben.
4)Nunca estarás convencido de que compraste lo mejor. Pasarás un tiempo excesivo investigando en internet, tratando de decidirte por la bicicleta perfecta. Y cuando la compres, sentirás que elegiste la opción incorrecta.
Entonces, ¿Qué equipo comprar para viajar?
Lo mínimo y lo más barato que cumpla con lo que necesites.
Clave la parte de que sea barato, ya que no tiene sentido pagar de más. Y clave la parte de que el equipo “cumpla con lo que necesites”. Si no, tu viaje se convertirá en una preocupación excesiva por tus cosas materiales, y en una serie interminable de problemas que pudiste haber evitado fácilmente eligiendo mejor equipo.
Un ejemplo de esto sería la gente que viaja en Combi. Por querer viajar en un auto que se ve bien en fotos de Instagram, se les olvida que tiene décadas de antigüedad, y un motor que se echa a perder con cada lomo de toro. Además, con una Combi es muy difícil ir a la montaña, o meterse a una playa a acampar. Es un medio de transporte limitante.
Hay muchos beneficios de comprar “lo más barato que cumpla con lo que necesites”:
1)Mientras menos gastas en equipo, más ahorros tienes para viajar. Siempre conviene preferir buenos momentos por sobre cosas materiales.
2)Lo que compraste no debería fallar tan a menudo, ya que te aseguraste de que aún mantiene calidad. Pero si se llega a romper, no te sentirás tan traicionado comparado con si hubieras comprado “lo mejor”.
3)Si te llegan a robar el equipo, no es tan terrible. Tampoco gastaste tanto en él. Así que te puedes relajar, y no estar paranoico por tu bicicleta cada vez que entras a un restorán.
4)Ahorrarás ese tiempo que se requiere para encontrar el mejor equipo. Nuestra vida es inmensamente valiosa, ¡no perdamos el tiempo!
En general, tendrás menos preocupación por tus cosas. Y eso te permitirá dirigir tu atención a otras experiencias del viaje que son más valiosas: conocerte más a ti mismo, aprender de otras culturas, reflexionar, abrirte a nuevas experiencias, etc.
Durante mi viaje en bicicleta, he tenido la suerte de conocer a decenas de otros cicloturistas. Había mucha diferencia en cuánto gastaron y cómo eligieron su bicicleta. Acá van algunos casos:
Conocí a un estadounidense que viajaba en una bicicleta de 4000 dólares. Estaba todo el tiempo aterrado de que le robaran su tesoro. Y al final del día le dolía el culo tanto como a mí. Adoptó todos los problemas de comprar “lo mejor”.
Conocí a un belga con una bicicleta grandiosa y barata, pero que no era apta para ir por caminos de tierra. Eso significa que sólo podía pedalear por autopistas o caminos pavimentados, perdiéndose una de las mejores partes de viajar en bicicleta: cruzar caminos montañosos, menos transitados. No gastó ni mucho ni poco, pero no compró lo que necesitaba.
Conocí a un italiano que tenía una bicicleta del año 93. La compró a un precio bajísimo, pero tenía problemas técnicos todos los días. Su bicicleta era barata, pero no cumplía con lo que necesitaba.
Conocí a un francés que compró su bicicleta de segunda mano por 80 euros, y funcionaba perfecto. Cruzamos varias montañas juntos, y nunca tuvimos problemas. Casi nunca hablábamos de las bicicletas; preferíamos temas más profundos. Y nunca lo vi preocupado porque se la roben. Él le achuntó. Compró lo más barato que cumplía con lo que necesitaba.
Si puedes comprar equipo de segunda mano que funciona bien, mejor aún. Hace poco conocí a un ucraniano que compró por 500 euros una moto Honda del año 90 que funciona perfecto. No le falla nunca. Así como lo hizo él, puedes encontrar artículos extraordinarios de segunda mano a excelente precio en internet.
No compres lo mejor. Compra lo mínimo y lo más barato que necesites para viajar como quieras.
¿Has visto la trilogía Batman dirigida por Christopher Nolan?
Si la respuesta es sí, seguro recuerdas una escena de la primera película en la que Bruce Wayne va a un bar en un barrio peligroso a encarar a Falcone, el mafioso de la ciudad. Le termina saliendo todo mal. Falcone hace ver que Bruce es un pobre tipo que no sabe nada de la vida, y lo echa a patadas del bar.
A continuación, Bruce intercambia su chaqueta de millonario por el abrigo roto de un vagabundo, y se va corriendo al muelle de ciudad Gotham para subirse al primer barco de carga que encuentre.
¿Su nuevo objetivo? Salir a viajar para entender el mundo del crimen. Porque sólo así, con el conocimiento necesario que obtendría de encuentros cara a cara con los criminales, entendería cómo derrotarlos.
Bruce Wayne termina yéndose de Gotham por 8 años. Gran parte de ese tiempo se hace pasar por criminal, robándose a sí mismo mediante armamento de “Empresas Wayne” para no sentirse tan mal. Luego lo meten a la cárcel, donde sigue aprendiendo del mundo del crimen, y tiene una que otra pelea digna de recordar. Finalmente, la situación se les va de las manos y termina siendo parte de una secta ninja en las montañas del Himalaya. Nunca sabes a dónde puedes terminar cuando sales a viajar.
Cuando Bruce vuelve a Gotham, es otra persona. Sus viajes le dieron la experiencia necesaria para entender el mundo del crimen y así poder combatirlo. No pasa mucho tiempo entre que se instala en su mansión y que empieza a dar palizas disfrazado de murciélago. El resto es historia.
¿Existe algún problema del mundo que te gustaría ayudar a resolver? Sal a hacer un “Viaje Batman”. Sal a viajar por el mundo con el objetivo de entender ese problema que quieres resolver. Así, cuando vuelvas a tu hogar (si es que decides volver), tendrás mucho más de ese conocimiento necesario que se requiere para solucionar el problema.
¿Malnutrición infantil? ¿Pérdida de biodiversidad? ¿Desertificación? ¿Basura en los océanos? ¿Emisión de CO2 en la atmósfera? ¿Desigualdad? ¿Narcotráfico? ¿Guerra en el medio oriente? El mundo está lleno de problemas. Bien nos vendría la ayuda de alguien que entienda cómo resolverlos.
A través de tu “viaje Batman”, podrás ver con tus propios ojos el problema que te interesa ayudar a resolver. Te dejarás influenciar menos por noticias falsas que tratan de provocar ansiedad, ya que tú sabes mejor que los periodistas cómo es la situación en la realidad. Tú lo has vivido en carne propia.
A través de tu “viaje Batman”, podrás conocer a otras personas que también quieren ayudar a resolver el problema que a ti te interesa. Te enseñarán los desafíos que tienen que surgen en el día a día. Te enseñarán cuáles son los verdaderos obstáculos que tienen para resolver el problema. Probablemente serán distintos a los que tú creías. Te invitarán a ser parte de su mundo. No te darás cuenta, y serás parte de esa comunidad de justicieros que estabas buscando.
Vive por un tiempo en un campamento de refugiados. Enseña inglés en África. Inscríbete en una organización que ayude a limpiar el plástico en las playas. Sé parte de una organización que ayude a proteger el Amazonas. O trabaja un tiempo con los que talan los árboles, para entender al «enemigo». Quizás descubres que quienes destruyen la selva son gente intentando alimentar a su familia. Persigue barcos que pescan ilegalmente. O trabaja en uno de ellos, para entender cuáles son sus motivaciones.
Y no sólo puedes aprender a resolver problemas del mundo. También puedes aprender a resolver problemas internos. Por ejemplo, quizás no te sientes feliz. Puedes hacer un “Viaje Batman” para salir al mundo a entender qué se necesita para ser feliz. De hecho, uno de mis libros favoritos trata de un escritor que salió a viajar por el mundo para entender la felicidad.
Sal a hacer un “viaje Batman”. Entiende el problema a través de tu propia experiencia. Vuelve a tu país con el conocimiento que necesitabas. Contribuye al mundo con tu esfuerzo de una manera más efectiva.
A continuación, dos historias cortas. No están relacionadas entre ellas. Lo único que tienen en común, es que ambas me pasaron en Irán, ambas son cortas, y ambas son extrañas.
El Profesor.
4 de Diciembre. Llevo todo el día pedaleando por un camino plano y recto que cruza el desierto de Irán. A ratos me recuerda a la pampa argentina. Hace frío, tengo hambre, y no encuentro wifi en ningún lado. Si, lo estoy pasando bien.
Son las 6 de la tarde, y ya es de noche. No siento las manos por el frío que hace. Decido parar en un pueblito pequeño llamado Sgzabad (no te preocupes, yo tampoco sé pronunciarlo correctamente). Confío en que encontraré un hotel, o alguien que me aloje, o una casa abandonada para instalar mi carpa. Si no, pasaré frío. Mucho frío.
Pedaleo por la calle principal del pueblo, buscando a alguien que me pueda ayudar. La gente me mira como si fuera un extraterrestre. Me encuentro con una estudiante de unos dieciséis años. Tiene cara de que sabe inglés.
“¿Qué haces aquí?”, me pregunta en inglés.
Le respondo que estoy buscando algún lugar para dormir.
“Este pueblo es muy pequeño. No hay lugar para dormir”, me responde. “Lo que puedes hacer, es pedalear otros diez kilómetros y llegarás a una ciudad llamada Boinzahra. Ahí El Profesor te puede ayudar”.
“Perdón…¿Qué dijiste?¿El Profesor?”, le pregunto. Me pareció raro la forma en que lo dijo. ¿Qué tiene que ver un profesor con esto? ¿Y por qué habló de él como EL Profesor y no UN Profesor?
La estudiante cambia el tema, me desea suerte, y se va. Yo quedo intrigado.
Por ningún motivo voy a ir a Boinzahra. ¡Estoy cansadísimo! Decido dar vueltas por el pueblito buscando un lugar para acampar. Encuentro una plaza con un par de lugares oscuros en donde puedo pasar desapercibido, e instalo mi carpa.
La noche consiste en yo dentro de mi saco dando vueltas de un lado para otro, intentando sin éxito quedarme dormido por el frío. ¿Quién me obligó a venir a viajar en carpa? Verdad, nadie. Lo estoy haciendo por voluntad propia. Cosas de la vida.
A la mañana siguiente me levanto al primer rayo de sol, y me voy pedaleando a Boinzahra casi quedándome dormido sobre la bicicleta. Mi objetivo es encontrar algún lugar donde pueda tomar un café de esos que despiertan, y quizás, milagrosamente, señal de internet.
Boinzahra es grande. Quizás no es una metrópolis, pero varios miles de personas deben vivir ahí. Me toma unos cuantos minutos llegar el centro de la ciudad.
Estoy en medio de la avenida principal, esperando la luz verde de un semáforo, cuando un hombre se acerca corriendo y se para a mi lado. Debe tener unos cincuenta años.
“Hola! ¿De a dónde eres?”, me pregunta en inglés.
Le respondo.
“Déjame ayudarte. Yo soy EL Profesor”.
“Perdón, ¿Qué acaba de decir?”. No entiendo nada. ¿De toda la gente de esta enorme ciudad me acabo de encontrar con EL Profesor? ¿Cuál es la probabilidad de que pase algo así? E insisto, ¿Por qué se refiere a sí mismo como El Profesor, y no Un Profesor? Empiezo a imaginar que el tipo es un gurú o algo por el estilo.
El Profesor cambia de tema. Me dice que lo siga, y yo le hago caso. No se le puede decir que no a EL Profesor.
Recorremos juntos varias cuadras, él trotando, yo en mi bicicleta. Finalmente, me lleva a un restorán lleno de gente. No tiene internet ni café, pero sirven un omelette delicioso. Bien por mi parte.
Le quiero hacer todo tipo de preguntas a El Profesor. Quiero entender lo que está pasando. Me empiezo a preparar mentalmente para tener una experiencia trascendental con este personaje tan misterioso.
El Profesor me pide el desayuno, paga por mí, me estrecha la mano, y se va del local.
Los siguientes treinta minutos son agridulces. El omelette efectivamente está exquisito, pero yo no puedo dejar de pensar en El Profesor. No saber quién es se convierte en una tortura mental que se quedará conmigo el resto de mis días.
El auto negro.
Así como escribí en mi última historia, estaba en medio de un camino en donde pasaban poco y nada de autos, cuando un auto negro que venía en dirección contraria a mí intentó atropellarme. Es lo más cerca que he estado de morir.
Después de una experiencia de ese tipo, quedas aterrado. Tienes la confianza en el piso. No quieres volver a subirte a la bicicleta, porque crees que te van a matar.
Empiezas a buscar todo tipo de recursos mentales que te puedan ayudar a volver a recuperar la confianza. ¿Qué es lo que me ayudó a mí? Darme cuenta que la probabilidad de encontrarme con otro loco psicópata que intente atropellarme es realmente baja. Si me llega a pasar, es porque tengo la peor de las suertes. Así que vuelvo a pedalear, feliz de la vida.
Tres días después, 21 de Diciembre, me encuentro a la salida de un pueblo pequeño ubicado a más de doscientos kilómetros al sur de donde pasó el incidente del auto negro.
La calle está vacía. Aparece un auto negro. No estoy completamente seguro, pero juraría que es el mismo modelo al del primer incidente. Va manejando lento. Cuando estamos a menos de diez metros de distancia, el auto cambia de dirección y va directo a chocarme. Todo pasa tan rápido, que esta vez yo no tengo tiempo para reaccionar. Justo cuando estamos a punto de chocar, el auto vuelve a girar y me esquiva.
Detengo la bici a orillas del camino. No entiendo nada. ¿Me están diciendo que en menos de tres días me han tratado de atropellar dos veces? ¿El mismo auto?
Empiezo a pensar que estoy loco. Quizás el desierto de Irán logró aflojar un tornillo en mi cabeza. No puede ser que sea verdad lo que me acaba de pasar.
Empiezo, también, a imaginarme todo tipo de historias para explicar la situación. Lo único que se me ocurre, es que existe un iraní, dueño de un auto negro, al que por algún motivo yo no le caigo bien. Quizás es un asesino contratado por el gobierno iraní, con la misión de matar turistas que viajan solos. ¿Quién sabe?
Sigo pedaleando, y a duras penas llego a un pueblo llamado Kavar. Quiero encontrar un hotel donde pasar la noche, sentado en una silla junto a la ventana observando la calle, asegurándome que no haya un iraní en un auto negro vigilándome.
Entro a una cafetería, y le pregunto al dueño, Rahim, si es que conoce algún hotel en donde pueda alojarme. Me responde que en Kavar no hay hoteles, e insiste en que por favor me quede a dormir con él y su familia. Yo le digo que bueno ya.
Rahim es un tipo muy simpático. Tranquilo, no como la mayoría de los iraníes. Además de la cafetería, tiene otros dos trabajos con los que mantiene a su familia.
Paso la siguiente hora tomando café gratis, hasta que Rahim y un amigo suyo me preguntan si es que quiero ir a jugar pool. Yo contesto que sí.
Nos subimos los tres a un auto de color negro. Exactamente igual a los dos anteriores.
Vamos en camino a jugar pool, cuando Rahim, quien va manejando, ve que pocos metros más adelante se encuentra un amigo suyo de pie a orillas de la vereda. A continuación, Rahim acelera a toda velocidad, haciendo como que va a atropellar a su amigo. Yo empiezo a gritar.
Lo esquiva a menos de un metro de distancia.
Se empieza a reír por el grito que lancé. Me mira con detención, observando cómo reacciono a lo que Rahim acaba de hacer. Me dice que no me preocupe, que quería hacerle una broma a su amigo.
Yo hago como que me relajo. Pero no estoy ni cerca de estar relajado. Tengo una sola idea en mi cabeza: ¡estoy sentado junto al iraní que me quiere matar!
Lo sé. No puede ser que esté tan loco. Pero después de dos sustos grandes con autos negros en menos de tres días, uno se pone un poco paranoico.
Y bueno. Vamos a jugar pool y lo pasamos bien. Pero en todo momento yo pienso que Rahim me va a enterrar su palo de pool por la espalda mientras estoy desconcentrado viendo si entró alguna de mis pelotas.
Luego Rahim me lleva a comer a un restorán. Me sirven un arroz con pollo exquisito. Lo disfruto, pero pienso en todo momento que el pollo está envenenado.
Luego me lleva a la casa de su padre. Toda su familia está ahí. Su señora, sus hijos, sus hermanos, sus cuñados, sus sobrinos, y por supuesto, sus papás. Están comiendo juntos, celebrando Yalda, la noche más larga del año. Son la familia más simpática del mundo. Me reciben como si yo fuera un famoso, sólo por el hecho de ser turista. Me dan té y queque y más té. Lo paso increíble con ellos. Pero a lo largo de todas las horas que paso ahí, pienso que, de un momento a otro, apagarán las luces, y la comida se convertirá en un ritual satánico en donde yo soy la cabra a punto de ser sacrificada.
Y finalmente, me lleva a su casa para poder descansar después de un largo día de paranoia. Él y su señora arreglan una cama en una pieza privada para que yo duerma. Les doy las gracias, me acuesto, y apago la luz.
Mi idea es pasar toda la noche con un ojo abierto y el otro cerrado, esperando a que Rahim entre a mi pieza a ejecutarme. Pero a los cinco minutos me quedo dormido. Estoy cansado.
A la mañana siguiente despierto sorprendido por estar vivo. Ahora puedo descartar completamente que Rahim es mi asesino, ya que, si lo fuera, sería el peor asesino de la historia. Tuvo como veinte ocasiones para matarme.
Me despido de él de abrazo, dándome cuenta de lo agradecido que estoy por todo lo que hizo por mí. Antes de partir pedaleando, me regala una bolsa con medio kilo de pistachos salados. Bendición divina.
A la hora de almuerzo, abro la bolsa de pistachos. Se me hace agua la boca. Saco un pistacho, y casi me rompo las uñas tratando de abrirlo. Intento con un segundo, y un tercer pistacho, y también fracaso. Más del 70% de los pistachos de la bolsa son imposibles de abrir. Grito como Luke Skywalker cuando descubre que Darth Vader es su padre, rendido ante la situación.
Quizás Rahim no me mató, pero destruyó mi mente a través de pistachos imposibles de abrir.
Si hay algo que he aprendido en el tiempo que llevo viajando, es que la cultura influye muchísimo más de lo que pensaba en nuestras vidas. Tan así, que no que no somos capaces de notarla en el día a día. Como llevamos todas nuestras vidas dentro de la cultura que nos tocó, damos por hecho que cómo nos comportamos es lo «normal».
Es como esa historia de dos peces en el mar. Uno comenta «Uff, que está rica el agua hoy día», a lo que el otro responde «¿Agua?». El segundo pez, al llevar toda su vida nadando en el agua, ya no es capaz de notarla.
Considera lo siguiente: todo lo que piensas, todo lo que haces, todo lo que te gusta y todo lo que no te gusta en tu vida está mayoritariamente moldeado por dónde y cuándo naciste. Somos un producto de nuestra cultura.
La cultura influye en todos los aspectos de nuestras vidas. A continuación, mencionaré varios ejemplos que se me ocurrieron mientras caminaba por un bazaar en Irán:
Creencias religiosas: si naces en Chile, lo más probable es que seas católico. Si naces en Arabia Saudita, lo más probable es que seas musulmán. Es posible que nazcas en Chile y seas musulmán, o que nazcas en Arabia Saudita y seas católico. Pero es muy poco probable. ¿Alguna vez has visto a un chileno musulmán que, sin tener padres musulmanes, haya elegido esa religión? Tendemos a pensar que nosotros elegimos nuestra propia religión. Y en parte es cierto. Pero más cierto aún es que la cultura que nos tocó eligió la religión por nosotros.
Creencias políticas: según donde y cuándo naciste, puede que sea más probable que seas comunista, o de derecha, o de centro, etc.
Atracción sexual: ¿Naciste en Asia? Lo más probable es que te gusten las/os asiática/os. ¿Sudamérica? Latina/os. ¿África? africana/os. Siempre va a haber una que otra persona que se enamoró de alguien de otra raza. Pero es poco común.
Gustos de comida: ¿ese antojo que te da por una pizza? Es porque naciste en un país occidental. Si hubieses nacido en medio oriente tendrías antojo por Kebap.
Gustos musicales: ¿Cuál es la probabilidad de que te guste esa canción de Bad Bunny si naciste en China?
Tu hobby: ¿te apasiona el fútbol? Si hubieras nacido en India estarías llorando de emoción viendo un partido de cricket.
La ropa con la que te vistes: ¿crees que usar bluejeans con hoyos está de moda? Si naces en Qatar estarías feliz con tu túnica blanca.
La forma en que te comunicas verbal y corporalmente: cómo caminas, cómo mueves tu cabeza, los gestos faciales que usas, tu idioma, etc.
Las cosas que te hacen reir, enojar y llorar: quizás te parece que el humor de los alemanes es terrible, pero para ellos es suficiente como para llorar de la risa. O quizás las películas de bollywood te parecen una estupidez, pero para la otra mitad del mundo son los mejores dramas que se han hecho.
Lo que encuentras normal, o de mala educación, o asqueroso: quizás te parece mal fumar en lugares cerrados, pero en Irán no hay problema. O quizás te parece asqueroso escupir en la calle, pero en India nadie se inmuta.
Ese viaje que siempre quisiste hacer: lo creas o no, pero cada país tiene sus propios destinos a los que a la gente les encanta viajar. Para un israelí, su sueño es viajar a la patagonia. Para un ruso, nada mejor que ir a las playas de Turquía. Para un chileno…¿trabajar en Australia? ¿Recorrer el sudeste? ¿el sur de Chile?
Tu ideal de vida perfecta: la casa que siempre quisiste tener, el auto perfecto, cuántos hijos, cuántas horas pasar trabajando, cuándo retirarte, etc. Todo está dicho por la cultura desde antes que nacieras.
Hasta incluso qué tan alegre eres: hay países en donde no ves ninguna persona sonriendo, y otros en donde sonreír es la norma.
Me estoy alargando mucho. Pero piensa también cómo influye la cultura en las películas que te gustan, la carrera que elegiste estudiar, el trabajo que siempre quisiste tener, la forma en que mides el éxito, la forma en que están hechas las calles en tu barrio, la forma en que preparas el té/café, cómo está construida tu casa, tu visión de lo que es bueno y lo que es malo…etcétera!
Y se pone un poco mas complicado. Dentro de la cultura que te tocó según dónde y cuándo naciste, hay subculturas. Por ejemplo, dentro de la cultura chilena, está las subculturas de los que viven en el Norte, Centro y Sur, la subcultura de los que viven en la ciudad, campo y costa, y las subculturas de los de alta, media y baja sociedad. Estas subculturas son notoriamente distintas unas con otras, pero siguen siendo bastante mas parecidas entre ellas si las comparamos con las subculturas de un país al otro lado del mundo. Chilenos ricos y Chilenos pobres se parecen mucho más entre ellos que Chilenos ricos con Chinos ricos. Chilenos ricos con Chinos ricos son diametralmente distintos. No tienen nada en común más que plata, que además está en distintas monedas.
No entremos en tanto detalle. Mantengámonos reflexionando sobre la cultura. La cultura está en todo lo que haces y piensas. Es el lente que usas para observar el mundo. Es tu base para todas las decisiones que tomas.
Tendemos a pensar que somos seres originales, especiales. En la realidad, somos mucho menos auténticos de lo que creemos. Somos un producto de nuestra cultura. Lo sé, es una verdad difícil de aceptar. A mí también me encantaría decir que soy original, pero simplemente no es así. Quizás insistes en afirmar que eres distinto. Quizás tienes alguna o varias preferencias distintas a los que te rodean. Crees que eres alguien distinto porque te vistes como rapero gringo, o porque escuchas música de Etiopía, o porque comes Pad Thai todos los miércoles. Todos tenemos una, dos, tres, o hasta veinte cosas distintas cuando nos comparamos con la gente de a nuestro alrededor. Menos mal, porque si no, la vida sería aburridísima. Todos seríamos iguales. Tienes algunas características que te hacen diferente, pero siguen habiendo otras mil formas en las que la cultura controla tu vida sin que te des cuenta.
¿Pero por qué esto es relevante? ¿Qué importa que seamos un producto de nuestra cultura?
El gran problema es que la cultura que te tocó no solo trae consigo buenas prácticas, si no que también viene con aquellas prácticas que nos hacen mal.
Ejemplos: Para los iraníes es normal tomar tazas y tazas de té en la que la mitad del contenido es azúcar. Hasta incluso se echan un cubito de azúcar a la boca antes de cada sorbo. Para los turcos es normal pasar todo el día fumando. Toman poco alcohol, así que necesitan acentuar otro vicio. En India puedes tirar la basura en cualquier parte. El país entero es un basurero. En Japón hay clínicas terapéuticas para sanar a las personas de su adicción a las redes sociales. Pasan todo el día conectados. Si eres mujer y vives en países arábicos, hay una gran probabilidad de que te toque ponerte una Burka. Y nunca nadie podrá admirar tu belleza.
¿Y que hay de Chile? Problemas culturales tenemos de sobra. Uno de ellos es la tendencia a alimentarnos mal. Mucha azúcar, mucho pan, mucho alcohol, mucha comida chatarra. Eso nos lleva al problema de obesidad que tenemos hoy en día, y los efectos secundarios que surgen de ahí. Somos el sexto país en el ranking de obesidad infantil.
La cultura puede ser algo muy bueno, o convertirse en algo muy dañino. Debemos detenernos a pensar en cómo la podemos usar a nuestro favor. ¿Qué es lo que hacemos porque realmente nos gusta, y qué es lo que hacemos como resultado de nuestra cultura?
Mi propuesta es la siguiente: aprendamos a adoptar los buenas costumbres que tienen otras culturas, y al mismo tiempo aprendamos a eliminar las malas costumbres que tiene nuestra propia cultura. Como resultado, tendremos vidas diseñadas más a nuestra medida, un poco más auténticas. Si no hacemos esto, estamos limitando nuestras vidas a la «cultura default» que se nos dio cuando nacimos.
Para eso, diseñe un plan de tres pasos.
Paso 1: desculturizarse
Este paso se hace al inicio de cada viaje.
Es muy difícil aprender de otras culturas si no eres capaz de abandonar por un tiempo la tuya.
Para desculturizarse, es necesario cuestionar todo aquello que nos parece normal. Es necesario, también, asumir por un breve período que nuestra cultura tiene algo malo. Solo así, somos capaces de abrirnos al resto de las opciones que se nos presenta en el mundo.
A modo de ejercicio, actúa como si todo lo que fuera parte de tu cultura fuera algo malo. Ojo: es un ejercicio. No estoy diciendo que ese sea el caso. Asume que tu comida nacional es mucho peor que la comida que sirven en el país donde estás. Lo mismo con la vestimenta, música, creencias políticas, gestos corporales, y todo lo que mencioné en el listado al principio del artículo. Y quizás, si no lo consideras como algo grave, puedes abandonar por un tiempo tus prácticas religiosas, si es que las tienes. Por ejemplo, en el retiro Vipassana que hice en la India, se nos pidió que abandonemos durante diez días todo tipo de práctica religiosa. Sólo así uno le puede dar una oportunidad genuina al Vipassana.
¿Pero por qué es necesario viajar solo/a para desculturizarse? Cuando viajas con otra persona de tu propia cultura, tienes un refugio. En todo momento tienes la oportunidad de volver a tu cultura al hablar con ella. De esta forma, es imposible entrar por completo a esta nueva cultura que estás viviendo.
Viajar solo te da una oportunidad de entrar más en profundidad.
Paso 2: aprender de otras culturas
Una vez ya desculturizado, estás abierto para aprender de la cultura del país donde estás. Te empiezas a fijar en cada detalle: colores, sonidos, olores, edificaciones, modas, comportamiento de la gente, etc.
Poco a poco, empiezas a distinguir qué es lo bueno y lo malo de esta cultura que es tan distinta a la tuya. Quizás te gusta la comida India, pero no la comida. Quizás te encantaría ser tan hospitalario como los iraníes, pero no te gustaría tomar té con tanta azúcar. Quizás te encanta el vino de Georgia, pero no te gusta eso de sonreír poco.
Además, cuando viajas tienes la distancia y tiempo suficiente como para revisar qué es lo que te gusta de tu vida, y qué no. Quizás naciste en un país en donde se da por hecho que tienes que matarte trabajando hasta la jubilación. Pero ahora que llevas meses en un pueblo playero en Costa Rica, te das cuenta que hay otras alternativas menos exigentes y que te gustan más. Quizás naciste en un país en donde lo normal es juntarte a tomar con los amigos. Pero ahora que recorriste el medio oriente te das cuenta que también puedes juntarte a tomar té. Una alternativa más sana.
Paso 3: adoptar lo mejor de cada cultura, y eliminar lo malo de tu propia cultura
Se podría decir que los pasos 1 y 2 son un período de investigación. Absorbes como esponja toda la información que te da esa nueva cultura que visitaste. Aprendes qué es lo que te gustaría tener de esa cultura, y qué no.
El paso 3 consiste en aplicar en tu vida cotidiana todas esas prácticas que te gustan de otros países, y eliminar esas costumbres que ya no quieres tener.
¿El resultado? Una vida diseñada a tu medida.
Es imposible que podamos eliminar al 100% todo lo malo de nuestras culturas. Está demasiado inculcada en nosotros. Pero al menos podemos hacer el esfuerzo por cambiar una o dos cosas que nos molestan. Y mejorar nuestras vidas.
A lo largo de mis viajes he estado haciendo una lista de prácticas que me gustaría adoptar cuando vuelva a Chile, que se va agrandando con cada semana que pasa.
Acá van cinco de mis ejemplos favoritos:
1) Picknicks turcos: una de las prácticas que más me gustó cuando fui a Turquía son los picknicks a orillas del camino. Decenas de veces vi gente que encontraba un árbol que les gustaba a orillas del camino, instalaban sillas y mesas de camping, y se sentaban a tomar té y disfrutar de la vida. ¿Por qué tanto apuro en llegar al destino?
2)El relajo de los sureños: me encantaría aprender a vivir a paso tortuga como la gente del sur de Chile. Disfrutar de un mate y una buena conversación en la estufa. No hay por qué vivir apurado y estresado. Así como dice el famoso dicho patagónico, «El que se apura pierde su tiempo».
3)Consolar a tu rival perdedor cuando ganas un partido: en Francia tienen una costumbre que consiste en que, cuando ganas un partido de tenis, tienes que invitar a tu rival perdedor a tomar algo. El ganador paga para consolar al perdedor. Y nacen amistades.
4)Bailar como los iraníes: me fascina cómo bailan tanto hombres como mujeres en los matrimonios iraníes.
5)Baldes de agua para la ducha: en la India es muy común ver baldes de agua debajo de las duchas. Nunca pregunté para qué lo usaban, pero se me ocurrió que uno puede ducharse acumulando agua en el balde, y luego regar las plantas de un jardín con esa misma agua.
Sal a viajar solo. Desculturízate. Aprende a identificar lo bueno de otras culturas. Adopta las buenas prácticas, y elimina las malas.