Una definición de «crecer como persona»

«Crecer como persona» es un concepto que se usa en exceso hoy en día.

Que la lectura te ayudará a crecer como persona, que el yoga te ayudará a crecer como persona, que viajar te ayudará a crecer persona, y quién sabe cuántas cosas más.

Pero ¿Qué significa crecer como persona? ¿Y cuándo estamos logrando crecer? ¿Y por qué alguien querría crecer?

Es muy fácil empezar a escribir sobre cómo el deporte y el viaje te pueden ayudar a crecer como persona, sin antes parar a preguntarse qué significa crecer como persona, y por qué alguien querría crecer.
Me parece un crimen hacer algo así.

Y dado que no hay definición en el diccionario de crecer como persona, voy a hacer lo mismo que hice con «una vida extraordinaria», y te compartiré mi propia definición.

¿Cuándo estás creciendo como persona?

Estás creciendo como persona cuando aprendes a sufrir menos en situaciones en las que antes sufrías mucho, y cuando aprendes a disfrutar mucho algunas situaciones que antes no disfrutabas.
Muy simple, ¿No?

Algunos ejemplos:

Sufrir menos en situaciones en las que antes sufrías mucho:

  • Cuando ese amigo/amiga te dice un comentario negativo que antes te desanimaba y ahora no te afecta, significa que eres más fuerte de mente, y creciste como persona.
  • Cuando sales a correr cinco kilómetros sin esfuerzo alguno, y sabes que años atrás completar esa distancia era una gran hazaña, significa que creciste como persona.
  • Cuando tienes un desafío que te pone muy nervioso, y en vez de rendirte como siempre lo hacías, intentaste alcanzarlo, significa que creciste como persona.
  • Cuando te pasa algo malo, y en vez de reaccionar de inmediato como siempre, te detienes a respirar profundo y calmarte, significa que creciste como persona.
  • Cuando un tipo cruza su auto al frente del tuyo en la autopista, y en vez de gritarle mantienes la calma, significa que creciste como persona.
  • Cuando te estás mojando por la lluvia, y en vez de sufrir como siempre lo has hecho, disfrutas de ver cómo agua cae del cielo, significa que creciste como persona.
  • Cuando cumples con tus responsabilidades de inmediato, sabiendo que antes pasabas días procrastinando, significa que creciste como persona.
Dalai Lama. Un hombre entrenado mentalmente, que sufre poco.

Disfrutar mucho en situaciones que antes disfrutabas poco:

  • Cuando aprendes a estar agradecido todos los días por todo aquello que ya tienes en tu vida, y que antes dabas por sentado, significa que creciste como persona. Me refiero a salud, familia, amigos, una cama, comida, y todas esas cosas a las que nos acostumbramos.
  • Cuando aprendes a asombrarte por detalles en tu entorno que antes no te asombraban tanto, significa que creciste como persona. Porque cuando aprendes a asombrarte por lo cotidiano, el mundo entero es un espectáculo.
  • Cuando aprendes a entablar una conversación interesante con gente que antes te habría parecido aburrida, significa que creciste como persona.
El personaje de «Soul», aprendiendo a disfrutar los pequeños detalles

¿Por qué alguien querría crecer como persona?

Todos los seres humanos queremos evitar el sufrimiento.
No lo digo yo. Lo dice el Buddha.
Menos de lo malo, más de lo bueno.

Eso no significa que en el mejor de los casos tu vida es una experiencia en la que te pasan puras cosas buenas.
Si fuera así, y un director de Hollywood adaptara tu vida a una película, nadie la querría ver por lo aburrida.
No. Significa que en el mejor de los casos aprendes a controlar tus emociones para apreciar más lo bueno que te pasa, y no sufrir tanto por lo malo que te pasa.
Porque llevas años creciendo como persona, y eres resiliente. Con una mente fuerte y entrenada.

Crecer al máximo que puedes llegar a crecer es un pilar fundamental para alcanzar una vida extraordinaria.
Y combinar viaje con deporte es uno de los mejores campos de entrenamiento para crecer como persona.


Quizás no te di suficientes ejemplos para dejar mi definición clara. Pero piensa en tu caso:

¿Qué situaciones en mi día a día te hacen sufrir y te gustaría cambiar?

¿Qué cosas de tu día a día son muy buenas y no las estás disfrutando?


¿Cómo puedes sufrir menos por lo malo, y disfrutar más de lo bueno?


¿Cuáles son esas experiencias en tu vida que te han hecho crecer como persona? ¿Qué tienen en común? ¿Cómo puedes tener más de ellas?

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Juan Pablo Toro
Juan Pablo Toro

Autor Deportista Nómade

Una definición de «salir de la zona de comfort»

«Salir de la zona de comfort» es otro concepto que se usa muchísimo, y se define poco. No soporto un video más de youtube que me diga que salga de mi zona de comfort.

«Salir de la zona de comfort es subjetivo». Todos tenemos nuestra propia definición, la hayamos dicho en voz alta o no.
Te comparto mi definición, y así estaremos en sintonía para los otros artículos.

La definición: Cuando aceptas llevar a cabo un desafío que te  hará sentir incómodo, pero que sabes que mejorará tu vida, estás saliendo de tu zona de comfort.
*Clave la parte de que sabes que mejorará tu vida. Si no, estás sufriendo por nada.

Bilbo Bolsón aceptó ir en búsqueda de un tesoro. Pudo haberse quedado en la Comarca, pero prefirió salir de su zona de comfort, porque sabía que su vida mejoraría una vez llevado a cabo ese desafío.

Lo importante, más allá de la definición de «salir de la zona de comfort», es lo que esto requiere por parte tuya:

Requiere que te sientas incómodo, pero recordando que esa incomodidad te llevará a ser una mejor versión de ti mismo.

Requiere que tengas que luchar con esa voz en tu cabeza que te tira para abajo constantemente, suplicándote que vuelvas a tu zona de comfort, sabiendo que la única forma de lograr lo que quieres es venciendo a esa voz.

Requiere que sufras física y mentalmente, pero recordando que ese sufrimiento es el precio a pagar para alcanzar una vida extraordinaria.
A veces significa dejar la comida chatarra, o dejar el alcohol, o dejar las drogas, o dejar ese postre que tanto te gusta.
Porque sabes que dejar esas cosas te hará mejorar tu salud.

A veces significa salir a hacer ejercicio, a pesar de que te falta motivación y sigues molido por el día anterior. Porque sabes que tener un buen estado físico lo hace todo más fácil, y es necesario por parte tuya ser consistente.

A veces significa sentarte a meditar, a pesar de que lo único que quieres es revisar tus redes sociales. Porque sabes que meditar es una de las claves para entenderte a ti mismo y vivir sin ansiedad.

A veces significa levantarte temprano, a pesar de que está oscuro y hace frío. Porque sabes que hay pocas sensaciones que superan a gobernarse a uno mismo.

A veces significa ducharte con agua fría, a pesar de que con sólo girar una manilla puedes cambiarla a caliente. Porque sabes que, si eres capaz de hacer algo así, eres capaz de mucho más.

A veces significa pararte en un escenario y hablar en público. Porque sabes que, si logras enfrentar ese miedo, bajarás del escenario siendo una persona más valiente.

A veces significa ir a hablarle a esa mujer que te interesa, a pesar de que el 99% de tu ser te dice que no lo hagas. Porque sabes que, si no lo haces, volverás a tu casa arrepentido y sintiéndote un cobarde.

A veces significa dejar tu trabajo, a pesar de que es seguro y te pagan bien. Porque sabes que hay una vida mucho más emocionante para ti que andar vendiendo seguros o analizando inversiones para un banco. Hay una vida extraordinaria esperándote.

A veces significa salir a viajar solo. Porque sabes que viajar solo te obligará a ser más sociable y te ayudará a ganar nuevas perspectivas sobre el mundo, y nuevas perspectivas sobre tu vida cotidiana.

Dicho todo lo anterior, «Salir de la zona de comfort» suena como algo terrible.
Suena como algo malo para tí.
Y lo es, pero a la vez no lo es. Porque te hará sufrir, pero a la vez te hará crecer.
Porque sabes que después de tanta incomodidad hay luz al final del túnel.
Porque ese sufrimiento tiene sentido. Lo elegiste voluntariamente, ya que sabes que es necesario para una vida mejor.
Porque sabes que el sufrimiento es necesario para una vida extraordinaria.

Y siendo que ya sabes que vas a sufrir, ¿No lo hace eso todo más fácil?
Cuando sabes que vas a sufrir, estás mucho más preparado que cuando el sufrimiento viene inesperadamente.

Cuando te bañas con agua fría voluntariamente no te sorprendes y gritas «¡¡Mierda!!»
Porque sabías desde antes que el agua iba a estar fría. Estabas preparado mentalmente para sufrir.
Y sientes el agua fría congelarte la espalda y el pecho y las manos y todo tu cuerpo, y es ahí donde te das cuenta que el agua fría no es tan terrible.
Hasta incluso, se siente bien. Te despierta. Te mejora el ánimo.
Sufriste voluntariamente, y ahora estás mejor.

El sufrimiento es el tipo de cambio para una vida extraordinaria.
Es el precio a pagar para una vida sin arrepentimientos.
Te fijas en otras personas que ya tienen lo que tú tanto deseas, y sabes que lo único que te separa de ellos, es que ellos ya vivieron el sufrimiento que tú tienes que empezar a vivir.

Lo único que separa a un tipo con sobrepeso a un tipo en buena forma, son cientos de horas haciendo deporte, y miles de veces de decirle que no a la comida chatarra. Uno ha sufrido voluntariamente mucho más que el otro.

Lo único que separa a un tipo sin disciplina a un tipo con disciplina, es la disposición para luchar contra uno mismo todos los días. Cientos o miles de veces de enfrentar los impulsos. Cientos o miles de veces de decir que No.

Lo único que separa a un deportista/empresario/artista exitoso a uno que no lo es, son miles de horas de dedicación y de sufrimiento y de preguntarse cómo poder mejorar a diario.

Y ahora que sabes que lo único que te separa de lo que deseas es salir de tu zona de comfort, sentirte incómodo y sufrir, la pregunta es:

¿Cuándo empiezas?
¿Y por qué no ahora?

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Juan Pablo Toro
Juan Pablo Toro

Autor Deportista Nómade

El camino para una vida extraordinaria

Pedaleando en Anatolia por una vida extraordinaria. Si haces zoom, verás a una oveja montándose a otra.

Hay muchos caminos que puedes elegir para alcanzar una vida extraordinaria. Pero todos ellos tienen tres partes en común:

Parte 1: Aceptas llevar a cabo un desafío que te hace salir de la zona de comfort.

Lo que sea que te interese probar. Aquello que sabes que, si no lo haces, te arrepentirás cuando estés a punto de morir.

Parte 2: Salir de la zona de comfort te lleva a crecer como persona

Salir de la zona de comfort te lleva a pasar por ratos incómodos y hasta incluso sufrir.
Pero sabes que esa incomodidad y crecimiento es necesario para lo que quieres alcanzar, así que no se siente como algo malo.
Esa incomodidad y sufrimiento provoca que, con el paso del tiempo, te vuelvas más duro física y mentalmente.
Sin darte cuenta, sufres mucho menos por algo que antes te hacía sufrir mucho, y disfrutas mucho más cosas que antes no disfrutabas.
Llevar a cabo el desafío te convierte en una mejor versión de ti mismo comparado con cómo eras antes. Creciste como persona.

Parte 3: repites la parte 1 cada vez que puedas.

Si repites la parte 1 suficiente cantidad de veces, al final de tu vida  habrás crecido tanto como pudiste llegar a crecer, habrás tenido miles de aventuras, y no estarás arrepentido de nada.
Te sentirás pleno. Que no te faltó nada.
Y teniendo en cuenta que tu vida nunca puede llegar a ser perfecta, al menos lo diste todo para alcanzar una vida extraordinaria.

Hay miles de desafíos que podemos elegir para alcanzar esa vida extraordinaria:

Puede ser un desafío en el trabajo, para mejorar tu carrera profesional y ayudar más al mundo.

Puede ser un desafío en tu propia casa, para mejorar la relación con tu familia.

Puede ser un desafío deportivo, porque sabes que te vendría bien mejorar tu estado físico, o explorar tus límites.

Puede ser un desafío mental, porque siempre quisiste tener más conocimiento de algún tema en específico.

Puede ser un desafío espiritual, porque sabes que te vendría bien un poco de paz en tu interior.

Puede ser un desafío muy, muy pequeño, pero que si lo haces todos los días, con el paso del tiempo se convertirá en algo gigante.

Puede ser un desafío gigantesco, imposible de lograr, pero que sabes que, aunque no llegues al final, aun así te habrá hecho crecer como nunca.

Entonces, ¿Qué desafío elegir? ¡Hay tantas opciones!

Si hay algo que hace mucho te mueres de ganas por empezar, no hay mucho que pensar. Ese es tu desafío.

Pero si no estás seguro sobre cuál elegir, ¿Por qué no irse a la segura?
Hay ciertos desafíos que son tan buenos, que nunca escucharás a alguien arrepintiéndose de haberlos intentado.
¿Algunos ejemplos?
Leer más libros
Aprender a meditar
Comer más sano
Hacer más deporte
Viajar

Y si me preguntas a mí, yo elegiría todas las anteriores al mismo tiempo.
Pero le daría más énfasis a combinar las últimas dos.

Viajar haciendo deporte.

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Juan Pablo Toro
Juan Pablo Toro

Autor Deportista Nómade

El papel de la felicidad

Yo creo que la felicidad no es tan importante en nuestras vidas. O sea, sí lo es. Es necesaria para una vida extraordinaria. Pero no es lo más importante de todo, como muchos afirman.

Apostaría a que el 99% de la gente no sabe qué está hablando cuando dicen que lo que más quieren en la vida es «ser feliz».  Más aún, creo que nunca se han detenido a pensar qué es lo que realmente quieren, así que toman el camino fácil y copian a algún famoso que dice que «sólo quiere ser feliz».

Personificación de un hombre feliz: Guido de «la vida es bella»

Cuando alguien dice que «sólo quiere ser feliz», en realidad puede estar refiriéndose a dos posibles opciones:

  1. Que lo que más quiere es sentir felicidad constantemente, sin interrupción, por el resto de su vida: lo cual no sólo es imposible, si no que, probablemente, con el tiempo se convertiría en una tortura.
    Es como en «Piratas del Caribe 1», en donde los malos sueñan con volver a sentir dolor. No poder sufrir se convierte en una tortura.
  1. Que cuando habla de «ser feliz» en realidad está pensando en algo más grande que el sólo hecho de sentirse feliz, sólo que no tiene la palabra precisa para describir qué es lo que realmente quiere. En este caso, estaríamos presenciando una escasez de lenguaje.

Ni hablemos de la primera opción. La segunda es la que vale la pena nuestra atención.

Fijarse como único objetivo en la vida «ser feliz» es un gran problema. No sólo porque no sabemos qué estamos hablando cuando decimos eso (hay decenas de definiciones de felicidad), si no que, más importante aún, nadie sabe con exactitud cuál es la clave para ser feliz. Algo que, si lo cumples, te lleva tarde o temprano a ser feliz. Hay teorías, libros y estudios muy interesantes, pero no existe una respuesta clara.

Algo que sí se sabe, es que hay algunas necesidades básicas que tenemos que cuidar para tener una mejor vida. Y si no las cuidamos, vamos en camino a ser miserables:

  • Buena salud: dormir bien, comer bien, moverse, hidratarse.
  • Buenas relaciones personales. Pasar tiempo con seres queridos.
  • Buenas expectativas de nuestro futuro.
  • Estabilidad financiera.
  • Educación.
  • Paz mental.
  • Autocontrol.
  • Estar agradecido por lo que se tiene.
  • Contribuir al mundo para encontrar sentido.
  • Sentirse desafiado para encontrar motivación.
  • Etc

Pero hay un largo camino entre saber qué se necesita para estar bien v/s saber cuál es la clave para ser feliz.

Quizás no existe una clave para ser feliz, y buscarla tendría tan poco sentido como tratar de imaginar un color nuevo.

En resumen, 1) no sabemos de qué hablamos cuando hablamos de felicidad, y 2) tampoco sabemos qué se necesita para alcanzar esa felicidad.

En vez de intentar simplificar nuestras vidas buscando «ser felices», déjame proponerte un objetivo más realista y completo: buscar aprovechar al máximo cada momento de nuestras vidas.

Eso significa recordarse constantemente que somos seres mortales teniendo una experiencia terrenal pasajera, y que por lo tanto no tenemos tiempo por perder.
Significa recordarse, también, que es nuestra responsabilidad aprovechar cada minuto que tenemos para sentirnos vivos, utilizando toda nuestra gama de emociones.

Pasar por experiencias que nos provocan sentir amor, compasión, tensión, asombro, ilusión, entusiasmo, admiración, satisfacción, orgullo, placer, y la famosa felicidad.

Y no sólo sensaciones buenas, si no también esas malas que a veces es lo correcto sentirlas:
Sentirnos tristes cuando nos pasa una tragedia.
Sentirnos nerviosos cuando estamos pasando por un momento importante, o enfrentando alguno de nuestros miedos.
Sentirnos agotados física y mentalmente después de haber completado un gran desafío.
Sentirnos preocupados por el futuro de algo/alguien que es realmente importante para nosotros.
Sentir culpa cuando cometimos un error, para reaccionar lo antes posible y volver a nuestro camino.

Y, al final de nuestras vidas, sentir paz. Porque cuando estemos a punto de morir, estaremos seguros que al menos intentamos aprovechar nuestras vidas al máximo posible.

La lista de emociones que acabo de escribir es mucho más corta de lo que debería ser. Me falta imaginación.
Pero se entiende el punto.

Somos seres complejos, con muchas emociones y una infinidad de posibilidades.

Sentirnos felices está en esa lista. Es importante, pero a la vez solo una pequeña parte de nuestra experiencia como seres humanos.

No tiene sentido querer sentirnos felices en todo momento. Por ejemplo, espero que no quieras sentirte feliz cuando estés en el funeral de alguien que es importante para ti.

Lo que todos queremos no es «ser feliz». Es sentir que estamos aprovechando nuestras vidas al máximo.

Es sentirnos completos en todo sentido. Que no estamos dejando de lado algo que es importante para nosotros.

Es sentir que estamos teniendo una vida extraordinaria.

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Juan Pablo Toro
Juan Pablo Toro

Autor Deportista Nómade

Una definición de «vida extraordinaria»

Antes de empezar con lo que nos interesa, tengo que aclarar qué significa para mí una vida extraordinaria.

«Una vida extraordinaria» no es algo a lo que se le puede encontrar definición en un diccionario. Es subjetivo. Cado uno puede crear su propia definición.

Es importante que te comparta mi propia definición. Sólo así, podremos estar en la misma sintonía para el resto de los artículos.

Acá vamos.

Simple:
Para mí, una vida extraordinaria es aquella en la que aprovechas al máximo cada uno de los días que pasas en este planeta.

Más complejo:
Una vida extraordinaria es aquella en la que creas tu propio camino, sin dejarte llevar por la presión de los demás.
Una vida en la que persigues tus propios intereses, por más extraños que puedan llegar a sonar, y no desperdicias tiempo valioso haciendo cosas que no te gustan sólo para aparentar.

Un vida extraordinaria es aquella en la que viajas, aprendes decenas de habilidades, conoces gente y lugares grandiosos, y tienes experiencias inolvidables. Una en la que ayudas y te dejas ayudar, una en la que eres estudiante, y a veces mentor.

Una vida extraordinaria es aquella en la que estás todo el tiempo fuera de tu zona de comfort, en la que estás constantemente resolviendo nuevos desafíos.

Una vida extraordinaria es aquella en la que te sientes vivo en cada instante. Es aquella que te hace sentir cientos de miles de veces toda esa gama de emociones que tanto nos gusta:  alegría, amor, gratitud, ilusión, compasión, asombro, satisfacción, admiración, entusiasmo, euforia. Hasta incluso pena y otras emociones que no se sienten tan bien, cuando es lo correcto sentirlas.

Una vida extraordinaria es aquella en la que el aburrimiento y la rutina no es ni tema de conversación. En la que todos los días tienen algo nuevo y te causan motivación.

Una vida extraordinaria es aquella en la que dedicas tiempo a explorar cómo funciona tu cuerpo y tu mente. Porque sabes, desde lo más profundo de tu ser, que ese es el único camino para aprender qué es lo que te gusta, y qué no. Porque sabes que es el único camino para conocerte a ti mismo.

Una vida extraordinaria es aquella en la que exploras tus límites físicos y mentales para ver hasta qué punto puedes llegar a crecer como persona.

Una vida extraordinaria es aquella en la que te detuviste a pensar qué es realmente necesario para una buena vida, y qué es más que nada una pésima costumbre de la sociedad.

Una vida extraordinaria no es perfecta, ni mucho menos. Porque bien sabemos que buscar la perfección es una meta imposible, y a la vez una fuente de sufrimiento.

No. En una vida extraordinaria, uno busca aprovechar al máximo cada situación, sin buscar un ideal imposible como la perfección.
Con saber que estamos haciendo lo mejor que podemos es suficiente.

Una vida extraordinaria es aquella en la que, al final de nuestros días, cuando estemos a tan sólo un instante de morir, podamos mirar atrás y afirmar:

«No me arrepiento de nada. Aproveché mi vida al máximo».

Forrest Gump: Ejemplo de vida extraordinaria. Un hombre sin arrepentimientos

Alcanzar una vida extraordinaria es el objetivo que todos tenemos, lo digamos en voz alta o no.

Una vida extraordinaria engloba todos los demás objetivos que se escuchan a cada rato en libros o la televisión: ser feliz, tener sentido, ayudar a los demás, ayudar a mejorar el mundo, y lo que sea que se te ocurra.

Quizás tienes una opinión distinta a la mía, pero podemos estar de acuerdo en una cosa: no quieres llegar al final de tus días y sentir que desperdiciaste tu vida.

Quieres ser capaz de decir que tu vida fue extraordinaria. No para que los demás te admiren. Nada de eso. Es porque quieres sentir que aprovechaste al máximo esa vida que se te dio.

Hay cientos de caminos de alcanzar una vida extraordinaria. Miles quizás.
Lo que yo te propongo en este blog, es que combinar viaje con deporte es uno de los mejores caminos que puedes tomar para acercarte a ella.

Combinar viaje con deporte te ayudará a crear tu propio camino, perseguir tus propios intereses, conocer personas y lugares grandiosos, y aprender nuevas habilidades. Te ayudará a tener experiencias inolvidables.
Te llevará a estar todo el tiempo fuera de tu zona de comfort. Estarás cansado y a la vez feliz; estarás resolviendo desafíos y a la vez motivado.

Combinar viaje con deporte te ayudará a salir de la rutina y sentirte vivo cada día. Te ayudará a conocer tus límites físicos y mentales. A aprender qué cosas de tu vida cotidiana realmente te gustan, y qué estabas haciendo sólo para cumplir con la sociedad.
Te hará sentir que estás exprimiendo jugo de tu vida. Que estás teniendo días extraordinarios. Y una acumulación de días extraordinarios llevan a, ya puedes adivinar, una vida extraordinaria.

Te puedo dar miles de razones para convencerte de que combinar viaje con deporte es un buen camino para alcanzar una vida extraordinaria. Pero nada de lo que yo diga se puede comparar a que lo pruebes en carne propia.

Alcanzar una vida extraordinaria no es un objetivo fácil. Toma un largo tiempo.

Mejor partir ahora.

Para terminar, quiero dejarte unas preguntas para pensar:

  • ¿Te sientes motivado en el día a día, o atrapado en una rutina?
  • ¿Estás aprovechando tu vida al máximo, o sientes que la estás desperdiciando?
  • ¿Te estás acercando a una vida extraordinaria?

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Juan Pablo Toro
Juan Pablo Toro

Autor Deportista Nómade

Un problemilla en la capital de Armenia

Miércoles 3 de Noviembre de 2021. Me encuentro en un hostal de Yereván, la capital de Armenia, esperando hace ya casi una semana que los de la embajada de Irán me aprueben la solicitud de visa.
Acabo de almorzar, y para matar el tiempo decido salir a recorrer el centro de la ciudad trotando.

Primero me dirijo a una mezquita azul que queda al lado del hostal. Se ve bonita, pero está cerrada, así que no me detengo y sigo trotando a un museo de arte moderno.

Una vez llegado al museo, me atiende una señora simpática que me cobra aproximadamente mil pesos chilenos por la entrada, y guardo el ticket en la billetera antes de entrar.
Entro a la galería al mismo tiempo que otro turista de mi edad, que está vestido como hipster y lleva consigo una cámara análoga. Y por cómo se mueve y por cómo me mira, deja claro que sabe más de arte que yo.

Hasta ahí, todo bien.

El museo tiene lo suyo, pero está lleno de esos cuadros que una persona iletrada en arte como yo no los entiende. Trato de hacer como que los disfruto, pero no hay caso. Camino lento sólo para hacerle competencia al hispter. Le quiero demostrar falsamente que yo también soy un hombre culto, y que sólo me faltan los anteojos grandes para ser como él. Aun así, caminando como tortuga, me demoro quince minutos en llegar hasta el final y volver a la entrada.

Para cuando voy saliendo del edificio, el hipster va en el primer cuadro.

Sigo trotando por el centro de la ciudad. Visito una iglesia, un club de tenis, y un parque. Ya estoy un poco cansado, así que decido volver al hostal. Pero antes, tengo que ir a buscar mi bicicleta al taller.

Hasta ahí, sigue estando todo bien.

Me entregan la bicicleta, y me cobran unos diez mil pesos chilenos por todos los arreglos. Me palpo los bolsillos, y es ahí cuando me doy cuenta que no todo está tan bien.

No encuentro mi billetera.

Abro la mochila que tengo, y la reviso al menos unas tres veces por todos los bolsillos. No hay caso; efectivamente se me perdió la billetera.

El problema no es grave; es gravísimo. En la billetera tengo las dos tarjetas de crédito con las que pago y saco plata del cajero, mi carnet de identidad, y plata recién retirada para dos semanas. Ni siquiera tengo para pagarle a los del taller por el servicio que me hicieron en la bicicleta. Y además de todo eso, no tengo ningún número de contacto o email en la billetera para que me contacten en caso de extravío.

Tengo la billetera «Bad Mother Fucker» de Pulp Fiction. Cualquier persona que no me conoce y no ha visto la película tiene derecho a pensar que soy un idiota

Les explico el problema a los del taller, y de buena voluntad dejan que me lleve la bicicleta a donde sea que tenga que ir para encontrar mi billetera.

Descompensado por la noticia, me dirijo tan rápido como puedo al museo. Pero no sé por qué estoy yendo para allá. Recuerdo claramente haber pagado la entrada con efectivo, haber recibido el ticket, y haber guardado la billetera en mi bolsillo.
Y dado que no volví a pagar nada después de eso, todo esto indica que la billetera se cayó de mi bolsillo mientras trotaba. Quién sabe dónde.

En otras palabras, estoy yendo al museo sólo para que la señora de la entrada me mire con cara de pena y me diga que no tiene lo que busco.

Llego al museo, y me encuentro con un escenario completamente distinto al que estaba imaginando. Hay al menos ocho mujeres en la recepción, y cuando abro la puerta, todas ellas me miran al mismo tiempo con cara de sorpresa. Una lanza un grito, y las demás se ponen a celebrar como si hubieran visto al equipo de fútbol de Armenia meter un gol en el Mundial.

«¡Sabemos dónde está tu billetera!», me grita una en inglés. Mientras tanto, otra salta de alegría, y otras dos se abrazan.
¿Cómo puede ser que estén tan felices?

No entiendo lo que está pasando. Estoy 100% seguro que la billetera se me cayó en la calle.

Una de las mujeres se sienta en su escritorio, y saca un papel de su cajón. Hace un llamado hablando en armenio, y después procede a explicarme todo.

Efectivamente, mi billetera se cayó en la calle. Y no tenía información de contacto. Pero había esperanza. La billetera tenía un solo pedazo de información que la persona que la encontrara pudo usar para buscarme, en el cual no había pensado.

El ticket del museo.

Un tipo de mi edad que iba con su novia caminando por la calle encontró la billetera, y llamó al museo para dejar su número en caso de que yo apareciera.

Me siento en una silla, con todas las mujeres de la recepción mirándome con una sonrisa. Estoy aliviado, pero a la vez no me siento bien. Todavía no me recupero de los nervios.
Diez minutos después, nos reunimos, y el tipo con su novia me entregan la billetera intacta. Estoy tan sorprendido por todo lo que ha pasado los últimos treinta  minutos, que ni siquiera salen las palabras de mi boca para ofrecerle recompensa. Finalmente, respiro lentamente y le pregunto cómo puedo pagarle.

Me dice que por favor no le dé nada.

Antes de irme del museo, las mujeres me dan una clase sobre cómo guardar la billetera correctamente en el bolsillo para que no se me caiga. Me dicen, además, que no puedo ser tan distraído como para que se me pierda la billetera siendo que el short que llevo puesto tiene cierres en los bolsillos.

Vuelvo a la calle, camino al taller a pagar el arreglo de la bicicleta.
Mientras voy pedaleando, sólo pienso en una cosa:
¿Qué tan bueno tiene que ser un tipo como para encontrar una billetera, hacer todo lo posible por encontrar al dueño, hacer él la caminata para devolverla, y entregarla sin pedir nada a cambio?

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Juan Pablo Toro
Juan Pablo Toro

Autor deportista nómade

Me dio apendicitis…en Armenia

Si hay algo que me daba miedo antes de partir mi viaje en bicicleta, era tener alguna enfermedad que me dejara hospitalizado en un país extranjero.

Y bueno, pasó.

Jueves 4 de Noviembre. Llevo ya una semana en Yereván, la capital de Armenia, esperando que la Embajada de Irán me de mi visa.

Lo bueno es que no tengo apuro. La gente del hostal es muy simpática, y logro hacerme buenos amigos de distintos países. Todos los días hacemos algún tipo de paseo, y en las noches tomamos cerveza y jugamos ajedrez.

Lo único que me tiene preocupado, es un dolor de estómago. No es fuerte, pero constante. Estoy pensando si ir o no a la clínica a revisarme. A ratos creo que si voy sería un poco paranoico.

Me decido por hablar con los del seguro. En pocos minutos, consiguen que una doctora hable conmigo vía Whatsapp. Me hace varias preguntas, y yo le respondo que no tengo otros síntomas además que dolor. A todo esto, no puedo evitar sentir que hacer una consulta médica por Whatsapp es la actividad más negligente en la que he participado.

Al final de la conversación, la doctora me dice que no tengo nada. Pero no le creo.

Mi «atención médica» por Whatsapp fue la doctora enviándome esta imagen y pidiéndome que dibuje dónde me duele

Al día siguiente voy caminando al hospital más cercano. Durante todo el trayecto me siento como la persona más exagerada del mundo. Nadie va al hospital por un dolor tan suave. Lo bueno, es que una vez que me hagan un examen, podré volver a mi vida tranquilo.

Me atiende un doctor pelado y con cara de villano ruso de las películas, que se niega a mirarme a los ojos. Además, no habla inglés. Me manda a hacer un ultra sonido, y ya con los resultados en mano, y con otro doctor que ayuda a traducir, me explican las malas noticias.

Apendicitis.

Mierda.

¿Puede ser peor? Sí.

Hablo con los del seguro, y me dicen que si bien ellos supuestamente cubren $75.000 dólares de operaciones por enfermedades graves, no protegen contra apendicitis. La operación sale $500.000 pesos chilenos, el equivalente a un mes de viaje.

No tengo tiempo ni para pensar, ni para decidir. Me llevan a hacer todos los exámenes necesarios, y en menos de una hora una pobre enfermera de avanzada edad me está afeitando las bolas y las piernas para poder operarme (totalmente innecesario). Y treinta minutos después de eso, me están operando mientras estoy dormido. Con suerte alcanzo a avisarle a mi familia, que obviamente están de infarto.

Despierto en la sala post operación. Desorientado. Asustado. Tengo un dolor terrible en el abdomen. A ratos pienso que se aprovecharon de mí y me sacaron un riñón. ¿Cómo puede ser que la operación del apéndice duela tanto? Seguramente habían hecho algo más.

Me llevan a mi pieza. Hay dos camas, pero estoy solo. Estoy tan cansado, que me paso todo el resto de la tarde durmiendo. Van 24 horas sin comer nada.

Yo post operación

Al día siguiente se pone más emocionante. Primero me dan un yoghurt luego de 37 horas sin comer. Luego, llega a mi pieza un armenio de 43 años, que tiene un problema en la rodilla y lo van a operar. Lo acompaña su señora. Son simpáticos, pero no hablan inglés.

Nuevamente paso la tarde solo, esperando a que vuelva mi compañero de pieza después de la operación. Levantarse de la cama para ir al baño es todo un desafío, y cada vez que camino con esa bata de operados siento que ya no tengo respeto por mí mismo. La enfermera que me trata viene poco y nada a verme, y cada vez que hace algo con jeringas me duele y me hace sangrar. Es tanto lo nervioso que me pone, que empiezo a desarrollar un miedo por las agujas (espero que con el tiempo se me pase).

Vuelve mi compañero, y nos pasamos el resto de la tarde haciéndonos compañía, pero sin hablar. Intentamos comunicarnos precariamente con las manos, y lo poco que logramos entender se aprecia mucho. Su señora se queda sentada en una silla que mira hacia mí, lo cual me pone nervioso, ya que estoy hecho un desastre.

Tipo 9 de la noche, me dan ganas de ir al baño. Hago el mismo movimiento de siempre para ponerme de pie, pero esta vez, no sé por qué, no logro pararme a la primera. En resumen, quedo con las piernas abiertas y al aire por al menos diez segundos, apuntándolas en dirección a la señora del armenio.

¿El problema?

Que no llevo calzoncillos.

La pobre mujer (y probablemente también el armenio) pasaron al menos diez segundos viéndolo todo. Tuvieron suficiente tiempo para analizar en detalle y medir al ojo cuál de mis dos testículos cuelga más bajo.

A duras penas logro pararme y me tapo de inmediato con la bata, pero sé que no hay vuelta atrás.

He perdido mi dignidad.

Entro al baño, y no paro de reírme. Siento un dolor terrible en el abdomen debido a la agitación. Trato de pensar en eventos tristes de mi pasado sólo para parar de reírme, pero no hay caso. Tengo miedo de que mis tripas exploten y me muera ahí, en el baño del hospital de armenia, de la risa.

Una vez calmado, vuelvo a la cama y me quedo dormido. No me atrevo a mirar a los otros dos debido a la vergüenza.

A la mañana siguiente despierto de un salto por un ruido demasiado fuerte. Fue como un escopetazo. Pero resulta no ser un escopetazo; es la flatulencia más potente de todos los tiempos. Miro hacia el lado intentando entender lo que está pasando, pero veo que mis compañeros habían puesto una sábana para taparse.

No hay mucho que adivinar. El armenio, a falta de poder caminar, se vio obligado a cagar en su propia cama.

Pobre tipo. Yo estoy mal, pero al menos puedo ir al baño en privado. Ni me imagino lo difícil que debe ser cagar en tu cama, con un desconocido en tu pieza y con tu señora ayudando a que te limpies el culo.
Y por cierto, ¿Hay otra demostración más grande de amor que limpiarle el culo a tu pareja?

El resto del día pasa volando. Me dan de alta, y preparo mis cosas para irme.

Antes de salir de mi pieza, me despido por última vez del armenio. Nos miramos a los ojos, y sonreímos.
Soy capaz de leerle la mente.
Hay más que amistad entre nosotros.
Existe un lazo extremadamente potente entre dos hombres que perdieron toda su dignidad en menos de un día.
Ya no hay nada que ocultar entre nosotros, literalmente.

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Juan Pablo Toro
Juan Pablo Toro

Autor Deportista Nómade