Hay tres beneficios y un gran problema de viajar con bajo presupuesto diario.
El primer beneficio de viajar con bajo presupuesto es que tu viaje dura más. Obvio. Si tienes ahorrado mil dólares y tu gasto diario es de cien, tu viaje dura diez días. Si tienes ahorrado mil dólares y tu gasto diario es de diez, tu viaje dura cien días.
El segundo beneficio es que viajar con bajo presupuesto te enseña a vivir bien con poco. Aprendes a ser consciente de tus gastos, y te la piensas dos veces antes de comprar algo que sabes que no necesitarás. Además, aprendes a estar cómodo a pesar de que duermes en una carpa o en un hostal barato, sin ningún tipo de lujos.
Si por cualquier motivo en un mal momento de tu vida llegas a perder todas tus posesiones materiales, te sentirás un poco más preparado para enfrentar la situación, en comparación con nunca antes haberte puesto en una situación de saber vivir bien gastando poco o nada.
El tercer beneficio de viajar con bajo presupuesto es que aumentan las aventuras.
Si tu presupuesto diario es de doscientos dólares al día, tienes un incentivo enorme a dormir en una pieza privada todos los días. ¿Cómodo? Sí. Pero no te pasará nada digno de recordar.
Si tu presupuesto diario es de quince dólares al día, estás obligado a buscar un lugar donde dormir sin tener que pagar. Esto te da de inmediato una ola de incertidumbre, y las emociones se van acentuando a medida que se acerca la noche.
A veces, terminas acampando en un lugar increíble. Un bosque o un desierto que jamás habrías conocido si es que hubieses tenido la disposición a pagar por ese hotel caro.
Otras veces está lloviendo fuertísimo, y sabes que si acampas en la intemperie lo vas a pasar mal. Entonces tocas la puerta a una casa a orillas del camino. Te abre la señora Juanita. Le preguntas si hay algún lugar con techo o una bodega donde puedas armar tu carpa de forma segura. La señora Juanita termina invitándote a alojar. Te duchas, te presenta a su familia, comen juntos, y te prestan una cama. Terminas quedándote con ellos por días, porque te llevas increíble con ellos.
No puedes creer la bondad de esta gente. ¡Tú sólo querías un techo para protegerte!
El gran problema de viajar con bajo presupuesto es que tienes un incentivo a ser tacaño.
Si tienes un presupuesto de diez dólares al día, no hay mucho espacio para ir al supermercado y comprarle vino y chocolate a la señora Juanita a modo de retribución. A veces puedes llegar a sentirte mal porque una persona te dio muchísimo, y tú en cambio no le estás dando nada de vuelta. Entonces ofreces a ayudar un poco en la casa o en la huerta, pero aun así esta ayuda no se siente suficiente como para pagar de vuelta todo lo que esta gente hizo por ti.
Dicho todo esto, acá va mi propuesta: sin importar si tengas muchos o pocos ahorros, elige viajar con un presupuesto diario bajo, pero sin incluir en ese presupuesto lo que invitas a otras personas.
Si tu viaje dura menos porque todos los días estabas dándole comida a los demás, vale la pena.
Meses atrás estuve conversando con Nicolás Marino, un amigo de Argentina que ha viajado por todo el mundo en bicicleta.
Como él tiene 43 y yo 26, aproveché de hacerle muchas preguntas sobre cómo lidiaba él con las preocupaciones que tengo actualmente sobre mi futuro.
Una de esas preguntas fue la siguiente:
¿Fue difícil para ti volver a la vida cotidiana después de tantos años de viaje?
Con esta pregunta, yo me esperaba que Nico me diría que sí, que después de años de libertad máxima y aventuras increíbles, al volver a la vida cotidiana se sintió como un hámster atrapado entre un departamento enano y una oficina, solo que en lugar de agitar el corazón corriendo en una rueda, subiéndose a una bicicleta de spinning.
Sin embargo, Nico me respondió lo siguiente:
«No, porque trato de que las circunstancias externas no determinen mi bienestar. Si solo puedo sentirme realmente feliz cuando los tiempos son buenos, cuando puedo hacer lo que realmente amo, que en mi caso es viajar, entonces estoy condenado. La vida simplemente no funciona así. Mi felicidad no puede depender de que las cosas salgan como yo quiero, porque en algún momento saldrán mal. Es inevitable. La certeza es una ilusión, todo es transitorio. Entonces, creo que es muy importante para mí valorar las cosas buenas de la vida, lograr una sensación de bienestar en cualquier lugar y en cualquier momento. No siempre es fácil. Es un ejercicio diario y un trabajo duro. Se necesita enfoque, dedicación y determinación, pero creo que vale la pena. Creo que es mejor que vivir en ciclos extremos de felicidad o miseria, estar contento o profundamente insatisfecho, y ser arrastrado arriba y abajo brutalmente como una muñeca de trapo por los cambios aleatorios que la vida nos presenta.»
La respuesta de Nico me llamó la atención. Como típico mal oyente que no es capaz de retener toda la información que le dicen, tuve que simplificar su mensaje para que se me quede grabado:
Aprender a estar bien sin importar dónde esté, o con quién esté, o qué es lo que esté haciendo.
Tiene sentido.
Acudir a nuestra propia mente para mantener la calma y alegría, sin importar lo que esté pasando en el exterior.
Sin importar si tenemos una mansión o si llevamos meses viviendo en una carpa, estar bien.
Sin importar si tenemos pareja o estamos solteros, estar bien.
Sin importar si hay sol o si nos está mojando la lluvia, estar bien.
Sin importar si estamos viajando por Nepal o si estamos encerrados en la cuarentena por el Covid-19, estar bien.
No buscar que salga todo perfecto. Eso provoca falsas expectativas y decepción.
Aceptar la situación en la que estamos, sea buena o mala.
Evaluar qué está en nuestro control, y qué no.
Aprovechar al máximo nuestras vidas, dada la situación y las limitaciones de cada momento.
Entrenar la mente para saber estar bien, sin importar dónde, con quién, y qué es lo que estemos haciendo.
Es muy fácil decir que un viaje te cambia como persona, sin entrar en detalle.
Es una frase comodín que los viajeros dicen cuando vuelven a sus casas.
«Este viaje me cambió la vida».
¿Te cambió realmente? ¿O volverás a ser el mismo poco después de volver?
Personalmente, viajar en bicicleta y hacer trekking durante los últimos catorce meses me ha cambiado, pero a la vez no.
Me explico.
Salud
En cuanto a salud, estoy mucho mejor que cuando empecé el viaje. Mejor estado físico en general. Tengo más resistencia aeróbica, más fuerza en las piernas, menos dolores, y más energía.
Con más energía no me refiero a que ando corriendo y gritando a todos lados. No. Simplemente me canso menos. Casi no siento sueño. No recuerdo la última vez que sentí la necesidad de dormir una siesta.
Ojo, no estoy diciendo que tengo un estado físico de atleta profesional. Me encantaría poder afirmar eso, pero estaría mintiendo. Simplemente estoy mejor que antes, lo cual hace sentido si tomamos en cuenta que durante los últimos catorce meses llevo un total de 16.500 kilómetros de bicicleta y 350 kilómetros de trekking.
Pero todos estos beneficios de salud que he ganado se perderán pocas semanas después de terminar el viaje, cuando deje de moverme por tantas horas al día.
Mente
En cuanto a mente, también siento algunos cambios. Lo veo en los pensamientos que dan vueltas por mi cabeza, y en las emociones que siento en el día a día.
Creo que soy más fuerte de cabeza si me comparo a cómo era antes del viaje. Tengo más paciencia, me siento más cómodo con la incertidumbre, y soy menos reactivo cuando me pasan cosas malas. Tengo mayor capacidad para mantener la calma en momentos difíciles.
Y dado que ya he pasado por tantos problemas a lo largo del camino, tengo cada vez menos preocupaciones, porque sé, por experiencia propia, que es posible salir adelante de situaciones complicadas.
Por ejemplo, al principio del viaje me aterrorizaba la idea de que me operasen de urgencia en el extranjero. Y pasó. Y me recuperé. Ahora me sigue dando miedo, pero menos que antes.
Pero la fuerza de mente se pierde tan fácil como el estado físico. Apenas termine mi viaje y entre en una rutina más cómoda y segura, volveré a ser como en el inicio. Se necesita exposición constante a situaciones difíciles para mantenerse fuerte.
Y creo que soy más social, pero probablemente es una ilusión. Pongo en duda que ahora soy más valiente para acercarme a otras personas a conversar comparado con antes del viaje. Pero al mismo tiempo, he conocido más gente que nunca. Creo que esto se explica debido a que todos mis días son distintos, y a que al resto de la gente le interesa acercarse a un ciclista sucio y con una bicicleta llena de alforjas, porque da la impresión de que tiene alguna que otra historia para contar.
Entonces, tanto en mi estado físico como en mi mente he visto mejoras temporales, que se perderán apenas termine de viajar. Y no creo ser más sociable.
A eso yo no lo llamaría «cambio».
¿Hay algún cambio permanente?
Sí. Mi visión del mundo.
Antes de viajar fuera de Chile tenía mi propia idea de lo que es «normal». Pero esa concepción de lo «normal» estaba moldeada por el año que nací, el lugar donde me crié y la gente con la que interactué. Esos tres factores crearon los lentes con los cuales observo este mundo, distorsionándolo todo.
El año que naciste, el lugar donde te criaste y la gente que te rodea determinan tu forma «normal» de vestir, la forma «normal» de comportarse, lo que te parece atractivo y lo que no, las actividades que te apasionan, la música que te gusta, tus creencias religiosas, ¡Y hasta tu sentido del humor!
Pero después vas a India, o Irán, o Omán, o cualquier lugar exótico del mundo, y te das cuenta que por allá todo lo que ellos hacen te parece completamente extraño.
Para ti no es normal. Pero para ellos sí.
Y te das cuenta, también, que hay algunas costumbres de ellos que te hacen mucho más sentido que las que tú tienes. Costumbres que te gustaría adoptar en tu vida cotidiana.
Quizás en tu vida cotidiana lo «normal» es aspirar a tener una casa grande y un auto nuevo, porque todos creen que eso es necesario para una buena vida. Pero después vas a Burundi, el país más pobre del mundo, y ves que la gente no tiene nada de eso, y aún así sonríen más que cualquier persona con un auto último modelo. Y te empiezas a preguntar qué tan importantes son las posesiones materiales para determinar una buena vida. Quizás es más importante enfocarse en aquellos que nos rodean y en nuestras acciones del día a día, y no en lo que tenemos.
Quizás en tu vida cotidiana lo «normal» en una comida es que cada uno se sirve un plato y se sientan en la mesa a comer con cuchillo y tenedor. Pero después vas a países como Omán, donde se sirve una única bandeja con el plato principal, y todos se sientan en el suelo alrededor de esta bandeja a comer sin cuchillo ni tenedor. Y como es un único plato para todos, estás obligado a compartir.
Mientras más viajas, más vas descubriendo de otras culturas que tienen su propia idea de lo «normal».
Poco a poco empiezas a entender que «normal» es un concepto ambiguo, y que efectivamente es posible adoptar lo que te gusta de otras culturas, y a la vez rechazar lo que no te gusta de tu propia cultura. Poco a poco empiezas a diseñar una vida a tu medida.
Viajar te ayuda a tener una perspectiva más amplia sobre todos los aspectos que influyen en tu vida. Esa perspectiva te ayuda a observar nueva información sin juzgar. A tratar de entender a personas que son distintas a ti, con curiosidad y sin criticar de antemano. A crear tu propia idea de lo que necesitas para vivir bien.
Quizás no he cambiado casi nada. Quizás voy a perder el estado físico y la fuerza de mente que tengo actualmente, pero no importa.
Me contento con saber que mi visión del mundo es un poco más amplia comparado con la que tenía antes de partir, y eso me ayuda a vivir mejor.
Mantener al día un diario es el mejor recuerdo que puedes llevar de vuelta a casa al final de un viaje. Es un disco duro de tu memoria. Podrás volver a leerlo años después, y sentir como si te estuvieses teletransportando de vuelta a tus aventuras pasadas.
Entiendo que para mucha gente escribir un diario mientras se viaja puede ser un desafío sorprendentemente difícil. Lo que esta gente no sabe, es que hay algunos ejercicios y tips fáciles de aplicar para que escribir a diario sea más entretenido, o por último menos tedioso.
A continuación, te comparto todos los que sé:
¿Qué tan seguido escribir?
Te recomiendo escribir todos los días, como si fuera una actividad sagrada. De este modo, estarás asegurándote de que tu memoria esté fresca mientras describes cada experiencia.
Hay veces que, por diversas razones, no escribo por uno o dos días. Cuando vuelvo a escribir para ponerme al día, suelo olvidar momentos que valía la pena dejar en papel.
¿En qué momento del día escribir?
La clave está en lograr que escribir sea fácil.
En mi caso, aprovecho los tiempos muertos. Esos tiempos del día en los que no hay nada que hacer. El 90% de las veces que escribo es mientras espero la comida en un restorán.
¿Qué escribir? 8 ejercicios
1)Descripción detallada de cada día.
Para que el relato salga mejor, y disfrutes de leerlo en tu futuro, acá van tres tips fáciles de aplicar:
I)No sólo mencionar los hechos, sino describir qué sentías y qué pensabas en cada momento.
II)Describir el relato en momento presente: esto te ayudará a entrar en la historia con más facilidad cuando vuelvas a leer tu diario.
III)No cambies tu vocabulario. Utiliza las palabras con las que hablas cada día. Te parecerá más natural.
2)Resumen de sensaciones inolvidables.
Al final de cada mes, vuelve a leer lo que escribiste y a continuación describe un listado con todas aquellas sensaciones que no quieres olvidar jamás. Tanto buenas como malas.
Cómo se te puso la piel de gallina cuando viste el Taj Mahal por primera vez.
La tensión que sentiste cuando un gitano te intentó robar en Jaipur.
La sorpresa que te llevaste cuando viste gacelas en el desierto de Emiratos Árabes Unidos.
Esa puesta de sol en Omán que te hizo agradecer al universo.
Lo desesperado que estabas después de 24 horas de viaje en bus camino a Varanasi.
La peculiar combinación de calma y nervio que sentiste cuando viste por primera vez a un león.
Etc.
3)Listado de preocupaciones actuales
Cada vez que sientas ansiedad o un exceso de preocupación, escribe un listado de todas las preocupaciones y miedos que tengas en tu cabeza, por más irracionales que estos sean. Descubrirás algunos resultados interesantes:
I)Inmediatamente te sentirás un poco más calmado cuando te des cuenta que algunas de tus preocupaciones no tienen sentido. A veces, es necesario escribirlas en papel para darnos cuenta de ello.
II)La gran mayoría de tus preocupaciones y miedos nunca terminan ocurriendo. Con el paso del tiempo, puedes volver atrás y decir «No puedo creer que me preocupé tanto por incendios forestales en Turquía que nunca vi».
4)Listado de pensamientos
Describe todo lo que está pasando por tu cabeza, sea bueno o malo. Te sorprenderás por lo compleja y enredada que puede llegar a estar tu mente.
Puedes estar tranquilo, y a la vez inquieto.
Feliz, y a la vez insatisfecho.
Alegre por algunas cosas, y a la vez triste por otras.
Puedes estar bien acompañado, y aun así sentirte solo.
O estar solo, y aun así sentirte bien acompañado.
Puedes estar en paz en medio de una situación caótica. O puedes sentir ansiedad cuando todo te está saliendo bien.
Lo que sea que escribas, te ayudará a conocer más de ti mismo/a. Tendrás un retrato de tu mente en cada momento, y podrás analizar cómo tus pensamientos van cambiando con el tiempo.
5)Listado de cosas por las que estás agradecido/a
Como seres humanos, tendemos a enfocarnos en aquello que nos falta.
Hacer un listado de cosas por las que estás agradecido/a puede ayudar a darte cuenta que es mucho más lo que tienes, comparado con lo que no tienes.
Puedes agradecer por cosas pequeñas, tales como que el café que estás tomando está rico.
O puedes agradecer cosas grandes, como que el día está bonito.
Puedes agradecer por cosas que das por sentado, como lo valioso que es tener agua y comida.
O puedes agradecer por cosas que naturalmente te sientes agradecido, como el hecho de que tienes gente que se preocupa por ti en tu vida.
Algo que me encanta mencionar en este listado, es agradecer por aquellas cosas malas que NO tengo. No tengo mala salud, no tengo problemas mentales, no tengo las narices tapadas, el cambio climático todavía no es suficientemente desastroso como para matarnos a todos, etc.
6)Ideas para el futuro
Describe, sin límites de ningún tipo, cómo es un futuro perfecto para ti en un plazo de 6 meses, un año, y cinco años.
¿En qué trabajas?
¿Tienes familia?¿Cuántos hijos tienes?
¿Dónde vives?
¿Con quiénes te juntas?
¿Qué has logrado, que te hace sentir orgulloso?
Con el paso del tiempo, podrás ir comparando cómo tu futuro ideal va cambiando. Qué es lo que se va eliminando, y qué es lo esencial que siempre se repite.
7)Describe cómo es un país antes de visitarlo
¿Cómo es su paisaje? ¿Su gente? ¿Su comida? ¿Su música? ¿Sus ciudades?
Descríbelo tan detallado como puedas.
Esto te ayudará para comparar tu visión del mundo con el ejercicio siguiente.
8)Describe todo lo que te impresiona de un país, una vez que ya lo visitaste.
Menciona todo aquello que te tomó por sorpresa, por más minúsculo o extraño que esto sea.
Te sorprenderás cómo cambia la imagen que tienes de un país una vez que lo visitas.
En resumen, no planificar te ayuda a mantener las expectativas bajas, a dejar que las cosas fluyan, a adaptarte a eventos inesperados, y a estar en el momento presente. Una combinación perfecta para tener momentos inolvidables.
Menos planes llevan a más aventuras.
Sin embargo, es difícil, por no decir imposible, tener absolutamente cero planes. Necesitamos tener un objetivo que nos ayude a levantarnos del sillón y empezar a movernos.
A continuación, haré mi mejor esfuerzo para explicar cómo lo hago para viajar planificando lo mínimo posible. Hay algunas reglas que me autoimpongo y que me ayudan a no elegir destinos que no me interesan.
¿El objetivo? Maximizar aventuras. Meterte a tí mismo/a en situaciones que jamás habrías imaginado. Asombrarte con lo nuevo en todo momento.
Mi método se divide en cuatro partes.
Parte 1: ¿Cómo elegir el país a visitar?
Que el país que visites cumpla con tres condiciones:
1)Que sepas poco y nada de él. De este modo, todo lo que harás y verás en este país será algo nuevo para ti.
2)Que sea tan distinto a tu país como sea posible. Esto te ayudará a maximizar sorpresas. ¿Eres latino? Asia y África son un buen punto de partida.
3)Que alguien de confianza te haya dicho que es interesante. Puede ser un amigo, un familiar, un escritor de libros de viajes, etc. Lo importante es que sepas que esta persona es aventurera, y no el típico turista que se saca la foto con las pirámides y después se va a comer un McDonalds en Cairo. **Puedes saltarte esta regla y así maximizar aventuras. Pero personalmente me gusta usarla como punto de partida. ¿Podría tener aventuras en Paraguay, país del cual no sé nada al respecto? Sí, pero un par de viajeros me dijeron que era aburridísimo. Así que prefiero no ir, y elegir otro país más interesante.
En mi caso, para este viaje en bicicleta elegí como primer destino Turquía. Sabía poco y nada de Turquía, pero un primo viajero (loco como cabra) me dijo que era su país favorito. No necesitaba averiguar más. No le pregunté por destinos a visitar. Eso quería decidirlo yo cuando estuviese en Estambul.
Aparte de esas tres reglas, acá van tres tendencias generales (que no siempre se cumplen).
Mientras más desarrollado el país, mejor funciona todo, menor la probabilidad de aventura. Por el contrario, mientras menos desarrollado el país, peor funciona todo, mayor la probabilidad de aventura. Por ejemplo, un viaje en bus/tren por Francia es placer, y nada más que placer. Duermes como angelito. En cambio, un viaje en tren/bus por India puede ser una batalla campal que termina siendo uno de los recuerdos más memorables de tu viaje.
Mientras más famoso el destino, mayor desarrollo de la industria del turismo, menor la probabilidad de aventura. Por ejemplo, estoy escribiendo este artículo mientras descanso de la bici en Zanzíbar, Tanzania. Es una isla de playas paradisiacas llena de turistas aburridos, restoranes occidentales, y paseos en bote que te hacen quedarte dormido. Obvio que es entretenido hacer un poco de snorkelling, ¿pero tener una aventura inolvidable? Difícil. Tendría que hacer un esfuerzo para encontrar algo inesperado.
Mientras más pequeño y desconocido sea el pueblo, más abierta es la gente a conocer visitantes, mayor la probabilidad de aventura con esa gente. Por lo general, cuando pasas en bicicleta por un pueblo no turístico, todo el mundo te quiere conocer. Puedes terminar en cumpleaños de extraños, o hasta incluso en matrimonios iraníes!
Cómo no elegir un destino
1)No elijas visitar la región de un país que está en guerra o con rebeldes, por más aventurero que esto pudiese llegar a sonar. No se tú, pero me parece de muy mal gusto ser un turista que se está sacando selfies en la plaza del centro de Kiev, Ucrania, mientras todos los locales están escapando del bombardeo ruso. Créeme cuando te digo que sé de muchos viajeros que se han metido a países en medio de una guerra.
2)No elijas un país sólo para decir que estuviste ahí, o para la foto de Instagram. Antes de elegir un destino que te interesa, pregúntate lo siguiente: ¿Iría a este lugar si no pudiese tomar fotos ni contarle nunca a nadie que estuve aquí?
Parte 2: ¿Cómo elegir un medio de transporte para maximizar aventuras?
Como dije antes, un viaje en tren/bus por la India puede ser una aventura inolvidable. Pero no es nada comparado con la aventura que puedes tener si te mueves en un medio de transporte propio.
Tu medio de transporte puede ser una bicicleta, o tus propios pies, o una moto, o un kayak, o un auto, o hasta incluso un monociclo. Hay muchas opciones.
Personalmente, prefiero la bicicleta porque me gusta el ritmo que tiene. Pero si no pudiera elegir la bicicleta, optaría por un medio de transporte que exija esfuerzo físico de mi parte, y que también me lleve a estar expuesto a la intemperie (eso significa descartar la moto y el auto). Cada uno con su gusto.
Parte 3: ¿Solo, o con compañía?
Me atrevo a afirmar que viajando solo estás más expuesto a tener aventuras. Si no quieres ser un ermitaño antisocial, estás obligado a conocer a los locales. Y puedes seguir tu propia curiosidad con libertad absoluta. Sin embargo, si eliges viajar con un compañero/a que está más loco/a que tú, las aventuras se pueden multiplicar. Nunca viajaría en un grupo de más de tres personas.
Parte 4: Una vez que ya estás en el país, ¿Cómo elegir qué hacer?
Averigua un par de lugares que te interesen de este país, y fíjalos como objetivos a visitar. Mientras más lejos, mejor.
Una vez que elegiste el próximo destino, olvídate de él. No es relevante. Tu trayecto para llegar a este destino será la verdadera aventura.
Cuando llegué a Estambul, le pregunté al dueño del hostal acerca de lugares bonitos por visitar en Turquía. Me dijo que el sur era lo mejor, así que pasé diez días pedaleando mil kilómetros hasta llegar a las playas del mar mediterráneo. Diez días en los cuales todo lo que hacía y veía era inesperado. Disfruté de las playas cuando llegué al destino, pero lejos lo mejor fue el camino para llegar a ellas.
Una vez que me aburrí de las playas, tenía que fijar otro objetivo. Esta vez elegí Cappadocia, quinientos kilómetros en dirección Nor-Este. Quinientos kilómetros de los cuales no sabía nada al respecto. Quinientos kilómetros de aventuras.
Post Cappadocia, elegí Trabzon. Lo curioso de Trabzon, es que ni siquiera me dijeron que era interesante. Sólo fui porque no tenía dónde más ir, y porque quería ver con mis ojos el Mar Negro (que es bien oscuro, qué quieres que te diga). Elegir Trabzon como destino me llevó a pasar doce días cruzando incontables montañas, y quedarme en la casa de una familia turca por tres de esos doce días.
Creo que se entiende el punto. Llevo ya ocho meses eligiendo destinos de los que sé poco y nada al respecto. Lo único que importa, es que el punto A y el punto B estén bien separados, con tal de asegurarme pasar la mayor parte de mi tiempo moviéndome por lugares desconocidos y no turísticos.
Bonus: otros cuatro consejos cortos que ayudan a maximizar aventuras
1)Nunca reserves alojamiento. Llega al lugar, y ahí decides qué hacer.
2)Nunca reserves un ticket de avión con meses de anticipación. Te limita.
3)Para moverte de punto A al punto B, usa alguna aplicación que cree la ruta por ti. De este modo, no tienes que averiguar sobre el camino, y estarás maximizando sorpresas. Sólo asegúrate que no estés cruzando un lugar peligroso. Yo uso Komoot, pero hay otras como RidewithGPS y Maps.Me (gratis).
4)Lleva contigo todo lo que necesites para acampar.
Aparte de maximizar aventuras, otro objetivo muy interesante de viajar puede ser aprender de otras culturas.
No te preocupes. Lo quieras o no, esta forma de viajar buscando maximizar aventuras te obligará a conocer en detalle la cultura donde estés. Vivirás con la gente local, aprenderás su idioma, comerás con ellos, escucharás su música, y hasta incluso terminarás comportándote un poco como ellos.
Para terminar: intenta viajar tan lento como puedas. Esto te ayudará a entrar en detalle en el lugar donde estés, y tener más aventuras.
Si tienes tan sólo un par de semanas antes de volver al trabajo, quédate en un solo lugar, idealmente no turístico.
Por ejemplo, tengo un amigo que tenía un mes para recorrer Irlanda. En ves de andar moviéndose apurado a cada rincón del país, fue directo al pueblo donde nació su abuela, donde no conocía a nadie. Para cuando terminó el mes, se encontraba siendo alzado por los aires en medio de una fiesta de todo el pueblo, ya que el equipo de fútbol local ganó la liga por primera vez en veinte años! Estoy seguro que ese momento no se le olvidará jamás.
Todas las anteriores son respuestas válidas a esta pegunta. Pero si te soy sincero, estos son más que nada efectos secundarios que resultan de viajar. No son la respuesta a por qué me gusta la vida del viajero.
La verdadera respuesta a por qué me gusta tanto viajar es extraordinariamente simple: Me encanta viajar porque me gusta la persona que soy cuando lo hago.
Me gusta cómo pienso. Cómo tomo decisiones. Cómo me relaciono con otros. Qué acciones tomo. Cómo es mi salud. Cómo es mi energía y estado de ánimo.
Prefiero mil veces cómo soy viajando, a cómo soy cuando estoy en Chile.
¿Por qué menciono todo esto?
Los seres humanos tendemos a pensar que nacemos con ciertas características positivas y negativas, y no hay mucho que cambiar. Que somos personas naturalmente aburridas, o tímidas, o inteligentes, o alegres, o impacientes, o aventureras, o lo que sea.
En realidad, el ambiente en el que estamos puede explicar gran parte de lo que creemos que somos.
Por favor, detente en la última oración. El ambiente que nos rodea influye cómo nos comportamos. ¡Piensa en cómo esto afecta nuestras vidas!
La razón por la cual te sientes infeliz cada día puede ser que te estás juntando con la gente incorrecta. Y la solución a este problema puede ser algo tan simple como empezar a juntarte con otros que te hacen bien.
La razón por la cual «eres una persona tímida e introvertida», tal cual lo has afirmado toda tu vida, puede ser que te estás juntando con personas que te tiran abajo todos los días y te hacen ver lo poco que eres. La solución puede ser algo tan simple como juntarte con gente que resalta tus valores, y no tus defectos.
La razón por la cual eres impaciente y te enojas todo el tiempo puede ser algo tan simple como que elegiste un trabajo que te tiene estresado todo el tiempo. Con el paso de los años, esa tendencia a impacientarte y enojarte se ha convertido en parte de tu esencia. No eres capaz de distinguir qué parte tuya es producto de tu ambiente, y qué parte es realmente tuya.
En vez de intentar cambiar como personas manteniendo nuestro estilo de vida, lo que podríamos hacer es cambiar nuestro estilo de vida, y como efecto secundario cambiar como personas. Cambiar nuestro ambiente por uno que nos convenga nos puede ayudar a convertirnos en esa persona que queremos ser.
Es difícil decirte a ti mismo/a «Quiero ser una persona aventurera», y de un momento a otro convertirte en esa persona. Es mucho más fácil hacer un trekking a las montañas, pasarlo bien, y como efecto secundario desarrollar ese espíritu aventurero que te hace explorar lugares desconocidos, bañarte en agua de glaciares, y caminar bajo una tormenta de nieve buscando al Yeti.
¿Quieres ser una persona más calmada? Múdate a vivir a la patagonia. Con el paso del tiempo te moverás por la vida como la tortuga de Kung Fu Panda.
¿Quieres ser una persona más paciente? Júntate con gente paciente. ¿O ándate a meditar con los budistas en la India?
¿Quieres ser una persona que le gusta el deporte? Contágiate juntándote con gente que sale a correr todas las mañanas.
Veámoslo desde otro ángulo:
¿Por qué aceptarías ese trabajo en una empresa donde la gente te parece aburridísima? A menos que tengas deudas y no lo puedas evitar, no tiene sentido. ¡Tarde o temprano te convertirás en esa persona aburrida!
¿Por qué te juntarías en esa gente que, con solo mirarles las caras, sabes que no te hacen bien?
¿Por qué insistirías en seguir compitiendo en un deporte donde tus rivales son tóxicos?
En mi caso, viajar es el cambio de ambiente que estaba buscando. Este estilo de vida me ayuda a acercarme a esa persona que me encantaría ser. Una persona con mayor perspectiva del mundo, más sociable, más aventurera, y otras características que me importa desarrollar. Por ejemplo: cuando estoy en Chile tiendo a buscar tener una rutina perfecta, sin sorpresas. Cuando estoy viajando, tiendo a buscar algo nuevo todos los días. ¿Podría buscar algo nuevo todos los días cuando vivo en Chile? Claro que sí, pero es muy difícil. Es mucho más fácil cuando viajo.
Estoy depositando toda mi confianza en que, si paso mucho tiempo viajando, adoptaré esta «personalidad viajera» que tanto me gusta a tiempo completo. Sin importar si estoy en Chile o en Siberia, tendré este espíritu viajero. Quién sabe si seré o no capaz de lograr esto, pero vale la pena intentarlo.
Elijamos esa actividad/ambiente que nos ayude a convertirnos en la persona que queremos ser.
A continuación, un ranking con los mejores viajeros que sigo gracias a esta maravilla llamada Internet. El número 1 vendría siendo el más inspirador de todos.
#14) Ryan Wilson
Si bien no he leído historias extraordinarias escritas por Ryan, este personaje está en mi ránking debido a las fotos que saca a lo largo de sus viajes. Son tan buenas, que dan ganas de agarrar una bicicleta e ir a explorar las montañas de los Andes. Acá está su Instagram. Y aquí está su página web. Este es su paso por Chile.
#13) KamranOnBike
Al igual que Ryan Wilson, Kamran entra a mi ránking gracias a sus fotos. Ha recorrido gran parte del mundo en bicicleta, incluído todo América. Este es su Instagram.
#12) Heike Pirngruber (Pushbike girl)
Heike es una mujer increíble. Ha viajado en bicicleta por todo el mundo, rompiendo con la creencia de que el mundo es muy peligroso como para que una mujer viaje sola. Y de paso, saca fotos increíbles. Ahora se encuentra caminando por América con su perro. De lo que más me gusta de ella es su humildad. Antes de empezar mi viaje le envié un mensaje por Instagram, y se dio el tiempo de contestarme y ayudarme. Este es su Instagram Y este es su blog: lleno de historias de viaje, entrevistas a otros viajeros y recomendaciones de equipo.
#11) Cyclofamily
Para los que tienen hijos y les gustaría viajar: les presento a la cyclofamily. Conocí a esta linda familia en mi paso por Irán. Quedé boquiabierto al ver que Rémi y Chiara eran capaces de viajar con sus tres niños menores a diez años, y a la vez pasarlo increíble. De ellos aprendí que, cuando se trata de viajar, no hay excusas para no hacerlo. Este es su Instagram.
Lorenz es un italiano loquísimo que se hizo famoso por andar en bicicleta por la región más fría del mundo (Yakutia, Rusia). El tipo es muy humilde y tiene una alegría que contagia. Este es su Instagram.
#8) Niels Jansen
Niels es un holandés que acaba de terminar de viajar desde el norte de Noruega hasta lo más al sur en Sudáfrica. Niels fue una gran inspiración para mí antes de empezar mi viaje, ya que si me preguntaran qué ruta es la que más me gustaría hacer en el mundo, yo respondo que es exactamente la que hizo Niels: andar en bicicleta por los países nórdicos, los balcanes, un poco del medio oriente, y África. Este es su Instagram. Debajo de sus fotos escribe historias muy entretenidas! Y este es su canal de Youtube. Graba unas tomas increíbles con su dron.
#7) Jonas Deichmann
Jonas es un atleta extremo que se dedica a hacer desafíos físicos viajando por todo el mundo. No te voy a nombrar todos los récords que tiene porque el listado es enorme, pero acá van tres de los logros que más me llamaron la atención: 1)Pedaleó 23.000 kilómetros de Alaska a Ushuaia en 100 días 2)Pedaleó 18.000 kilómetros Cape to Cape en 72 días 3)Hizo una triatlón alrededor del mundo (el equivalente a 120 IronMans): nadó todo el mar adriático, pedaleó por Rusia en pleno invierno, y trotó 5.000 kilómetros por México con un gorro de Forrest Gump. Te dejo este link a modo de ejemplo Este es su Instagram
#6)Lars Bengtsson (Lost Cyclist)
Lars es un sueco que ha dedicado su vida a viajar por todo el mundo andando en bicicleta, subiendo montañas y perdiéndose en medio de la nada. Aventura en todo su esplendor. Este es su Instagram.
#5) Iohan Gueorguiev
Lamentablemente, este viajero falleció el 2021 debido a problemas de salud provocados por apnea del sueño. Pero sus documentales en Youtube recorriendo lugares inhóspitos de América siguen estando disponibles para el mundo.
#4) Charlie Walker
Charlie es un explorador británico que hace unos años hizo un viaje de cuatro años por el mundo en bicicleta. Recorrió cerca de 70.000 kilómetros en bici, viajó con un caballo en mongolia, cruzó el desierto de Gobi caminando, entró ilegalmente al Tíbet, y recorrió parte la República Democrática del Congo en una canoa. Hace poco recorrió Papúa Nueva Guinea a pie, y lo arrestaron en Rusia. Tiene dos libros en donde relata sus cuatro años de viaje. «Through sand and snow» y «On roads that echo».
#3) Peter Gostelow
Pete es un Inglés que ha recorrido gran parte del mundo en bicicleta. Es una de las pocas personas que ha pedaleado por todos los países de África. En su Instagram tiene fotos e historias increíbles. Es la única persona a la que he disfrutado de revisar cada una de las fotos que ha publicado, hasta llegar al final de su perfil. En su blog relata su paso por África. Es como para sentarse un domingo en la tarde a leerlo entero!
#2) Nicolás Marino
Prepárense para el aventurero de los aventureros. Nicolás Marino es un Argentino que ha dedicado su vida a viajar por el mundo entero. Es la definición de viajero valiente. No sólo saca fotos increíbles, si no que escribe como ningún otro. Tiene el mejor blog con historias de viaje que conozco. Te pone la piel de gallina! Este es su Instagram Esta es su página Esta es una de las historias que escribió en su paso por el Congo
#1) Heinz Stücke
La leyenda de las leyendas. Heinz es un alemán que viajó por el mundo en bicicleta durante cincuenta años. Lo leíste bien. CINCUENTA AÑOS. Este señor es ya un anciano. Dejó de viajar porque sus piernas no aguantan más esfuerzo físico. No tiene Instagram ni Youtube, pero tiene una fan page en Facebook.
Acá va un pecado mortal en el que hemos caído todos a los que nos gusta viajar:
Fijarse como objetivo de viaje conocer un número de países.
Es un clásico.
Están los que no han viajado tanto, y te dicen «¡Quiero conocer cien países antes de los treinta!».
Y también están los que ya llevan años de experiencia, y se jactan porque conocen 150 países.
Número de países es un pésimo indicador para evaluar qué tan bueno es tu viaje. Te incentiva a apurarte, a recorrer poco de cada país con tal de pasar rápidamente al siguiente y al siguiente, y así aumentar tu número.
Tomas un avión a Paris, te sacas la foto con la torre Eiffel, visitas el Louvre, y listo, vas al siguiente país. ¡Ya puedes decir que estuviste en Francia! Haces caso omiso de que te perdiste visitar todo el resto de Francia. Todas las otras ciudades y pueblitos. Los campos, los Alpes, los lagos, ríos y playas maravillosas. Cada región en detalle. Obviamente nunca podrás conocer un Francia completa, pero te aseguro que se merece más que sólo tres días turisteando por París.
He escuchado gente que dice que ha estado en un país porque hizo escala en uno de sus aeropuertos. ¡Y ni siquiera salieron del Duty Free!
La gente que ya lleva años de viaje, sabe que la mejor forma de viajar es lento. Sin apuro. Es la única forma de entrar realmente a una cultura y hacer buenas amistades. Para lograr algo así, no puedes dejar que nada te apresure a cambiarte de país. Sólo te vas de un país cuando sientes que has tenido suficiente, o se te está acabando la visa.
Si insistes en que tu objetivo sea conocer cierto número de países, permíteme ofrecerte dos alternativas que lo mejoran un poco:
Alternativa 1: sólo cuenta en tu listado de países aquellos en los que has pasado más de un mes. Un mes sigue siendo poco para países como India, Rusia, Estados Unidos, China, etc, pero al menos es un punto de partida para no estar tan apurado todo el tiempo.
Alternativa 2: sólo cuenta en tu listado aquellos países en los que has adoptado parte de su cultura. Hay veces en las que pasas tanto tiempo en un país, que tanto tu comportamiento como tus gustos empiezan a cambiar. Empiezas a actuar como los locales y a preferir sus platos de comida y entretenciones. Eso puede ser un buen indicador de que has tenido una experiencia completa.
Imagínate lo libre que seríamos si no dependiéramos tanto de cosas materiales.
Imagínate lo libre que seríamos si no destináramos nuestro valioso tiempo a trabajar para comprar esas cosas que terminan descuidadas, abandonadas o guardadas en un baúl.
No sé si es necesario decirlo, pero está más que claro que cada uno de nosotros necesita de ciertas posesiones para vivir bien. Además de lo básico, como un poco de ropa para no andar en pelota por la vida, todos tenemos un listado de cosas imprescindibles para estar cómodos. Por ejemplo, mi vida se vería drásticamente afectada si no tuviera mi bicicleta para moverme con libertad, o mi teléfono para resolver problemas básicos.
El problema está en cuando pasamos ese mínimo de cosas para vivir bien, y empezamos a comprar y comprar sin control. ¿Te ha pasado?
Nos volvemos adictos a tener la última tecnología. A comprar la ropa que está de moda, y que en pocos meses nadie usará. Tener ese auto nuevo, que pierde 30% de su valor apenas sale de la tienda. Ese sillón ridículamente caro y que se ve bien en tu living, pero que nunca usas para sentarte.
No nos damos ni cuenta, y nuestras vidas gira en torno a nuestras cosas.
Nuestras conversaciones con amigos y familia son acerca de cosas que quieres comprar, o cosas que ya compraste y necesitas arreglar, o recomendaciones de cosas.
Gran parte de nuestro tiempo libre va dirigido a mantener o arreglar posesiones que se van desgastando con el tiempo.
Lo que ganamos gracias a nuestro trabajo va directamente a pagar esa tele o ese auto por el cual nos endeudamos.
Si nos roban algo, tenemos ganas de morir. Nos sentimos violados. Nos han quitado parte de nuestra identidad.
Y lo peor de todo: empezamos a creer que el único camino para estar satisfechos con nuestras vidas es a través de tener todas las cosas que deseamos.
El gran problema está en que el ser humano se acostumbra a todo. No importa qué tan genial sea el Iphone 28. Si lo compras, a los pocos días te acostumbrarás a él. Será tu nuevo estándar de cómo debe ser un teléfono. Y desde ahora en adelante, cada celular que uses tiene que ser al menos tan bueno como ese Iphone. De otro modo, serás infeliz. Te has convertido en un ser dependiente de esta nueva comodidad.
Yo me pregunto, ¿Cuántas veces nos tienen que decir que el dinero y las posesiones materiales no nos harán felices, para que dejemos de obsesionarnos por ellas?
Se han realizado estudios que demuestran que, una vez que ya tienes un mínimo de ingresos para satisfacer necesidades básicas (alimentos, educación para tus hijos, cobertura de salud, etc), ganar más en tu trabajo o tener más cosas no te hará más feliz.
¿Por qué no elegir un camino distinto?
Un camino minimalista, de sencillez material.
Un camino en el que hacemos un esfuerzo por vivir frugalmente. En el que hacemos un listado de lo mínimo que necesitamos, y nos mantenemos a él.
Un camino en el que somos libres de lo material. Y cuando digo libre, me refiero a libertad de deseo. Ni siquiera piensas un segundo en un auto nuevo, o una casa, o ropa de moda, o lo que sea. Porque sabes que hay asuntos más importantes en los que pensar y destinar tu tiempo.
Hay muchos beneficios de tener un estilo de vida minimalista. Mencionaré dos:
El primero, es que vivir con lo mínimo te da libertad financiera. Y libertad financiera te ayuda a ser libre en todo lo demás.
Querámoslo o no, a todos nos afecta el dinero. Es la fuerza que mueve al mundo. No tiene sentido tener una actitud de rechazo frente a él.
Lo único que podemos hacer, es tomar medidas para que el dinero no nos gobierne a nosotros.
La explicación es muy simple. Tu libertad financiera es igual a la diferencia entre lo que ganas y lo que gastas. En otras palabras, tu libertad financiera equivale a tu nivel de ahorros (que idealmente deberían estar invertidos correctamente).
Mientras más dinero ganes y menos gastes, tendrás más ahorros, y por lo tanto, tendrás más libertad financiera.
Como podrás ver, vivir con poco se enfoca en la parte de «gastar menos» de la fórmula. Al no endeudarte o comprar cosas que no necesitas, tus únicos gastos van dirigidos a cubrir las necesidades básicas. Todo lo demás que ganas se ahorra.
Si tienes un sueldo mensual de $5.000.000, y gastas esos $5.000.000 entre la hipoteca, tu auto y lujos innecesarios, no tienes libertad financiera. Estás viviendo al límite. Si dejas de ganar ese sueldo por un mes, estás en problemas. Perderás todas tus cosas.
Por otro lado, si tienes un sueldo mensual de $600.000, y eres capaz de vivir por $300.000, vas en buen camino para tener libertad financiera. Como ahorras la mitad de lo que ganas, por cada mes que pasa estás asegurando un mes de vida sin problemas, en el caso que pierdas tu trabajo.
No midas tu libertad financiera según cuánto tienes. Mídela según cuántos meses eres capaz de sobrevivir si dejas de trabajar.
Imagínate la libertad que te daría tener ahorros para sobrevivir seis meses.
¿Odias tu trabajo? Puedes elegir renunciar. Tendrás seis meses para encontrar otro más a tu medida. ¿Te gustaría reinventarte? Puedes darte seis meses para estudiar algo que siempre habías querido aprender, y empezar una nueva carrera profesional. ¿Necesitas un cambio? Puedes salir a viajar y tener una experiencia transformacional. ¿Problemas de salud? Puedes tratarte como corresponde.
Toda esa libertad surge de tu nivel de ahorros. De esa plata que elegiste guardar, en vez de gastar compulsivamente.
El segundo beneficio, es que vivir con poco te libera para enfocarte en lo que realmente es importante.
No destinas tiempo o atención a mantener cosas que ya tienes. Revisiones técnicas. Arreglos de la casa. Tu tiempo de trabajo no va dirigido a pagar deudas, o comprar cosas innecesarias. Cada minuto de oficina va dirigido a aumentar tus ahorros, lo cual te hará más libre. No estás dispuesto a destinar un solo minuto a hablar de cosas materiales con otras personas. Porque sabes lo valiosa que es tu vida.
Y por último, no deseas ni eres dependiente de nada. ¿No tienes un auto bonito? Bien, ni siquiera lo querías. ¿Te robaron la bicicleta? No importa, no estabas apegada emocionalmente a ella. Y tienes ahorros para comprar otra, ya que vives frugalmente.
Todo lo mencionado anteriormente te da tiempo y libertad en tu mente. Ahora puedes enfocarte en experiencias que enriquecen tu vida. Pasar tiempo con tu familia y amigos. Cuidar tu salud: hacer deporte, meditar, dormir, comer sano, etc. Sentarte a pensar. Salir a viajar. Pasar tiempo haciendo el hobby que tanto te gusta.
Por suerte, vivir con poco es una habilidad que se puede aprender.
Es entrenable.
Hay varias técnicas y ejercicios que podemos usar para acostumbranos a estar bien con poco. Te comparto alguna de mis favoritas:
Medir tus compras según horas de trabajo:
Supongamos que trabajas de 9 am a 6 pm. Nueve horas al día. 45 horas a la semana. 180 horas al mes. Supongamos, también, que tienes un sueldo de $600.000 al mes. Por cada hora que trabajas, ganas 600.000/180=$3.333.
¿Esa camisa que te encantó y que vale $25.000? Son 7,5 horas de trabajo. Casi una jornada laboral completa. ¡Un día de tu vida que jamás podrás recuperar!
¿Se te ocurrió comprar el Iphone nuevo por $1.000.000? Sin cuotas, son 300 horas de trabajo. 33 jornadas laborales completas. Con cuotas, mucho más.
¿Quieres comprar un auto de $5.000.000 para manejar al trabajo? Sin considerar que te va salir más de 5 millones debido al interés de las cuotas, ni el pago de la patente, ni el seguro, ni el gasto en bencina, estarás trabajando 166 días sólo para tener un medio de transporte a ese trabajo. Casi la mitad del año.
Cuando mides el valor de tus compras según horas de trabajo, empiezas a ser más frugal.
Te das cuenta que no necesitas esa camisa.
Te das cuenta que prefieres ir al trabajo en bicicleta.
Sé lo que estás pensando: «El cálculo está mal. A los dos años puedo vender mi auto de $5.000.000 por $4.000.000, y sólo habré gastado $1.000.000. Puedo ir a viajar con la reventa del auto». Primero, no dejemos de lado todos los otros gastos que conlleva un auto: seguros, impuestos, arreglos y bencina. Segundo, ¿qué es lo que harás con los $4.000.000 que ahora tienes? Usarás esa plata y parte de tus ahorros para comprarte un auto mejor, porque eres dependiente de esta comodidad. ¿Te imaginas lo doloroso que sería decidir que ya no necesitas un auto para estar bien? Sólo unos pocos logran hacer un cambio así.
Pero más que tratar de complicar el cálculo, lo importante es saber cuánto vale una hora de nuestro trabajo, con tal de saber cuánto tiempo gastamos en comprar cosas.
Medir tus compras según días de viaje que te estás perdiendo:
Esta técnica es para los amantes del viaje.
Supongamos que tu presupuesto para cada viaje que haces es de $15.000 pesos al día.
Siguiendo los ejemplos anteriores, una camisa de $25.000 equivale a 1,6 días de viaje.
Un auto de $5.000.000 son 333 días de viaje.
¿Te gusta comprar un café de $2.000 en el Starbucks todos los días? Son $730.000 al año, 1 mes y 18 días de viaje.
¿Te gusta ir a la disco todas las semanas y gastar $20.000 entre Uber, entrada, trago y bajón? Son $1.040.000 al año. Dos meses y nueve días de viaje.
El desafío de las 33 prendas
Simple, pero difícil. El desafío de las 33 prendas consiste en dejar en tu clóset sólo 33 prendas. Eso incluye toda tu ropa para todas las ocasiones, y zapatos.
Con el paso del tiempo te darás cuenta que no necesitabas todos esos pares de zapatos.
En mi caso, lo que hice fue dejar 33 prendas en mi closet, y guardar el resto en dos bolsas de basura. Una tenía ropa para regalar, y la otra era ropa que me gustaba y quería volver a usar más adelante.
Adivina cuál bolsa regalé.
Pensar dos veces antes de comprar algo
¿Viste algo en internet que te interesó?
En lugar de hacer una compra compulsiva, espera uno o dos días. Trata de imaginarte a tí mismo/a con esa cosa en tus manos. Recuerda que, sea lo que sea que compres, con el paso del tiempo te acostumbrarás.
Quizás te darás cuenta que en verdad no necesitas hacer la compra.
Un par de preguntas útiles antes de hacer una compra: ¿Me ayudará a cubrir necesidades básicas? ¿Me ayudará a tener buenas experiencias o crecer como persona? ¿Me ayudará a ser parte de una comunidad en la que quiero estar? ¿Lo usaré seguidamente? Si no es así, ¿puedo arrendarlo o pedirlo prestado?
Que no te pase que tengas un kayak lleno de telarañas en tu jardín.
Por último, el mejor ejercicio de todos:
Sal a viajar con carpa, saco de dormir y mochila.
Lo ideal es hacer una caminata de varios días en la naturaleza, o recorrer un país tercermundista. O ambas juntas.
Caminar por varios días en la naturaleza te obliga a viajar liviano. De otro modo, tu mochila es una cruz a cargar. Con el paso de los días podrás apreciar lo libre que te sientes al tener tan pocas cosas y aun así estar bien.
Viajar en un país tercermundista te abre los ojos. Conoces gente en el campo que vive con poco y nada, pero aun así se les ve inmensamente felices. Te hace preguntarte si una sociedad en la que tenemos todo lo que queremos es la respuesta que estábamos buscando para ser felices.
Entrenémonos para vivir bien con poco, voluntariamente.
Mi viaje en bicicleta por Omán me trajo un solo problema: fue demasiado perfecto. Tan perfecto, que no tengo historias para contar.
Verás, para poder contar una historia entretenida, es clave tener algo de conflicto. Un problema a solucionar. Algo que te haga pararte de la silla de los nervios. En Omán no tuve problemas, así que no tengo historias para contar.
Cuando digo que fue demasiado perfecto, no estoy exagerando.
¿Los paisajes? Lindísimos. Vas pedaleando por un desierto lleno de montañas, y cada ciertos kilómetros encuentras un pueblito con casas hermosas y llenas de palmeras, que generan un contraste perfecto.
¿La comida? Exquisita. Probé como veinte platos distintos, todos deliciosos. Y algo entretenido de la cultura omaní es que se come hasta el arroz con la mano. Para un occidental con manos torpes como yo, es todo un desafío.
¿La gente? Compiten con los turcos en el primer lugar de la gente más simpática que he conocido. Relajados. De buen corazón. Mi amigo Saeed, a quien conocí en Turquía, me invitó cuatro noches a su casa. Me llevó a museos, a restoranes, a que unos peces limpiaran mis pies, a bañarme en una poza en las montañas, a conocer a su familia y sus amigos, y otros panoramas que no puedo mencionar. Cuatro días de sólo pasarlo bien, comer y descansar. Pocas veces me he sentido tan bien recibido. ¡Y no me dejó pagar nada!
¿Qué más? Caminos bien pavimentados, decentes para andar en bicicleta. Autos que mantienen distancia cuando pasan junto a ti. Playas paradisiacas. De las mejores noches de camping que he tenido. ¡Y siento que se me olvidan detalles!
No voy a escribir historias de Omán. En cambio, quiero tocar un tema controversial: el uso del hijab.
En este artículo quiero reflexionar cómo ha cambiado mi punto de vista con respecto al Hijab antes y después de haber visitado el Medio Oriente. Con Hijab, me referiero a que las mujeres musulmanas tengan que tapar su cuerpo. Pero hay distintos tipos de velos para cubrirse:
Sé que estoy pisando un terreno peligroso. ¿Qué tengo que reflexionar yo sobre el Hijab si soy hombre? ¿No debería mejor quedarme callado?
De la forma en que lo veo yo, el hecho de que sea hombre me da unos cuantos puntos a favor para hablar de este tema:
1)Al ser hombre, tuve la oportunidad de conversar sobre el Hijab en varias ocasiones con hombres musulmanes. Los que, supuestamente, vendrían siendo los opresores. Aprendí muchísimo. Es posible que algo así habría resultado más difícil siendo mujer, pero no estoy seguro.
2)Al ser hombre, no estoy automáticamente en contra del Hijab. Como me cuesta ponerme en los zapatos de una mujer que tiene que cubrir todo su cuerpo, me acerco al tema con curiosidad y muchas preguntas, más que rechazo automático. Con mucho interés en tratar de entender cómo se justifica algo como el Hijab, y a la vez sin ánimos de juzgar.
Vayamos al grano. Primero voy a explicar qué pensaba sobre el Hijab antes de conocer el Medio Oriente, y después voy a explicar cómo cambió mi opinión sobre el Hijab después de haber recorrido países musulmanes como Turquía, Irán, Emiratos Árabes Unidos y Omán.
Opinión antes de viajar por el Medio Oriente.
Me imaginaba al Hijab como una de las cosas más terribles y sin sentido del mundo. Machismo en todo su esplendor. Una fábrica de sufrimiento para todas las mujeres que son forzadas a cubrirse por completo.
Me imaginaba hombres malvados y machistas. Extremistas religiosos que siguen al Koran sin pensar. Hombres que no piensan en el prójimo, y menos aún en el bienestar de las mujeres. Hombres que miran a la mujer como un objeto.
Me imaginaba a las mujeres musulmanas como personas infelices, tímidas y oprimidas. Mujeres suplicando por alguien del mundo occidental que pudiese ayudarlas a combatir contra esta injusticia. Me imaginaba a un 100% de la población femenina intentando liberarse de esta prisión sin sentido.
¿Qué fue lo que en realidad vi en países musulmanes?
Primero que nada, desde el momento en que salí de Estambul para empezar mi viaje en bicicleta me sorprendí al encontrarme con gente inmensamente bondadosa.
Los hombres machistas y mujeres oprimidas que esperaba ver resultaron ser gente liviana, muy alegre y social.
No sabía que los seres humanos podíamos alcanzar un nivel de hospitalidad como el que vi en Medio Oriente. En cada uno de los países musulmanes que visité me invitaron a comer, me invitaron a alojar, y me regalaron comida en el camino. Si paraba a descansar de tanto pedaleo, un auto paraba a preguntarme si necesitaba ayuda. Pero lo que más me llamó la atención, era la naturalidad con la que ofrecían ayuda. Daba la impresión de que lo hacían sin esperar nada a cambio.
Fue difícil mantener mi prejuicio de hombres villanos y mujeres oprimidas conociendo gente así de buena por tantos meses seguidos. Nunca pasé por un mal rato. Nunca nadie intentó robarme. Nunca vi opresión.
Pero no quería cambiar de opinión tan fácil. Quizás me estaba dejando llevar por todo una actuación que los musulmanes hacen con los turistas para demostrarle al mundo que ellos son la mejor religión de todas. Algo así como en Corea del Norte, que cuando la visitas haces un tour con gente del gobierno que te muestra lo grandioso que es el país llevándote donde familias felices y bien alimentadas. Quizás los musulmanes se portan bien cuando están con un extranjero, pero cuando están solos, tratan a las mujeres como esclavas.
Me mantuve vigiloso. Quería ser capaz de ver algún tipo de maltrato o opresión. Quería ver a un hombre perdiendo el control y olvidándose de que tenía que actuar como buena persona. Pero nada. En cinco meses no vi nada. Nunca vi a un hombre tratando mal a una mujer. Mas aún, lo único que percibí fue respeto hacia las mujeres.
Aproveché las buenas amistades que hice con hombres para entrar en profundidad sobre el tema. A varios amigos les hice preguntas básicas sobre el Islam. Y una vez que ya llevábamos harto rato hablando sobre religión, una vez que ya había desarmado todos sus mecanismos de defensa, les preguntaba por qué las mujeres tenían que cubrir su cuerpo. Me respondían siempre lo mismo: «Un hombre jamás debería mirar a la mujer de otro hombre. Sea su mamá, su hermana, su esposa o su hija. El Hijab es una forma de eliminar tentaciones y así mantener respeto hacia ellas».
No encontré malas intenciones ni extremismos detrás del Hijab. No encontré villanos opresores. Sólo encontré hombres que nacieron en un mundo en donde el Hijab existe, aceptan este hecho sin cuestionarlo, y siguen viviendo.
También aproveché las buenas amistades que hice con mujeres para entender el otro lado de la moneda. Cuando les pregunté sobre el Hijab, me sorprendí al encontrar tres tipos de respuestas distintas:
1)Mujeres que odian el Hijab, y estarían felices de que no existiera. Conocí sorprendentemente pocas de este tipo.
2)Mujeres que aceptan el Hijab como un hecho más de la vida. Así como nosotros los occidentales no podemos movernos por la vida sin polera porque todos nos mirarían raro, estas mujeres tienen que ponerse Hijab. En otras palabras, así son las cosas, ¿Para qué luchar contra el status quo?
3)Mujeres a quien les gusta el Hijab. Esto no me lo esperaba para nada, pero es muy común. Imagínate que eres una mujer de treinta años, y llevas toda tu vida cubriendo todo tu cuerpo. ¿Qué tan avergonzada te sentirías si un día decidieras ir a la playa en bikini? Tantos años de cubrirte te han condicionado a que la única forma de sentirte cómoda sea sin que nadie pueda ver tu lindo cuerpo.
Conclusiones de mi paso por el Medio Oriente
Tengo tres conclusiones:
Primero: no existen villanos que fuerzan el Hijab. O al menos, si existen, están encondidos, gobernando el mundo musulmán a través de marionetas. No sé cómo empezó esto de tapar a las mujeres, y la verdad no me importa saberlo. Lo único que importa es que el hijab ya está instalado como una tradición religiosa muy importante de cumplir. No existen hombres malintencionados que fuerzan el Hijab para maltratar a las mujeres. Lo único que existe son hombres y mujeres que cumplen con el Hijab porque es una más de las reglas del Islam, por más incómoda que parezca. Es como los católicos, que tienen que asistir una hora a misa cada Domingo. Reglas que se cumplen sin pensar.
Segundo: mi nueva visión sobre las mujeres que están en contra del hijab. Me carga usar zapatos. Si me ves en la casa o en un jardín, siempre estaré sin zapatos. Creo que los zapatos son incómodos y hacen nuestros pies más débiles, y sólo los deberíamos usar en ocasiones especiales. Si pudiera, iría sin zapatos a todos lados. Pero me los pongo porque en el mundo todos usan zapatos. Si no los usara, me mirarían raro. Si encontrara una porción significativa de la población a la que tampoco le gustan los zapatos, feliz me uniría a ellos para protestar con tal de que seamos libres de ir a restoranes o a trabajar sin zapatos.
Creo que el caso de las mujeres que no les gusta el Hijab es lo mismo que mi caso con los zapatos, sólo que mucho, muchísimo más incómodo y desagradable. Estas pobres mujeres nacieron en un mundo donde se les obliga a usar el Hijab a pesar de que no les gusta, y no tienen la fuerza suficiente como parte de la sociedad para lograr cambiar las cosas. Así que tienen que seguir usando el Hijab, porque si no, las mirarán raro y se meterán en problemas. Quién sabe. Quizás en el futuro habrán tantas mujeres en contra del Hijab, que empezarán una revolución y cambiarán esta tradición. Depende de ellas.
Tercero: el uso del Hijab es un tema complejo, con años de desarrollo. Es una simplificación grave decir que los hombres musulmanes son machistas opresores y que las mujeres musulmanas son las oprimidas en la historia. Como mencioné anteriormente, hay mujeres a quien les gusta el Hijab y otras que cumplen con esta regla sin pensar si está bien o no. Aceptan el Hijab como un mandato de Allah. Y los hombres promueven el Hijab porque es una regla del Islam instituida hace ya años, que además les hace sentido porque les ayuda a respetar a las mujeres.
Para terminar. Personalmente, sigue sin gustarme el Hijab. Creo que cada mujer debería ser educada para tener pensamiento crítico como para decidir qué es correcto y qué no, y a la vez debería la libertad para decidir qué vestir. A la vez, ya no critico a la religión musulmana por cumplir con una regla como el uso del Hijab. Respeto a esta gente más que nunca, y entiendo las intenciones que hay detrás del Hijab. Sé que no son malas.
Si me preguntas si me gustaría ayudar a empezar una revolución en contra del Hijab, te respondería que eligiría no meterme.